ÍNDICE

CAPÍTULO III

 

 

... Y SE FUE A LA MONTAÑA

 

 


 

Un encuentro de amor  

se nos apareció la Virgen con un ángel a cada lado. Uno era San Miguel; el otro, no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel: parecían mellizos

  Quién era el misterioso compañero de San Miguel en aquella primera hora mariana de Garabandal 

 ¡Uy! Qué ojo

  esta Reina es también Madre. ¡Madre sobre todo! No una madre, sino la MADRE

  Como tú, no habrá ninguna

   Descripción de María

    lo que fue el encuentro de las niñas de Garabandal con la Reina y Madre del cielo,

   Qué significaba el ojo de la primera aparición

    pasó una vez una estrella luminosa con larga cola

   Montes y collados, bendecid al Señor 

  Madre y Maestra

   ... Así terminó el día 2, domingo: ¡día muy feliz, porque habemos visto por primera vez a la Virgen!

 


 

Hubo hace siglos una pequeña y deliciosa "historia", cuyo relato, bajo la inspiración de Dios, alguien empezó así:

"Por aquellos días, María se levantó y marchó presurosa a la montaña, a una población de Judá" (Evangelio de San Lucas, 1, 39).

Fue uno de los momentos estelares en la vida evangélica de María: su Visitación a la prima Isabel, que iba a ser madre de Juan Bautista.

La memoria y actualización litúrgica de tal "historia" venía cada año para todos los lugares de la Iglesia Católica con la fecha del 2 de julio.

Pero en este 2 de julio de 1961, que ahora nos ocupa, hubo un lugar de la Iglesia que supo de algo más que espiritual memoria y litúrgica actualización...

El lugarejo montañés de San Sebastián de Garabandal conoció en este 2 de julio la maravillosa reedición de aquella Visitación primera de María.

Con gesto de madre que ya no puede esperar más –¡hijos en peligro!–, nuevamente "se levantó Ella, y se fue (se nos vino) a la Montaña" ("La Montaña" es el nombre que corrientemente usan los de Santander para referirse a su tierra o provincia. Viene seguramente de los tiempos en que Burgos era de hecho y de derecho "Caput Castellae", y a la zona de Castilla que hoy forma poco más o menos la provincia santanderina se le llamaba "la montaña" de Burgos.). ¿A qué? ¡A convivir con nosotros y a servirnos! Como a convivir y a servir había ido Ella en otro tiempo a la casa y pueblo de Isabel.

En esta nueva hora de Visitación, el paso de la Virgen Peregrina (Con esta advocación tan bella de Virgen Peregrina se honra a María Santísima, precisamente el 2 de julio, en la villa leonesa de Sahagún. Su hermosa imagen   –e iglesia–  es de lo poco que queda de un antiguo convento de franciscanos; se la saca en procesión, adornada todavía con telas que fueron de un traje de corte de la reina de León doña Urraca (1077-1116).) fue mucho más ligero que el de antaño, y sólo los ángeles pudieron darse cuenta de que Ella pasaba, de que ella se nos venía...

 

Un encuentro de amor

 

Caía la tarde, estival y festiva.

Era la hora, en lejanos conventos o monasterios, de estar rezando las Vísperas (Es una parte del Oficio Divino, o rezo litúrgico de la Iglesia; su "momento" propio es el de la tarde ya adelantada); y muchos labios irían repitiendo entonces, para terminar el rezo, ¿precisamente las mismas palabras con que la cristalina viajera de la primera Visitación había desahogado toda su intimidad en el intercambio de salutaciones con Isabel":

"Mi alma engrandece al Señor,
y mi espíritu salta de gozo en Dios mi Salvador,
porque ha puesto los ojos en la insignificancia de su sierva.
Sí, desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones,
porque grandes cosas ha hecho por mí el que es Todopoderoso...
Su misericordia se extiende de edad en edad...
El ha desplegado la fuerza de su brazo:
para desbaratar a los soberbios de corazón,
para levantar a los humildes..." (Lc. 1, 46-55).

En Garabandal no había quien rezara Vísperas a aquella hora, y aunque alguien hubiera habido, imposible para él captar  entonces la impresionante dimensión de actualidad nueva que iban a tener allí, y a partir de aquella hora, las viejas palabras de la que, en la "plenitud de los tiempos" (Expresión de San Pablo en su Epístola a los Gálatas: "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios desde el cielo a su mismo Hijo nacido de mujer..." (4,4).), se había ido con tanta prisa a la Montaña.

