ÍNDICE

CAPÍTULO VI

1.ª parte

 

 

"VINO A LOS SUYOS; PERO LOS SUYOS..."

 

 

 


 

La Virgen actuaba abiertamente en plan de Madre y Maestra

  ¿Por qué precisamente a ellas? ¿Qué mérito tenían sobre otras u otros?

    Mas de cuatro pasos por las nubes

    Relato de don Andrés Otero Lorenzo

    Pero continuemos escuchando al señor Otero:

    La obra de la Madre y Maestra

    consejos y recomendaciones que las niñas han recibido

   Formación de conciencia    Humildad

   Obediencia

   Piedad

   Caridad hacia el prójimo

   Penitencia

   Limpieza de alma

    La modestia

   Paciencia

   Envidia

   Actitud hacia los sacerdotes

    Que una extraordinaria Madre y Maestra se movía en aquel verano de 1961 por los lugares y entre las gentes de Garabandal, parecía incuestionable

 


 

Así esquematiza el cuarto evangelista (Jn 1, 11) el acontecimiento cumbre de la Historia (venida de Dios a los hombres como uno de ellos) y sus resultados (reacciones contradictorias de esos hombres a tal venida).

Y esas palabras, inspiradas, me atrevo yo a usar para dar cuenta de lo ocurrido entre nosotros con la "venida" (El lector inteligente captará en seguida, que no pretendo poner en pie de igualdad la Venida del Hijo de Dios al mundo y la "venida" de la Virgen a Garabandal... Ni por su realidad espiritual y física, ni por su alcance, ni por su dimensión de fe, pueden equipararse ambas venidas. La comparación que yo hago tiene sólo valor ilustrativo.) de María Santísima a Garabandal.

Aunque "en aquel tiempo" Jesús venía para todos los hombres y todos los pueblos, su venir afectaba primeramente a los hombres de su pueblo Israel: ¿cómo se reaccionó en este pueblo, el primer llamado y elegido, ante el hecho inaudito del Emmanuel (Palabra hebraica que significa "Dios con nosotros".)? Bastantes acabaron comprendiéndole, y le aceptaron gozosos; pero bastantes otros  –las clases dirigentes e en general (sacerdotes y doctores)–  se cerraron en la incomprensión y le rechazaron. A los primeros colmó de bienes: "A quienes le recibieron, les dio el poder llegar a ser hijos de Dios..." (Jn 1,12). Y a los segundos les abandonó en su vaciedad o miseria de espíritu: "Moriréis en vuestro pecado..." (Jn 8, 24). Aquí está el misterio de que Él "vino a los suyos y bastantes de los suyos no le recibieron"

 

La Virgen actuaba abiertamente en plan de

Madre y Maestra

 

Acabamos de ver en el capítulo anterior cómo por el mes de julio de 1961, lo extraordinario, lo más extraordinario, se hizo realidad cotidiana para los hombre en un rincón de la bravía Cordillera Cantábrica. Mediante la cotidianidad de sus gracias de excepción, la Virgen ,según las palabras de su Magníficat, fue colmando de bienes a quienes "la recibieron", haciéndoles vivir como nunca la realidad maravillosa de ser hijos de Dios e hijos suyos. Actuaba abiertamente en plan de Madre y Maestra; mas no a todos alcanzaba por igual su acción. A la multitud la adoctrinaba más bien en forma indirecta, a través de fenómenos que las gentes no podían explicarse, pero ante los cuales sentían un religioso respeto; por esos fenómenos entraban muchos en comunión viva con un mundo superior, que hasta entonces había tenido quizá muy escasa gravitación en su vivir. A las cuatro escogidas, sin embargo, les daba Ella lecciones directísimas, casi todos los días; y no rara vez, hasta dos y más lecciones por jornada...

 

¿Por qué precisamente a ellas?

¿Qué mérito tenían sobre otras u otros?

