ÍNDICE

CAPÍTULO V

(1.º PARTE)

 

 

 

LO EXTRAORDINARIO SE HACE COTIDIANO

 

 


 

La reflexión teológica entra en acción

   Escrito del P. Ramón Andreu

   Acerca de las "niñas", dice

   ¿Por qué niñas para estas cosas?

  Pasa luego el P. Andreu a hablar de los espectadores

   El escenario

  Los protagonistas  

anécdota, bien significativa 

De la observación de las niñas, se saca lo siguiente

   relato de don Miguel González-Gay

  Relato de Aniceta

 la concordia de sus explicaciones.

 


 

Hasta aquí hemos seguido paso a paso, día a día, la marcha de esta historia maravillosa. En adelante, ya no será posible hacerlo así. No será posible, por dos razones: 1.ª, porque no caben en un libro tantas cosas como se saben o se cuentan de Garabandal; y 2.ª, porque ni hay datos fijos para cada uno de los días, ni hay precisiones de días para muchos de los datos. La misma Conchita, que en su diario va recorriendo uno por uno los primeros diecisiete días, luego, a partir de esta fecha del 4 de julio que acabamos de ver, ya no se atiene estrictamente a calendarios, y salta y mezcla en su narración no pocas cosas. deteniéndose sólo en lo que estima más sobresaliente, o que tenía mejor grabado en su memoria (Bastante después de escrito este capítulo, han llegado a mis manos algunas notas tomadas por el párroco don Valentín durante el tiempo que estamos historiando. Son notas demasiado esquemáticas, y no poco confusas (lo que no debe extrañarnos, pues el hombre había de atender a muchas cosas cada día, para escribir luego apresuradamente lo que podemos llamar "parte oficial" de la jornada).
De esas notas, saco que el ángel, que tanto había visitado a las niñas durante la última quincena de junio, estuvo luego casi una semana (desde el domingo, 2 de julio, primera aparición de la Virgen, hasta el sábado, día 8) sin volver a presentárseles. Pero este día 8 y el día siguiente se mostró con ellas más familiar que nunca:
"Nos besó en las mejillas y en la frente..., y nos besó según estábamos en fila"
(Conchita).
Seguramente fue para iniciar una nueva y sorprendente etapa en aquellas comunicaciones del cielo.
Pues por estos días (el martes, día 11, con toda probabilidad) empezó algo que para no pocos fue causa de tropiezo o desazón: las
"comuniones místicas" (así se han dado en llamar) de las niñas. Digo que probablemente comenzó esto el día 11, porque en las notas de don Valentín encuentro esta escueta referencia: "Los días 11, 12 y 13 dijeron que habían comulgado", y es la primera vez que se habla de ello.
Estas comuniones ocurrían siempre a la hora y en el lugar que el ángel les decía de antemano. A esto muy principalmente hay que aplicar la observación general del señor cura:
"Siempre que las niñas han dicho algo con tiempo, siempre se ha cumplido." Antes de que empezaran tales comuniones, el ángel hizo la conveniente "catequesis"..., con toda probabilidad durante las apariciones de los días 8, 9 y 10. La primera vez que las niñas hablaron a don Valentín de que el ángel les daba la comunión, él hizo, naturalmente, algunas preguntas, y luego anotó así: "Dicen que hace (el ángel) igual que yo hago cuando doy la comunión." Estas comuniones tenían siempre, o casi siempre, su oración de "postcomunión", recomendada por el mismo ángel: "Alma de Cristo, santifícame; Cuerpo de Cristo..."
Las personas que a veces las presenciaban, no veían al ángel ni la Sagrada Forma; pero sí veían perfectamente en las niñas todos los gestos o movimientos que se hacen al comulgar; y de ellos corren por ahí numerosas pruebas fotográficas.
Algo muy significativo: Se tiene por cosa comprobada, que el ángel sólo venía a dar la comunión, cuando no había por el pueblo ningún sacerdote que pudiera normalmente hacerlo. Es el "estilo" de la Divina Providencia: Acudir en nuestra ayuda con medios extraordinarios (si le place) sólo cuando no se puede contar con los ordinarios.
Por las notas de don Valentín, se ve que todos o casi todos los días de este mes de julio tuvieron las niñas aparición de la Virgen, o del ángel, o de los dos a la vez. Pero creo que detenernos en sus esquemáticas reseñas resultaría fatigoso o sin interés, por no conocerse más que los detalles externos, los menos importantes, y que, además, variaban poco de día a día.)