Hacía las seis de la tarde –tarde larga de un julio que se acababa de estrenar–, un amplísimo murmullo de expectación y curiosidad llenaba todo el pueblo: muchos daban vueltas por sus calles, muchos asomaban por su iglesia..., todos buscando estar lo más cerca posible de las niñas cuando llegase la hora de..., ¿quién lo podría decir?

Ellas, después del rosario del pueblo, que se había rezado a las tres, habían bajado hacia Cossío, para ver si venían unos hermanos de Conchita a los que se esperaba; pero se encontraron por el camino a mucha gente: "Nos paraban, y nos hacían regalos: cajas de bombones, rosarios, caramelos, etc., ¡muchas cosas!"; y un vehículo de los que subían, las recogió antes de que llegaran a Cossío y las devolvió a Garabandal.

"Cuando llegamos al pueblo, nos estaba esperando mucha gente, y sacerdotes (unos diez u once), médicos, un abad; y muchos coches (Parece que entre los médicos se encontraban dos de Santander capital, que tendrán que ver bastante en el curso de esta historia. Dice don Juan A Seco: "La calleja se encontraba repleta de gente, que rezaba el rosario; todos querían presenciar el éxtasis. A mi lado se encontraba el segundo jefe de "Saltos de Nansa", señor Rocha, que había subido al doctor Morales y al doctor Piñal, de Santander... Recuerdo que me dijo el señor Rocha: "Esta tarde las videntes no vendrán al cuadro para ver la visión",  dándome a entender que aquellos médicos sabrían acabar con tales fenómenos. Yo le respondí, que en las cosas divinas no había médico que tuviera poder...").

 

se nos apareció la Virgen

con un ángel a cada lado. Uno era San Miguel;

el otro, no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel:

 parecían mellizos

 

Nos fuimos para la Calleja, a rezar el rosario; y sin llegar allí, se nos apareció la Virgen con un ángel a cada lado. Uno era San Miguel; el otro, no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel: parecían mellizos (Diario de Conchita, página 29. Al hilo de su narración, como podrá luego observarse, vamos desarrollando estas páginas.).

San Miguel. Suena aquí por primera vez este nombre esclarecido. Y así sabemos ya quién era el ángel misterioso que tanto ha visitado a las niñas durante los catorce días precedentes. Ha vuelto hoy acompañando a la Reina, y en esta visita soberana culmina su misión de anunciar y preparar...

Aunque su nombre no dijera cosa especial a las videntes, a nosotros sí que nos dice muchos: que no puede ser sino de muy gran envergadura lo que acaba de empezar en Garabandal, cuando en orden a ello Dios ha querido servirse nada menos que de su primer arcángel (El teólogo M. Bouttier, en el artículo "Anges", del Vocabulaire Biblique, Ed. Neuchâtel. hace esta importante observación sobre lo Ángeles:

"Su aparición es siempre señal de una intervención directa y decisiva de Dios, que en ese momento ya no deja que los acontecimientos sigan su curso natural, sino que a través de Ellos, los Ángeles, toma milagrosamente las cosas en su mano.").

Porque siempre la doctrina o enseñanza católica ha presentado a San Miguel como el número uno de todos los seres o espíritus celestiales. Es el instrumento de Dios para las empresas mayores. Es el que vela en plano superior por todos los elegidos (ángel custodio de la Sinagoga, en su día, y ahora, de la Iglesia). Es el que conduce, como "Príncipe de la Milicia Celestial", el amplísimo frente de combate contra los Poderes del Abismo.

En el postrer libro de la Sagrada Escritura  –páginas conclusivas de la Historia de la Salvación–  aparece San Miguel como el ángel de los últimos y decisivos combates (capítulos 12 y 20). Podemos preguntarnos si no hemos entrado ya en la etapa final y resolutiva de la Historia... El tiempo en que Satanás era impedido de "extraviar a las naciones", ha concluido evidentemente. Hoy las naciones de la ex Cristiandad, o han apostatado con descaro, declarándose oficialmente ateas, o han acabado por aceptar como situación de derecho (instaladas a gusto en el laicismo) el desconocer oficialmente a Dios. León XIII tuvo sus motivos, misteriosos y fuertes, para mandar al final de las misas rezadas, aquella oración de "Arcángel San Miguel: defiéndenos en la batalla...". Hace ya unos años –casi por los días de Garabandal–, la Jerarquía creyó oportuno suprimir tales preces "post Missam"; pero esto no autoriza a pensar que puede descuidarse la invocación del santo arcángel, como si la batalla estuviese ya ganada: la situación de la Iglesia y los signos del tiempo parecen, más bien, estar proclamando todo lo contrario (Sé de buena fuente que cuando dijeron a Conchita lo de la supresión de la oración a San Miguel al final de las misas, ella exclamó: "¡Qué pena! Ahora que hacía tanta falta...").