 

¿Por qué precisamente a ellas? ¿Qué mérito tenían sobre otras u otros? A quien esto pregunta, yo le invito a preguntarse más a fondo: ¿Por qué Jesús, de entre los muchos que ya venían mostrándose como entusiastas discípulos suyos, escogió sólo doce para hacerles sus apóstoles, y precisamente a los doce cuyos nombres ahora todos conocemos? Responde el evangelista: "Habiendo subido al monte, llamó a sí a los que El quiso... en número de doce, para tenerlos más cerca y enviarles luego a predicar" (Mc 3, 13-14). ¡A los que Él quiso! No sabemos si valían más o lo merecían más... Conviene no perder nunca de vista esto: para que "nadie pueda gloriarse en su presencia" (1 Cor 4, 7); para que todos sepamos bien que "no está en que uno quiera, ni en que uno corra, sino que todo es cosa de la misericordia de Dios" (Rm 9, 16).

Sería interesantísimo y delicioso conocer desde dentro alguna de las lecciones que la celestial Madre y Maestra empezó a dar en este verano de 1961 a sus cuatro afortunadas hijas y discípulas; pero ellas no han sabido explicárnoslas (Encima Conchita pasa por alto en su diario casi todas estas fechas de julio.). Habremos, pues, de limitarnos a ofrecer lo que algunos supieron captar desde fuera, y que luego han transmitido en relatos.(Por cierto, bien poco abundantes en lo que concierne a este mes de julio de 1961 en que aún nos encontramos.)

 

Mas de cuatro pasos por las nubes

 

Como tipo y muestra de lo que estaba ocurriendo casi todos los días en Garabandal, doy aquí lo ocurrido el día 16, fiesta de la Virgen del Carmen, tan celebrada por toda España (Influye en esto, aparte de la devoción carmelitana propiamente dicha, el que abundan extraordinariamente las mujeres que se llaman María del Carmen , y el que la Virgen del Carmen es la Patrona de nuestras gentes del mar.), y que aquel año cayó en domingo.

 

Relato de don Andrés Otero Lorenzo

 

He recogido directamente esta relación de labios de don Andrés Otero Lorenzo, natural de Santiago de Compostela y residente ahora (1970) en Madrid: él fue testigo y actor de lo que cuenta.

El citado día 16, a primeras horas de la tarde, llegaba dicho señor a Garabandal, conduciendo un automóvil: llevaba a la propietaria del coche, señora de Zubiría (don Antonio) y a la señorita Carmen (Menchu) Herrero y Garralda, hija menor de los marqueses de Aledo (El señor Otero era entonces chofer-mecánico de la Marquesa. El coche que llevó aquel día a Garabandal era un utilitario de la señora de Zubiría, por ser más a propósito para la difícil subida al pueblo.).Habían salido de Ribadesella (Bonita villa de la costa asturiana, en la desembocadura del río Sella. Son muchos los que la eligen para veranear.) horas antes y llegaban por primera vez a Garabandal.

Pronto cayeron, como tantos otros forasteros, por la casa-taberna de Ceferino Mazón y empezaron a preguntar... sin que nadie pudiera asegurarles nada sobre si habría aparición aquella tarde. Loli, que se movía por la casa haciendo cosas, no tardó en aparecer, y de ella supieron que sí la habría (seguramente tenía ya alguna "llamada"), pero sin poder precisar la hora.

Salieron a callejear, para conocer un poco aquel interesante y extraño pueblo. Pararon en casa de Conchita y hablaron con ella... Les confirmó en lo de Loli: sí, esperaban algo; pero más tarde. Las campanas de la torre empezaron a lanzar entonces sus primeros toques para el rosario en la iglesia (Solía rezarse a la caída de la tarde, menos los domingos, que era antes.).