Por otra parte, para lo que yo pretendo, no creo que sea necesario recoger minuciosamente "todo" lo de Garabandal; a lo que yo voy, es a obtener una buena y bien fundada visión de conjunto, que nos ayude a calar hondo en lo que tiene todos los signos de ser una extraordinaria obra de Dios y de la Virgen a favor nuestro (Desde estas páginas me atrevo a rogar a cuantos hayan tenido interesantes experiencias en Garabandal, o a propósito de Garabandal, que me envíen sus informes bien precisados en cuanto a fechas, acompañantes, hora, lugar... e incluso aunque luego se guarde el secreto que sea menester): es que quiero completar y afinar cuanto sea posible este libro en sucesivas ediciones.).

 

La reflexión teológica entra en acción

 

Asistimos en este mes de julio de 1961 a la entrada de lo maravilloso en una "cuasi-normalidad". Todos los días hay "sesión":

poco más o menos, de la misma manera;
poco más o menos, a la misma hora;
poco más o menos, por los mismos lugares.

Las niñas favorecidas entran y salen de sus trances con una extraña neutralidad, y hablan de aquellas maravillas como puedan hacerlo de otras cosas cotidianas; los del pueblo se acostumbran ya a ver sin sorpresa, que haya encuentros e intervenciones del otro mundo casi a la vuelta de cada esquina, por casi todos los caminos; sólo para los nuevos de cada día, los forasteros que van llegando de puntos cada vez más distantes, queda ya la "sorpresa" de tener al alcance de ojos y manos un algo totalmente fuera de serie, con lo que nunca hubieran podido soñar.

Todos los que van llegando, vienen movidos de curiosidad; pero detrás de esa curiosidad, tan explicable, hay muy diversas motivaciones y actitudes. Son bastantes los que no quieren quedarse en la pura anécdota, en lo emocionante, o bonito del espectáculo, sino que van a ponderar lo que sucede, a calibrarlo, para si es posible definirlo. Primero, observar; luego entregarse a la reflexión...

Ocurre esto especialmente con médicos y sacerdotes. Los nombres de algunos quedarán para siempre unidos, aunque con signo muy diferente, a esta historia de Garabandal. O por lo que han supuesto en su esclarecimiento, o por lo que han supuesto para su rechazo.

Entre los que han contribuido a esclarecer Garabandal con sus observaciones y su reflexión, merece una mención especial el P. Ramón María Andreu Rodamilans (Ya hemos indicado antes de quién se trata. A pesar de los apellidos catalanes, la familia Andreu-Rodamilans estaba afincada en Bilbao). No fue de los primerísimos en llegar; pero me parece que se adelantó a todos en ir haciendo por escrito un serio estudio o informe sobre lo que estaba ocurriendo en aquella remota aldea de la Montaña.

 

Escrito del P. Ramón Andreu

 

Por eso juzgo muy conveniente, casi necesario, encajar en este punto de nuestra historia lo que el P. Ramón Andreu elaboró como fruto de sus vivencias en Garabandal durante este verano de 1961.

Así empieza su escrito:

"Con autorización especial de S. E. Rvdma. don Doroteo Fernández, administrador apostólico de la diócesis de Santander, y con el beneplácito de mis superiores, RR. PP. Conrado Pérez Picón, viceprovincial de Castilla Occidental, y Cipriano Arana, rector de las Escuelas Profesionales de Cristo Rey (Valladolid), he visitado el lugar de San Sebastián de Garabandal, cerca de Cossío, del Ayuntamiento de Puente-Nansa (El nombre oficial del Ayuntamiento es el de Río Nansa, pero el centro administrativo, o sede oficial, sí está en Puente Nansa.), en la provincia de Santander, con motivo de los sucesos que allí tienen lugar, y que se refieren a cuatro niñas que afirman ver y oír a la Virgen... Y he obtenido los siguientes datos, que pongo a disposición de las autoridades eclesiásticas, con el fin de facilitarles la labor que con motivo de tales sucesos habrán de realizar."