Tal vez las grandes horas no han hecho más que comenzar. Y la Mujer enemigo del Dragón, y el Ángel de los Supremos Combates, conforme al capítulo 12 del último libro inspirado, habrán de desplegar entre nosotros una acción verdaderamente decisiva. Mucha atención a lo que nos puedan pedir.

 

¿Quién era el misterioso compañero de San Miguel

en aquella primera hora "mariana" de Garabandal?

 

¿Quién era el misterioso compañero de San Miguel en aquella primera hora "mariana" de Garabandal? Ni las niñas han llegado a saberlo. Pero bien podemos suponer que se trataba de otro ángel de primera fila, puesto que se mostraba tan semejante en todo al número uno, que se les podía tener por "mellizos". Tal vez San Gabriel. ¿Quién como él para acompañar a María, a cuya existencia y destino estuvo tan estrechamente ligado? (Lc. 1 19; 1, 26) (Jacinta me ha dicho años más tarde, que ellas no supieron que el Ángel de sus apariciones era el arcángel S. Miguel hasta que se lo dijo la Virgen este día 2 de julio.

¿Y puedes decirme quién era el otro que acompañaba a la Virgen en dicha aparición?

–San Gabriel.

–¿Estás segura?

–Segurísima.)

 

"¡Uy! Qué ojo"

 

"Al lado del ángel de la derecha, a la altura de la Virgen, veíamos un ojo de una estatura (tamaño) grande; parecía el ojo de Dios" (Según el brigada don Juan A. Seco, "las cuatro videntes al comienzo del éxtasis lanzaron un grito a la vez: ¡La Virgen!".

Poco después, se le oyó decir a Conchita: "¡Uy! Qué ojo". Este ojo misterioso debía de estar enmarcado por una luz especialmente impresionante. Según el mismo testigo, las niñas aparecían, seguramente por primera vez, con lágrimas en los ojos, mostraban mayor rigidez que nunca y estaban muy pálidas, "con cara de cera". "La que más lloraba era Mari Cruz, a la que un médico agarró por la mandíbula inferior para torcerle la cara y que no mirara tan fijamente: no lo pudo conseguir, a pesar de la fuerza que hizo, que yo oí como un chasquido y temí que le hubiera hecho daño a la niña.")

Quizá alguno encuentre esto del ojo muy poco "actual", y hasta demasiado fácil (como cosa de vieja lámina de catecismo) para insertar en una aparición... Bien; las niñas de Garabandal no entendían nada de láminas, y consta que ninguna preocupación de ser "actuales" tenían entonces: decían sencillamente lo que creían haber visto. Lo del ojo venía a inculcar sensiblemente, a ellas y a nosotros, una verdad muy poco sensible, la gran verdad que tantos hombres de hoy quieren desconocer: que nada nuestro pasa sin más..., que ¡nada de que nosotros mismos podamos pasar sin tener luego que dar cuenta a nadie!; todo se observa, todo se nos pone en cuenta, para cuando llegue el día de la "retribución". Ahora, situación de libertad; pero después, ¡ningún final de impunidad! Al final, LAS CUENTAS. Y con toda exactitud  porque "no hay cosa que no esté desnuda y patente a los ojos de Aquél a quien daremos razón." (Heb. 4, 13) (El Apocalipsis, 1, 14, nos presenta al Señor con ojos "como de fuego", para significar  –anota la Biblia de Jerusalén–  lo penetrante de su conocer divino, que todo lo escudriña, hasta lo más escondido.).

"Ese día hablamos con la Virgen mucho, y Ella con nosotras. Le decíamos todo" (Diario, pagina 29).