Los tres viajeros se echaron de nuevo a la calle, y allá se dirigieron, caminando sin prisas. No habían llegado a la plaza, cuando vieron que Conchita pasaba ya, rauda, como traspuesta, y mirando hacia arriba... El señor Otero, hombre fuerte y joven, en sus treinta y tantos años, se lanzó detrás de ella, dispuesto a mantenerse a su lado para observarla a satisfacción:

"Impresionaba su figura  –me dice–, todo su aspecto. Yo no había visto, ni he vuelto a ver (Se entiende, fuera de Garabandal; porque este mismo señor, que hizo posteriormente más visitas a dicho pueblo, contempló más éxtasis de las niñas, que siempre le dejaron asombrado.), cosa igual. La cara, totalmente hacia arriba, con una bellísima expresión; los labios entreabiertos, yo no sé si para rezar o para hablar, o para ambas cosas; las manos juntas delante del pecho, y moviendo entre los dedos las cuentas de un rosario... Pues y su andar! Aquello sí que era único por su gracia y ligereza; parecía llevar un paso normal, y uno tenía casi que correr para no quedar rezagado."

Cuando estaban llegando a la altura de la casa de Ceferino, salió de ella Loli, también en éxtasis, con la misma actitud y expresión de Conchita; sin mirarse, se emparejaron perfectamente ambas y continuaron hacia la iglesia, no cogidas del brazo como en tantas otras ocasiones, sino sueltas y sujetando cada una su rosario con las manos ante el pecho.

El templo se llenó rápidamente de fieles; las dos videntes llegaron en su marcha extática ante la misma barandilla del presbiterio, y allí, con una de aquellas caídas que tanto impresionaban y estremecían, se hincaron de rodillas en el suelo.

Según costumbre, dirigió el rezo del rosario una mujer del pueblo (Se trata de Maximina González, tía de Conchita, Así, por lo menos, me ja dicho don José Ramón García de la Riva, de quien ya se hablará. Parece que también lo dirigía alguna vez otra mujer del pueblo, Celina González.), y las niñas siguieron en su éxtasis durante él, hasta el fin. Cuando los rezos acabaron, ellas se pusieron en pie, salieron majestuosamente de la iglesia y empezaron una marcha extática (Se llaman así los desplazamientos de lugar que ocurren durante un éxtasis. En Garabandal han sido frecuentísimas.
"Unas veces han marchado todas juntas de frente y a ritmo normal de marcha. Otras, han comenzado juntas, y luego se han ido separando cada una por calles distintas, para encontrarse al fin en un punto determinado, dando muestras de gran alegría en este encuentro. Lo más frecuente ha sido ir de frente y a gran velocidad, de manera que ni los más rápidos podían seguirlas. Ha habido casos en que han hecho las marchas de rodillas, y hasta sentadas...
Estos desplazamientos en éxtasis se deben a que la aparición se les  cambia o aleja de lugar y ellas la siguen; pero sin saber cómo. No saben definir si van corriendo, andando, tumbadas..., ni siquiera, si verdaderamente se mueven o no" (P. Andreu). )
hacia los Pinos...

Era muy difícil seguirlas; por ello muchas personas, entre ellas las dos damas llegadas de Ribadesella, desistieron pronto de aquella marcha, que no era para desentrenados. A nuestro comunicante, señor Otero, no le falta la palabra, incluso la tiene muy expresiva; pero no acierta a explicar la gracia de aquellos andares en éxtasis...

"No volaban, como a veces se ha dicho por personas que veían las cosas de lejos y en la oscuridad; no volaban, lo pude comprobar bien. Sus pies se apoyaban en el suelo, pero era de un modo que no sé cómo decir... Mirando siempre  y sólo a lo alto, jamás tropezaban con nada, ni resbalaban, ni daban contra ninguna piedra, ¡y cuidado que había piedras y cantos por aquellas calles y caminos de Garabandal! Sobre todo entonces, porque luego el público que subía iba quitando poco a poco las piedras peores: yo mismo he quitado no pocas en mis diversas subidas. Ellas marchaban como en volandas, sin volar, y los demás, dando tumbos y resbalones, porque ¡hay que ver cómo está aquello!, sobre todo para recorrerlo a oscuras o con poca luz.