Este informe debió de ser redactado por el P. Andreu entre septiembre y octubre de 1961; pero sus observaciones y experiencias databan ya de julio. Por eso tiene un gran valor para entender lo que fue Garabandal en su primer verano, en estas semanas de nuestra historia en que lo extraordinario entró para aquellas gentes en una extraña normalidad.

De entre las notas que el informe presenta en su primera página, quiero recoger ésta, que juzgo de no pequeña importancia: "Un milagro puede venir como confirmación de un proceso sobrenatural; pero el milagro no hace que el proceso sea sobrenatural, sino que, en todo caso, lo confirma. De ahí el error o equivocación de los que suben a Garabandal con la idea de ver a toda costa un milagro".

Acerca de las "niñas", dice

 

Acerca de "las niñas", dice: "La edad psicológica que representaban durante el primer mes de las llamadas "apariciones", sería como de unos 8 ó 9 años (Aparte de las pruebas personales que sobre esto pudiera tener el padre Andréu, he aquí una buena que aparece en las notas de don Valentín, a continuación de lo del día 17 de julio:
"Le decía Conchita a la Virgen que se fuera a dormir a su cama, que ella se iría al pajar... Y le preguntó Conchita dónde estaba el padre del niño (el que la Virgen traía en brazos)... No sabemos la contestación; pero la niña se puso a saltar de contenta... Las niñas decían a menudo: "No te vayas. ¡Otro poquitín! ¡Ay, no te vayas! ¿Quieres que cantemos o recemos más? ¿Qué quieres que hagamos para que no te vayas?"; y esta vez se pusieron a rezar de broma la letanía, y decían: "Santa Conchita..., Santa Loli..." Total, que no puedo describir el contento extraordinario de aquellas niñas."
), por referencia a niñas de ciudad y colegio. Su conducta, hasta el momento de empezar los acontecimientos, era buena, según el juicio del señor cura, de la maestra y de sus propios padres. También su normalidad era correcta hasta que empezaron los trances, y lo sigue siendo fuera de ellos."

 

¿Por qué niñas para estas cosas?

 

¿Por qué niñas para estas cosas? "Cito al P. Arintero (El ilustre maestro dominico P. Juan González de Arintero, nació en Valdelugueros (1860), pueblecito de la montaña de León, y murió en Salamanca (1928).
Entre sus muchos méritos está el de haber sido restaurador de los estudios místicos en España.
Sus venerados restos se guardan en Cantalapiedra (Salamanca), en la iglesia (muro derecho del presbiterio) de un convento de clausura, monjas Clarisas, a cuya fundación contribuyó él de forma decisiva.)
("La evolución mística", pág. 737): Porque los pequeñuelos, las mujeres, las almas vírgenes tienen un corazón más puro, o hacen generosamente violencia a las pasiones. Así, el Espíritu Santo puede hacer que en ellas brille su luz. Las palabras de la sexta bienaventuranza: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios", encuentran ya aplicación en esta vida. Los hombres y los grandes talentos no tienen, pues, razón alguna para acusar por eso a las mujeres, antes la tienen muy grande para acusarse a sí mismos. No es un privilegio de los pequeños y de las mujeres el ver mejor las cosas sobrenaturales, sino que es como un castigo para los hombres y para los sabios, a fin de que se humillen. Y si no lo hacen, aún les aguarda mayor confusión, conforme lo declaró el Salvador a Santa Catalina de Sena. Santa Teresa rogaba a Nuestro señor que, en vez de colmarla a ella de tantos favores, los dispensase a hombres sabios, a los sacerdotes, a los religiosos, a los teólogos; y El le contestó: "Estos, ni tienen 'tiempo', ni gana de trabar relaciones de confianza conmigo; y, pues siempre me desdeñan, tengo que dirigirme a sencillas mujeres, si he de tener el consuelo de tratar mis intereses con los hombres".

 

Pasa luego el P. Andreu a hablar de los espectadores

 

Pasa luego el P. Andreu a hablar de los espectadores. "El visitante que llega a Garabandal, a ver a las niñas que dicen hablar con la Virgen, suele pasar por las siguientes fases:

–Al oír la primera noticia, lo corriente es que lo tome a broma. Y así, cuando se decide a subir, es medio porque se lo dicen, medio por curiosidad (Anotación de don Valentín el día 17 de julio): Asistieron unos ocho sacerdotes, dos doctores, y unas seiscientas personas de fuera; pero ha habido días, en domingo, que había cerca de tres mil. Muchos vienen por curiosidad; después que ven a las niñas, cambian; he visto llorar a hombres.").