"Cuando las videntes llevaban un rato en el éxtasis, su rostro fue cambiando totalmente de expresión. La posición que tenían era de cara hacia arriba, hacia lo Pinos; a la derecha, María Dolores; en medio, Conchita y Jacinta; a la izquierda, Mari Cruz. Yo estaba al lado de esta última. Todas tenían rosarios en sus manos y empezaron a contar a la Virgen las cosas que hacían: se les oía perfectamente, aunque hablaban muy bajito... En un momento dado, María Dolores enseña los dientes: se supo después que la Virgen le había dicho que los tenía muy bonitos. A continuación, Conchita abre la boca y tuerce de una manera especial los labios: se supo después que quería mostrar a la Virgen una muela que tenía picada... En otro momento, la Virgen debió de preguntarles por don Valentín, porque ellas dijeron que "era feo, pero muy bueno"; esto lo oyó el mismo don Valentín, además de otros que estábamos cerca. Yo les oí hablar de los guardias civiles a la Virgen, y pedir por ellos, "porque nos protegen de la gente y evitan que nos hagan daño"...

"Con la mayor confianza pidieron también a la Virgen que les dejase la corona; y Ella debió de acceder a sus deseos, pues todos pudimos observar sus actitudes de tomar en las manos algo que venía de arriba y que luego se pasaban unas a otras. Conchita se atrevió a más: pidió a la Virgen que el dejara una de las estrellas de la corona, para ponérsela ella en la cabeza, de modo "que la vieran todos los presentes y así creyeran en la verdad de las apariciones"... Parece que la Virgen contestó que "ya creeríamos"." (Testimonio de don Juan Álvarez Seco.)

 

esta Reina es también Madre. ¡Madre sobre todo!

No una madre, sino la MADRE

 

Las pobres hijas de la tierra están así en charla confiadísima, plena de familiaridad, con la Reina del cielo. Pero es que esta Reina es también Madre. ¡Madre sobre todo! No una madre, sino la MADRE. La que lleva en sí todo lo auténtico de "ser madre", sin ninguna limitación ni fallo.

A las pobres hijas de la tierra las conocemos bastante bien, en su rostro, en sus gestos, en su modestísima indumentaria de aldeanucas (El diminutivo en "uco", "uca", es muy característico de las gentes de Santander; sin embargo, las niñas de Garabandal emplean también con frecuencia el en "ín", "ina", que es más propio de León y Asturias: quizá se deba a cierta proximidad geográfica.

Por eso encontramos en el habla de las niñas palabras como "estrellucas", "milagruco", "minutín", "desnudines" (los pies del Niño)...). Pero, ¿cómo imaginarnos a la Reina-Madre del cielo?

 

"Como tú, no habrá ninguna"

(Verso de un himno que en el valle cacereño del Jerte, bonito y cerecero, le cantan a la Virgen de Piedras Albas, parroquia de Cabezuela.).

 

Descripción de María

 

El diario de Conchita nos da unos cuantos trazos que nos ayuden en el montaje interior de su figura:

"La Virgen viene con el vestido blanco; el manto, azul; una corona de estrellucas doradas; no se le ven los pies; las manos (brazos), estiradas, y el escapulario en la derecha: el escapulario es marrón (El escapulario que presentaba en su mano la Virgen, más que a los diminutos escapularios corrientes, se parecía, por su forma, al manípulo que colocaba el sacerdote en su brazo para la celebración de la misa (digo "colocaba", porque ya no coloca; el manípulo ha sido retirado de la indumentaria litúrgica).

Las niñas vieron que una de las caras del escapulario tenía como pintada una montaña. De momento no lo entendieron; mas sí posteriormente. Y es que la Virgen del Carmen que nosotros decimos, es en realidad Nuestra Señor del Monte Carmelo, una de las advocaciones más antiguas de la piedad mariana católica, que liga entrañablemente a María con su tierra natal, tierra del Salvador, y con los misteriosos destinos de su pueblo.

También el Monte Carmelo, lugar histórico de admirables "teofanías", viene siendo desde hace siglos en la Iglesia (por lo menos, desde nuestro San Juan de la Cruz) el símbolo de esas alturas de perfección a las que está llamada toda alma de verdad cristiana. La "subida" no puede ser fácil, sin esfuerzo, pero aquí está la gran empresa de la vida; y lo que ha de hallarse arriba, bien vale la pena: "Sólo mora en este monte la honra y gloria de Dios."

Me parece muy significativo, y de incalculable envergadura, que la Virgen haya querido presentarse en Garabandal como Nuestra Señora del Monte Carmelo...