"Las niñas pisaban como si los pies tuvieran ojos para acertar a ponerse exactamente en el punto que convenía: siempre sobre las piedras o guijarros, o lo que fuera, nunca chocando contra ellos... y con una ligereza y un aire, y un ritmo... No se puede describir. Yo caí varias veces y tropecé muchísimas más; pero, aunque sudoroso y jadeante, logré no despegarme de ellas: no podía perderme aquella maravilla.

"¡Ah! Se me olvidaba: Antes de entrar en "la calleja", a la altura de las últimas casas del pueblo, en medio de la calle estrechada por sus paredes, las niñas tuvieron una de sus "caídas". A mí se me paró el corazón con el ruido del golpe que dieron sus rodillas: ¡Ay, Dios! Estas criaturas se han destrozado las rodillas y roto las piernas, me dije.

"Pero nada de eso, como pude comprobar luego. Había oscurecido bastante pronto, porque en las últimas horas de la tarde unos nubarrones que venían de la sierra aquella que hay detrás, ensombrecieron bastante el cielo; la gente marchaba como podía, pero en silencio, detrás de nosotros, cuando de pronto, inesperadamente, se produjo eso de la caída... Yo lo veía por primera vez, y me estremeció, porque había que ver cómo se desplomaban de golpe, con las rodillas desnudas sobre aquel suelo de piedras y guijarros: el golpe sonó secamente, como un crujir de huesos.

"De rodillas sobre los cantos permanecieron un ratito. Miraban fijamente a algo que estaba delante y por encima de ellas: sonreían, ¡y qué sonrisa más preciosa!, movían los labios como si hablaran o rezaran, pero en un susurro, de modo que apenas se les entendía alguna palabra que otra... Allí era imposible dudar de que ellas estaban con Alguien.

"Yo tenía una posición privilegiada, casi pegado a las niñas, y pude observar a gusto. Incluso me permití hacer algunas pruebas: hice ademán de meterles los dedos por los ojos, pasé repetidamente la mano por delante de ellos... ¡ni una contracción, ni un parpadeo! Estaban totalmente absortas en algo que nosotros no podíamos comprender. A mi lado, un médico (le vi bien, aunque él trataba de disimular) se atrevió a más que yo, y repetidamente las estuvo pinchando con una aguja en los brazos: tampoco apareció en ellas una mínima señal de que lo hubieran sentido. Y conste que estas pruebas las repetimos en otras varias "caídas" que tuvieron durante la "marcha" de aquella tarde.

"Al fin, se levantaron y siguieron hacia arriba, hacia los Pinos. Nosotros las seguíamos como podíamos por aquella larga y difícil "calleja" de las apariciones... Yo no acertaba a explicarme cómo ellas que no apartaban un momento la vista de lo alto, seguían el camino sin desviarse absolutamente nada, ni a la derecha ni a la izquierda. Y ¡cómo sorteaban toda clase de obstáculos, especialmente en el último repecho, tan empinado, con tantos matojos y plantas espinosas.

"Cayeron de rodillas ante los Pinos, como si alguien las posara delicadamente allí: sin rasguños, sin sudores, sin la más leve muestra de fatiga. En cambio, ¡cómo llegábamos los demás!: sudorosos, jadeantes, con las marcas de nuestras caídas, resbalones y pinchazos... No me extraña que bastantes personas se fueran quedando por el camino.

"De rodillas ante uno de los pinos, creo que el del centro, estuvieron un buen rato, rezando, hablando y sonriendo... con alguien invisible. Pegando mi oído a su cara, pude captar algunas palabras sueltas; creo que lo que más repetían, cuando hablaban, era esto: ¡Qué bien, qué bien!... Ah, ¿sí? ¡Ay, qué bien...!"