–La visita al pueblo suele causar buena impresión, por lo sencillo que es todo, por la falta absoluta de preparación y acondicionamiento.

–Lo primero que se le ocurre a uno sobre los fenómenos, es pensar en comedia o en ataques de histeria... Al no ver milagros, se pasa inicialmente por momentos de decepción (un proceso de visiones no es un milagro apologético).

–Determinadas actuaciones de las niñas suelen causar impresión, cuando, superado el obstáculo del numeroso público, se logra ver y oír de cerca y con detenimiento.

–La mayor parte de los que acuden a Garabandal no entienden los fenómenos que allí suceden; pero intuitivamente llegan a convencerse de que lo que allí sucede es cosa seria...

Surge entonces un estado de expectación que parece invitar a detenerse reflexivamente sobre los acontecimientos de Garabandal".

 

El escenario

 

"El aislamiento da al pueblo y a sus habitantes una sensación de tranquilidad y paz, que se ha roto ahora con la afluencia de peregrinos y curiosos. Al anochecer, una mujer, la madre de Jacinta, recorre las calles, según vieja costumbre, tocando una campanilla para invitar a los vecinos a rezar por las almas o ánimas del purgatorio. El rosario se reza en la iglesia todas las tardes.

"La paciencia de los padres de las niñas está sufriendo una gran prueba con todos estos acontecimientos: siendo gente sencillísima y humilde, se han encontrado de repente con que sus hijas son sujeto de unos fenómenos que constantemente las están exponiendo a la avidez del público que acude, con lo que se les crea a ellos una situación que no pueden dominar; porque el público no siempre sabe ser correcto en sus palabras y en sus obras. Así, han golpeado a las niñas, han insultado a sus padres, han creado no pocas situaciones desagradables. La falta de una autoridad en el pueblo hace que los padres y mozos del lugar tengan que proteger, incluso a empujones, a sus hijas o hermanas. Ellos quisieran saber, más que nadie, de qué se trata...; y se encuentran solos ante unos hechos que no acaban de entender. Solamente el que en tres meses que dura ya esta situación, con tantas carreras y aglomeraciones, con tantas y tan diversas personas que acuden, no haya sucedido nada que lamentar, lo interpretan ya como una señal de que hay una mano invisible que vela por las niñas y las guarda con cariño.

"Los vecinos no afirman ni niegan nada: no cuentan más que lo que ven; pero todos ellos, conocedores de la sinceridad y normalidad de las niñas, tienen el convencimiento de que lo que ellas dicen es verdad.

"Tratándose de actuar con seriedad científica, no se pueden tomar para estudio más datos que los que proceden de testigos de primera línea, pues a veces la avalancha de curiosos y el rodar de boca en boca las noticias pueden transformar determinados hechos en fantásticos bulos... Los datos que aduzco en este informe están directamente constatados por mí, salvo los casos en que explícitamente se cita la fuente de donde proceden (También yo, para este libro, quise documentarme "in situ", y de primera mano, con los testigos que fueron viviendo como nadie toda la historia; pero monseñor Cirarda, obispo de Santander, se ha negado siempre a dar facilidades...)".

 

Los protagonistas

 

"Como ya queda indicado, las cuatro niñas dan en la vida ordinaria, es decir, fuera de los trances o éxtasis, muestras visibles de normalidad. Tal ha sido y es el parecer de los médicos, aun de aquéllos que se han mostrado más escrupulosos en el examen. Para cualquier observador, como para sus padres y para el párroco y para todos los que ya las conocen de tiempo atrás, esas cuatro niñas son perfectamente normales. Con motivo de "los sucesos", los únicos que están sufriendo en su salud, por preocupaciones y disgustos, son sus familiares. Ellas, al contrario, después de tres largos meses de trances y sucesos casi diarios, con tantas horas de noche en vela, se encuentran completamente normales: juegan y corren como las demás niñas, dan grandes caminatas a los prados (algunos, a cinco y más kilómetros), atienden a las cosas de casa; reaccionan, en una palabra, como cualquier otra chica de su edad y ambiente".