Corrobora la autenticidad de la visión de las niñas el hecho de que ellas nunca se habían imaginado una Virgen del Carmen vestida de blanco y azul. La imagen que veían en la iglesia, la que contemplaban en cuadros y estampas, vestía muy diversamente... Si ellas , en contra de esto, nos la describen como hemos dicho, es porque la vieron así.

Y ahora viene lo bueno: Se sabe que en la primera aparición de la Virgen del Monte Carmelo, al General de los Carmelitas, S. Simón Stock, 16 de julio de 1251, Ella vestía túnica blanca y manto azul, ¡cómo en Garabandal!); el pelo, largo, color castaño oscuro, ondulado, raya en el medio; la cara, alargada; la nariz, también alargada, fina; la boca, muy bonita, con labios un poquito gordos; el color de la cara, trigueño, más claro que el del ángel, diferente; la voz, muy bonita..., una voz muy rara, no sé explicarla: ¡no hay ninguna mujer que se parezca a la Virgen, ni en la voz, ni en nada!; algunas veces trae al Niño en brazos, muy chiquitín, como un nene recién nacido, una carina redonda (de color, como la Virgen), una boquina pequeña, y pelín un poco largo...; el vestido, como una túnica azul." (Diario, páginas 30-31.).

Teniendo en cuenta el pobre léxico de una niñas de aldea muy apartada, esta descripción resulta casi sorprendente. De verdad maravillosa hubo de ser la visión, para que ellas pudieran soltarse así al tratar de comunicarla. Con todo, bien puede comprenderse que nuestro lenguaje humano no está hecho para realidades que superan tanto nuestras experiencias y conocimientos de aquí abajo. "No me sé explicar... ¡No hay ninguna mujer que se parezca a la Virgen, ni en la voz, ni en nada!"

Tienes razón, niña. Cada cosa debe explicarse en el lenguaje que le es propio, y éste de la tierra no puede servir para envolver adecuadamente las cosas del cielo. Hay que recurrir, por fuerza, a las ponderaciones negativas.

Cuando a Bernardita Soubirous, después de sus visiones en la gruta de Massabielle, le preguntaba la gente: "Tu Señora de la gruta, ¿es tal vez como Fulanita, o Menganita?", ella no podía contenerse, y replicaba con extraña vibración: "¡Por favor! ¿no hay comparación posible!" Y cuando más tarde, el gran escultor Fabish, acababa en mármol de Carrara una imagen de la aparecida, esperaba obtener de Bernardita una exclamación de entusiasmo, casi la exclamación de "Ella!", sólo obtuvo esta concesión bondadosa: "Es muy hermosa su imagen, señor escultor, pero ¡no era Ella, no! ¡Hay tanta diferencia entre ésta y la que yo vi, como de la tierra al cielo!"

Las niñas de Garabandal, como la de Lourdes, podrán decirnos de la forma de su cabellera, del color de sus vestidos, de las actitudes de sus manos...: de lo que no acertarán nunca a hablarnos cual conviene es de la GRACIA total de su persona, del Encanto de su sonrisa, de la Luz de su mirada, de la Melodía ultraterrena de su voz, del Resplandor de bondad, de hermosura, de pureza, de amor, que la tenía como divinamente transfigurada. ¡Criatura singular, donde la Naturaleza y la Gracia se encontraron para dotarla al máximo, y hacer de Ella el insuperable milagro de la Perfección!

No es extraño que el poder contemplarla fuese como un trasunto del paraíso, y que las horas les parecieran a las videntes fugacísimos "minutines", y que el lugar más frecuente de las apariciones mereciese ser llamado "un  trocito de cielo".

Me han contado esto de Loli: algún tiempo después de lo que vamos narrando, ella, gracias a unas personas amigas, pudo asomarse por primera vez al mar (por Comillas) (la llevaban a ver al P. Lucio Rodrigo, jesuita, de quien se hablará más adelante; era profesor de Teología Moral en la famosa Universidad Pontificia de aquella villa costera, relativamente próxima a Garabandal.). Le impresionó aquella panorámica espléndida; y alguien debió de decirle: "¿Qué te parece? ¿No es maravilloso?" "Vaya que lo es, respondió la muchacha; pero ¡después de haber visto a la Virgen...!"