–Pienso yo, si la Madre Celestial, en aquel día de su fiesta como Virgen del Monte Carmelo, no hablaría a sus pequeñas, de lo mucho de su amor y misericordia hacia todos sus hijos de la tierra, "criaturas en riesgo"..., de los planes de ayuda o salvación en que siempre ha estado empeñada para nuestro bien.

 

Pero continuemos escuchando al señor Otero:

 

"En aquel rato de los Pinos fue cuando mejor pude darme cuenta de lo extraordinario del reír o sonreír de las niñas en éxtasis. Reían con toda su persona... no había allí nada de eso que decimos y que es tan frecuente: reír de dientes para fuera; su risa les desbordaba de dentro, porque yo creo que estaban entonces llenas de una alegría que nosotros desconocemos.

"La gente en torno, empezó guardando un religioso silencio, y luego se puso a rezar, dirigida por alguien. Era ya de noche, pero se veía bastante bien a la luz de las linternas... Yo, que no quería perderme detalle, estaba también allí para proteger a las niñas, con Ceferino y su hijo; para eso, de rodillas como estábamos, extendimos los brazos y nos cogimos de la mano, formando como un pequeño valladar en semicírculo, que impidiera a los curiosos echarse encima de las dos niñas. En un momento dado, yo, para hacer más fuerza, alargué la mano izquierda, que tenía libre, para agarrarme de una de las ramas del pino (entonces, había algunas muy bajas (Hoy hubiera sido imposible hacer esto del señor Otero, pues las ramas bajas de los pinos han desaparecido: la gente acabó con ellas, por llevarse un recuerdo o "reliquia")), cuando oí exclamar a Loli: "¡Ay, que toca a la Virgen!"... Puede imaginarse mi emoción.

"El descenso de los Pinos tuvo, poco más o menos, las mismas características que la subida... Las niñas, siempre en éxtasis, tuvieron aún alguna otra "caída", bien distinta de las nuestras... Y todo terminó a las puertas de la iglesia. Cuando las niñas volvieron en sí (La entrada de estas niñas en trance es instantánea, dura la fracción de un segundo: levantan la cabeza de golpe, y quedan como clavadas en la visión, que es la que las lleva de un lugar a otro.
La manera de terminar es, generalmente, o santiguándose, o dando un beso; lo que ocurre para que la cosa acabe, según ellas lo explican, es que "La Virgen se va como si se desharía" " (P. Andreu informe citado)), pude comprobar más a gusto y más despacio, que ellas, ni se habían roto ningún hueso, ni tenían siquiera una marca en las rodillas. Si esto no es un milagro, que vengan los listos y me digan qué es.

"Para colmo de mi sorpresa, vi que las niñas, después de todo aquello, que nos había dejado hechos polvo a los demás, estaban más frescas y enteras que nunca: sin cansancio ni pesadez, como si acabaran de salir del más reparador y feliz de los sueños. Yo estaba, que no me tenía, y el vestido y calzado, daba pena verlos. Sólo le digo que yo había ido con unos zapatos casi del todo nuevos, de buena calidad, y al día siguiente, o a los dos días, tuve que comprarme otros.

"También me sorprendió mucho en las niñas, que ellas no se habían dado cuenta alguna de las cosas que pasaban a su alrededor... y que tenían la impresión de que todo aquello, largo de unas dos horas, había durado sólo unos momentos... y que les parecía que apenas se habían movido...

"Yo, en visitas posteriores a Garabandal, con miembros de la familia Aledo, tuve la suerte de ver aún muchas cosas; pero es como si se me hubieran quedado más grabadas las que vi el primer día.

"Le seguro solemnemente, que nunca podré olvidar aquello. Aquello era único, y conste que, por mi servicio, he visto no pocas tierras y cosas"...