A continuación cita el P. Andreu párrafos de una carta que le dirigió el 24 de agosto de 1961 un especialista en pediatría, el doctor don Celestino Ortiz Pérez (Santander), atestiguando la absoluta normalidad y buena salud de las videntes e impugnando ciertos puntos de vista del doctor "X" (Seguramente se trata del doctor Morales, conocido psiquiatra de Santander, que, según diremos más adelante, fue llamado a formar parte de la Comisión designada por don Doroteo Fernández para estudiar lo de Garabandal), empeñado en dar explicaciones naturalistas y de signo morboso a los extraños fenómenos de Garabandal.

 

anécdota, bien significativa

 

Y termina con esta anécdota, bien significativa:

"Un día, en el pueblo, cierta jovencita sufrió un ataque de nervios (manifestado en gestos y actitudes de enorme excitación), pretendiendo que la Virgen le había hecho una "llamada". Me la trajeron en seguida a casa del señor Ceferino, donde estábamos con Loli y Jacinta un médico y varias otras personas, Se le dio un calmante, y el médico y todos los presentes pudimos ver la enorme diferencia que había entre la acostumbrada tranquilidad de Loli y Jacinta (que entonces sonreían y ayudaban a tranquilizar a la chica) y el aspecto desencajado y nerviosísimo, en el hablar y mirar, de la jovencita que había sufrido el ataque. Después de retirarla y acostarla en una cama, ella se fue recuperando lentamente. Poco después, en una visión, se oyó decir a las dos niñas: "¡Y se le hacía que la Virgen la llamaba!... ¡Ah! Es que estaba mala... ¡Qué susto nos dio!" "

 

De la observación de las niñas, se saca lo siguiente

 

"De la observación de las niñas, se saca lo siguiente:

1.º –Ellas no tienen ansia de espectacularidad. Al revés, les gusta huir de la gente que viene a verlas. Un día bajaban del prado Loli y Jacinta; al llegar a un alto desde donde se domina el pueblo, se dijeron una a otra: "¡Qué pena! con lo bien que estábamos solas... Y ahora, ¡otra vez con la gente!"

Aseguran ellas que la Virgen les dice que estén en sus casas, sin salir nada más que para hacer algún recado; es decir, que no anden por la calle en las horas de la tarde, que es cuando acude la gente. Esto no se lo ha dicho la Virgen todos los días; pero ellas lo cumplen bien.

2.º –Por otra parte, a las niñas les gusta que venga gente, "para que crean"; pero no están pendientes de ella, cuando ha venido.

3.º –El hecho de que la mayoría de sus visiones sean en público, no es cosa que se les pueda achacar, ya que ellas son llevadas y traídas por una fuerza superior; lo cierto es que tan pronto como acaban los trances, se apresuran a recogerse en casa.

4.º –No se inquietan para nada si, después de venir mucha gente, no hay visión y los visitantes se marchan descontentos o desilusionados".

 

relato de don Miguel González-Gay

 

Confirmación de todo esto del P. Andreu podemos encontrar en el siguiente relato de don Miguel González-Gay (semanario "¿Qué pasa?", 5 de abril de 1969):

"En la tarde del 25 de julio de 1964, festividad del Apóstol Santiago (Fiesta de precepto en España), había fiesta en el pueblo de Garabandal. A lo lejos se oían altavoces, que amortiguaban en parte los truenos de una tormenta... Era a la caída de la tarde, y en la cocina de la casa de Mari Cruz se encontraban: los padres de ésta, una señora abogado de Madrid y un señor de Santander (Creemos que don Plácido Ruiloba.); la cocina estaba casi a oscuras, y el señor de Santander, hábilmente, colocó debajo de la mesa un magnetófono, procurando que la conversación derivara hacia los sucesos de las niñas...

La madre se desahogó con largas confidencias, y entre otras cosas dijo:

"Ella, Mari Cruz, no quería que la viera nadie; no crea usted que Mari Cruz andaba buscando que la viera la gente, quería estar sola. Mire, en una ocasión resultó que la chiquilla había ido por avellanas con una que se llama Pili, hija de Mingo y Nati; y estando en la braña del Monte, más lejos que de aquí a Cossío, la chiquillas estaba tan tranquila cogiendo avellanas, cuando de pronto empieza a decir que tenía que irse a los Pinos..., y pesca a correr, y las otras que no podían seguirla; y les dijo:  –Mirad, si en los Pinos no hay gente, me podéis dejar sola; pero si hay gente, avisad a casa".