 

 lo que fue el encuentro de las niñas de Garabandal

 con la Reina y Madre del cielo

 

Para que podamos imaginarnos mejor lo que fue el encuentro de las niñas de Garabandal con la Reina y Madre del cielo, quiero poner aquí lo que Conchita declaró años más tarde a la pintora santanderina, residente en Barcelona, doña Isabel de Daganzo. Esta misma señora es quien me ha dado el informe, garantizado con su firma.

¿Qué significaba el ojo de la primera aparición?

"Resumen de mis conversaciones con Conchita  –en Burgos (Conchita residía a la sazón en aquella ciudad como interna en el colegio de las religiosas Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza (calle Miranda, 11). Allí estuvo todo el curso 1966-1967, y luego hasta Navidad de este último año, fecha en que su madre la sacó del colegio.), del 7 al 15 de noviembre de 1967–, acerca de las apariciones de Garabandal. Yo quería, con su ayuda y la de la Santísima Virgen, llevar a los lienzos algo que recordase bien lo que fueron aquellas escenas celestiales.

Le presenté, entre varios bocetos, el de Ntra. Sra. de Garabandal (ella me había dirigido sobre él, primero en el pueblo y luego en Pamplona), del que ha salido la imagen que se venera hoy en la capilla del arcángel San Miguel en Garabandal, reproducida también en estampas de color que corren por el mundo entero.

–Tu Virgen está bien, me dijo Conchita; sólo tienes que hacerle el vestido más airoso. No había nubes: sólo LUZ... A veces sonreía tanto, que se le veían los dientes. El cabello lo tenía algo más ondulado. Las flores del vestido eran como bordadas en blanco... El escapulario, todo de una pieza, y algo mayor.

–¿Qué significaba el ojo de la primera aparición? ¿Era así? (y le hice un dibujo).

–No, no tenía esas líneas: era un ojo normal, con pestañas, color castaño, y no sé lo que significaba... La luz era toda por igual, y donde más luz había, era aquí (me señaló el gran ojo dibujado sobre el papel y que ella me situó en el lugar, distancia y tamaño exactos, sin un solo titubeo).

Me añadió poco después: –Ese día ocurrieron muchas cosas en la aparición. Una de ellas fue una lluvia de estrellas. Lo vimos las cuatro: Loli, Mari Cruz, Jacinta y yo.

–¿Cómo caían?, ¿de sus manos?

–No, no. Caían de arriba, como si lloviese.

Uno de mis bocetos representaba a la Virgen sobre una nube roja, pues algo de esto había leído en algún libro.

–Nosotras no vimos a la Virgen sobre una nube roja. Lo que ocurrió fue que un día, no estando en éxtasis, nos envolvió a las cuatro una nube roja y nos asustamos mucho.

Otro boceto representaba a la Señora sobre una estrella de larga cola, y a las cuatro videntes de rodillas a sus pies.

 

pasó una vez una estrella luminosa con larga cola

 

–Sí, pasó una vez una estrella luminosa con larga cola; pero pasó, no se quedó a los pies de la Virgen. Y no estábamos nosotras cuatro, sino Loli y yo. Fue un día del Pilar.

En otro boceto aparecía Nuestra Señora como Reina de los Ángeles rodeada de ellos.

–Yo no vi a la Virgen rodeada de ángeles; pero no sé si las otras la verían así.

–¿Cómo os bendecía y besaba la Virgen? ¿Así? (y le mostré otro boceto).

–No nos bendecía; pero sí nos besaba. Y lo hacía de frente: bajaba a nuestra altura, y cuando alguna vez no llegábamos hasta Ella, nos levantábamos las unas a las otras."

"–¿Puedes explicarnos algo  –preguntó finalmente a Conchita doña Isabel–  que yo pueda llevar al lienzo y que pueda causar temor?

–No; lo que yo he visto que cause miedo, es el CASTIGO, y éste no te lo puedo decir... (El CASTIGO, con mayúsculas, es uno de los grandes secretos de Garabandal. Más adelante sabremos algo de él.). Además, por el horror y el miedo no conmoverás mejor a las almas."

 

"Montes y collados, bendecid al Señor;
bendiga al Señor cuanto germina en la tierra
"
 (Dan. 3, 75-76)

 

Volvamos a la narración del diario: "Ese día hablamos con la Virgen mucho, y Ella con nosotras. Le decíamos TODO..."

De cuanto puede entrar en este "todo", la protagonista recuerda especialmente esto:

"Le decíamos,
que andábamos al prao,
que estábamos negras,
que teníamos la hierba en morujos.
Y Ella se reía: ¡como le decíamos tantas cosas!"

("Prao", en vez de prado: es muy corriente entre los montañeses.

Las niñas estaban "negras", es decir, bien bronceadas y casi quemadas, por su continua exposición al sol y a los aires. Quizá también "negras" (aburridas) de tanto trabajar

"Morujos" son montoncitos de yerba segada, cuando se recoge por temor a la lluvia para luego esparcirla de nuevo.).

Desde que me encontré por primera vez con la "historia" de Garabandal (yo, poco afortunado, que nunca estuve allí para ver nada), siempre estas palabras de Conchita me han sonado con música de la mejor sinfonía pastoral. Son como una breve estrofa de puro aire, de aroma virgen, de fresca infancia en que ya empiezan a caer las primeras gotas de fatiga. Con todo su encanto de brisa campestre, esas líneas que le han salido a la pequeña narradora tan cinceladas de gracia, verismo y sencillez, deben desvelarnos a nosotros cuánto de penoso traía ya cada jornada, en aquella sazón de verano, a las pobres hijas de una aldea en la Montaña.

Tiene su encanto, indudablemente, andar entre praderíos que muestran su mejor sazón; y la yerba segada, que se esparce o se amontona bajo el sol, despide el más delicioso aroma del mundo; pero trabajarla en serio, es decir, estar metidos en las labores de su recogida, transporte y "encierro" o almacenaje... ¡que lo digan los campesinos! No nos extrañe, pues, que las niñas de Garabandal, en un 2 de julio, le contaran a la Madre, vista por primera vez, todo aquello de la dura fatiga de la yerba. ¿No era acaso lo más destacable de sus quehaceres cotidianos? Y la Madre estaba allí para saberlo todo: ¡nadie escuchaba como Ella!, porque nadie ama como Ella, porque nadie puede interesarse tanto por todo lo de los hijos como Ella. Su reír o sonreír, lleno de ternura y de gracia, pasaba como brisa de paraíso sobre aquellas cuatro criaturas que tan pronto empezaban a saber de cosas no fáciles en la vida. Al acabar ellas su ingenuo parloteo, podrá haber exclamado la Madre con palabras del viejo Isaac: "He aquí el olor de mis hijas, como olor de campos sazonados a los que ha bendecido el Señor. Él haga caer sobre vosotras el rocío del cielo" (Gén. 27, 27).

 

Madre y Maestra

 

"Rezamos (Diario. El original dice "recemos". Se trata de una forma de conjugar los verbos que ha estado muy en uso por ciertas comarcas castellano-leonesas. "Recemos", en vez de rezamos; como "hablemos" en vez de hablamos o "busquemos", en vez de buscamos. Conchita, que escribe en el habla de su aldea, emplea muy frecuentemente esa forma del pretérito.) el rosario, viéndola a Ella; y Ella rezaba con nosotras, para enseñarnos a rezarle bien."

¡Humilde práctica del rosario, ahora tan subestimada, pero que debe de tener algún especial y misterioso valor para que las almas se acerquen a Dios por María, y para obtener de Él las muchas misericordias que el mundo necesita!

Habría que haber oído a la Virgen recitando con las pequeñas el Padrenuestro y el Gloria al Padre... Entonces todo su ser era oración : de amor, de alabanza, de súplica. Pero también recitaba con ellas el Avemaría, y entonces su rezar no era un ejercicio de oración, sino de adoctrinamiento, según nos dice Conchita. Las cuatro, como todos los demás niños (y los mayores ¿no?), se había malamente acostumbrado a rezar de prisa, con mala pronunciación, y casi de un modo mecánico: había que hacerles ver que no es así como se debe hablar con el cielo. Posteriormente, cuando ya las niñas tenían aprendida la lección (Una de las cosas que más devotamente impresionaban a los visitantes de Garabandal, cuando las apariciones, era el rezar de las niñas en éxtasis. ¡Lo hacían con tal cadencia de voz, tan pausadamente, con tantísima unción...! Escuchar alguno de tales rezos en cinta magnetofónica fue, de todo lo que primeramente conocí sobre Garabandal, casi lo que más me convenció.), la celestial Aparecida sólo las acompañaba en el rezo del Gloria.