Escolástico (padre de Mari Cruz) interviene para decir que las compañeras le preguntaron luego que cómo había corrido tanto, que no podían seguirla, y ella les contestó: "Pues en esos momentos, a mí me parece que voy sentada".

"Llegó a los Pinos, y allí estaba Matutano; cayó en éxtasis, y las otras chiquillas dijeron cuando llegaron, que llegaban negras de correr, y allí estaba ella como si ná... (Este episodio de Mari Cruz, según unas notas que he podido ver de don Valentín, ocurrió el 20 de septiembre de 1961.)

"Y mire usted si lo hacía para que la viera nadie, que un día estaba yo en Torrelavega, y vino a casa la prima, y la encontró aquí sola en la cocina, en éxtasis, y Dios sabe el tiempo que llevaría así... Otro día fue Nisia a llevar la comida a la cuenca, y la encontró sola también en los Pinos. Y ella, encantada; ella prefería estar sola" ".

Abundan las pruebas de que las videntes no estaban "tocadas" de exhibicionismo o espectacularidad, ni los éxtasis dependían de que hubiera público..., aunque los "sucesos" venían, naturalmente, para bien común.

 

Relato de Aniceta

 

Aniceta recuerda de una noche con tiempo malísimo  –noche "pestífera", dice ella–  en que hubo de acompañar a su hija extática hasta el cementerio. La buena mujer confiesa que es muy miedosa, y por nada del mundo andaría ella sola de noche, y menos camino del camposanto; sólo le ha desaparecido este miedo cuando iba con alguna niña en éxtasis: entonces se sentía otra... Pues bien, esa noche, ella y Conchita, enteramente solas, se fueron por aquellos caminos tan solitarios, oscuros y embarrados; se estuvieron largo rato rezando por los difuntos a las puertas del cementerio; volvieron después al pueblo, y la marcha en solitario continuó, pues Conchita, siempre extática, se puso a recorrer sus calles y callejas, cantando el rosario, al que contestaba su madre lo mejor que podía (dice ésta que Conchita por entonces cantaba muy mal, "casi tan mal como don Valentín", pero en éxtasis se transfiguraba y lo hacía de maravilla)...; al fin, salieron alguna personas de sus casas y se les agregaron.

 

la concordia de sus explicaciones.

 

"Hay otro punto muy interesante  –continúa el P. Andreu–  por lo que respecta a las videntes: la concordia de sus explicaciones.

Son muchas las veces que se ha intentado ponerlas en contradicción con preguntas capciosas... Para valorar sus respuestas, conviene tener en cuenta lo siguiente:

a) Las niñas, al hablar en estado normal, pueden incurrir en todas las deficiencias propias de su edad, ambiente, etc...; y así, pueden tener fallos de memoria, de expresión, de cansancio, e incluso incurrir en laguna mentira.

b) Como no siempre tienen las cuatro las mismas visiones, es natural que unas den datos o pormenores que otras no tienen.

Pero cuando se trata de describir lo que ven, he comprobado que siempre están de acuerdo; también se da este acuerdo cuando hablan de lo que han oído las cuatro. En cambio, se dan pequeñas vacilaciones cuando se trata de la fecha en que ocurrieron determinados hechos; la cosa está, sobre todo en que algunas no se acuerdan exactamente..."

A continuación aduce el P. Andreu varios textos de maestros de teología espiritual, para dar luz sobre estas experiencias, y acaba este punto con un dato interesante:

"Hablando una vez con las niñas, les pregunté si se acordaban bien de lo que veían en sus visiones y, variando un poco los términos de mi pregunta, me respondieron así: "De lo que la Virgen nos dice, yo sí me acuerdo; de lo que yo digo, no tanto" ".

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"Para explicar algunos de los fenómenos que tienen lugar en ellas, suelen acudir a fórmulas negativas. Así, por ejemplo, hablando de la voz de la Virgen: "No hay voz como la suya". O después de querer decir lo que son las llamadas, o lo que sienten en las marchas: "Bueno, la cosa es algo como eso, o no sé..."

A propósito de esto de las marchas, me dijeron: "Íbamos como en el aire, como tumbadas; no sé, como en otro mundo; pero de día y con sol". Compárese esto con Santa Teresa, Moradas Sextas, capítulo 5, párrafo 7".

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A. M. D. G.