"Cuando terminamos el rosario, dijo que se iba, y nosotras le decíamos que estuviera otro poquitín, que había estao muy poco... Y Ella se reía, y nos dijo que el lunes volvería. Y cuando se fue, a nosotras ¡nos dio una pena!"

¿Cómo asombrarse? Los ratos del cielo pasan demasiado aprisa; en cambio, ¡qué lentas transcurren las horas oscuras, de la monotonía o el agobio!

"Cuando ya se fue, la gente nos iba a besar, y a preguntarnos lo que nos había dicho. Otras personas no lo creían, porque decíamos muchas cosas (¿cómo la Virgen iba a hablar y escuchar tanto?)."

¡Siempre con ese nuestro querer aplicar a todo, también a las cosas de Dios, los mezquinos esquemas y criterios de nuestra mente! Que las niñas habían hablado demasiado... Como si Dios y la Virgen fuesen unos estirados personajes "importantes", a los que hay que ir con etiqueta y programa, porque no tienen tiempo para tratar, aun despachando pronto, sino sobre cosas "serias" o negocios de mucha monta (Parece que ya desde el principio, una de las "fuertes" razones que esgrimieron ciertos varones sesudos contra la sobrenaturalidad de los sucesos de Garabandal, estaba precisamente aquí: en la abundancia y "`puerilidad" de los coloquios que las videntes mantenían con sus invisibles interlocutores... Quizá sea un punto de vista muy prudente; pero ¿ha demostrado alguien que las "cosas" de los niños son de menor seriedad e importancia a los ojos de Dios, que los "asuntos" de los mayores?).

"Mis caminos, dice el Señor, no son vuestros caminos, ni mis pensamientos vuestros pensamientos. Como de alto está el cielo por encima de la tierra, así de altos son mis caminos sobres vuestros caminos, y mis pensamientos sobre vuestros pensamientos" (Is. 55, 8-9):

"Yo te bendigo, Padre  –exclamó cierto día Jesús–, porque has velado estas cosas (los misterios del Reino) a los sabios y sagaces, y se las revelas a los pequeños" (Mt. 11, 25).

"Pero la mayoría sí creía, porque decían que era como en el caso de una madre, a la que hace mucho que no la ve su hija, que ésta le cuenta todo. ¡Y mucho más nosotras, que no la habíamos visto nunca, y que era la Madre del cielo!

Nos llevaron luego a la sacristía, y un Padre, que se llama don Francisco Odriozola (Este sacerdote residía en la ciudad de Santander; algún tiempo después fue nombrado canónigo de su cabildo catedral. Ha sido uno de los que más han intervenido en el "proceso" de Garabandal, y su nombre estará siempre unido a la historia de estos sorprendentes sucesos.), nos preguntaba una por una. Y después le decía a la gente lo que nosotras le habíamos dicho.

 

... Así terminó el día 2, domingo: ¡día muy feliz,

porque habemos visto por primera vez a la Virgen!

 

... Así terminó el día 2, domingo: ¡día muy feliz, porque habemos visto por primera vez a la Virgen! Porque CON ELLA ESTAMOS TODOS, SIEMPRE QUE QUERAMOS".

Ninguna conclusión mejor que ésta para el gran capítulo de una nueva Visitación de María.

Ella no deja de estar con nosotros.

Y nosotros podemos estar con Ella, "siempre que queramos".

Por la fe y por el amor, por la atención y la imitación. Nada importa tanto como esto: importa bastante más que las mismas apariciones; y éstas no servirían de nada, si a ello no nos llevasen.

"¡Bienaventurada tú, que has creído!", se dijo a María en el día de su Visitación (Lc. 1, 45); y nosotros, sus hijos, le haríamos poquísimo honor si no nos esforzáramos por merecer, por encima de toda otra bienaventuranza, ésta primera de la FE.

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¡2 de julio de 1961: Día del Señor  –domingo–  y día de una nueva Visitación de la Virgen... Andando el tiempo, seguramente la Liturgia católica repetirá a propósito de este 2 de julio en Garabandal lo que ya dice cada 11 de febrero para honrar lo de Lourdes:

"Hoy la gloriosa Reina del Cielo apareció en la tierra.
Hoy dio a su pueblo palabras de salvación y prendas de paz.
Hoy coros de ángeles y de fieles, exultantes de gozo, celebran su inmaculado Misterio" (Antífona de Vísperas).

A. M. D. G.