Nuestro hombre me enseñó una fotografía (Comenzados los sucesos, pronto acudieron los fotógrafos aficionados y profesionales... Estos vieron la manera de ganarse algunas pesetas vendiendo fotografías d las niñas... Pero ni éstas, ni sus familiares intervinieron para nada en el asunto.) de las cuatro niñas en éxtasis, con la firma de cada una de ellas, y sus años, se la habían firmado al día siguiente de los sucesos relatados y allí constaba claramente la fecha: 17 de julio de 1961. "De esto  –me dijo él–  no me desprendo yo, por mucho dinero que me ofrezcan". Y la guardó con todo cuidado.

Pues bien, cuanto don Andrés Otero pudo contemplar en San Sebastián de Garabandal el día de su primera subida, era ya allí cosa de cada día  –excepto la marcha extática–  desde hacía casi un mes (y cosa de cada día siguió durante bastantes otros)...

Y muchos se negaban a creer. Y casi todos ¡estaban pidiendo y pidiendo un milagro!

 

La obra de la Madre y Maestra

 

"Dios es Espíritu" (Jn 4, 24), y la presencia y acción del espíritu sólo puede detectarse por sus efectos. Así también a través de sus efectos es como podremos entender mejor la presencia y acción de la Virgen en Garabandal, descubrir en qué empleaba, o para qué quería, sus ratos de "entretenimiento" con las niñas.

Mucho de lo que Ella hacía, permanece aún en el misterio. Y es que es espíritu, como el aire, "sopla donde quiere: oyes su voz, el ruido de su paso; pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va" (Jn 3, 8). En las cosas de Dios, siempre se procede así. No hay nunca una desvelación total y repentina: quizá los hombres, siempre inmaduros, siempre impreparados, no podrían soportarla, o asimilarla. El estilo de Dios hacia sus creaturas es un hacer en forma gradual, por etapas, según un ritmo que sólo El conoce (y que a nosotros tantas veces nos desconcierta), sin prisa, pero sin pausa.

Los efectos más inmediatos de la presencia y acción de la Virgen pudieron verse sobre todo en la manera de pensar y de conducirse de las niñas. Innegablemente, ellas iban siendo otras.

El P. Ramón María Andreu, en su ya tantas veces citado informe, como fruto de observación personal y de datos directamente recogidos, escribe:

 

consejos y recomendaciones

que las niñas han recibido

 

"Desde que comienzan las visiones, hasta la fecha de 25 de agosto (unos dos meses), son varios los consejos y recomendaciones que las niñas han recibido. El orden en que se ponen aquí, quizá no corresponde exactamente al cronológico, ya que no me es posible reconstituirlo, y además, muchos de tales consejos se han repetido con frecuencia.

"1.º Al principio, las niñas se escapaban del público que subía a verlas ("cogíamos a correr"): la Virgen les dijo que no huyesen, y que si les preguntaban algo, respondieran con las cosas que ellas sabían que podían decir. Desde entonces, ya no se han escondido de la gente (Como la Virgen no venía por ellas solas, tenían que saber abrirse hacia los demás, comunicando lo que fuera comunicable. Cierto, que bastantes personas preguntaban sólo por frívola curiosidad; pero había también no pocas que necesitaban ayuda, o la buscaban, para afianzarse en la piedad y en la fe.).

"2.º Otro consejo, muy repetido, es el de que sean "modosas" (Esta palabra es de uso corriente en algunas regiones de España, y se emplea precisamente en el sentido que dicen las niñas al P. Andreu. Viene del plural "modos", y equivale a saber tener modos, o ser persona de convenientes modales... Naturalmente, que no puede limitarse a posturas o actitudes puramente externas. Decir que una niña o joven es "muy modosita", es gran ponderación, no sólo de sus "modos" exteriores, sino de toda su conducta en cuanto a discreción, modestia, educación, detalles, etc.). Ellas lo interpretan en el sentido de que no sean vanidosas, que vistan con sencillez, y que tengan actitudes de modestia y humildad.

"3.º Quizá les ha repetido aún más el consejo de que sean obedientes (Del día 16 de julio, domingo y fiesta de la Virgen del Carmen, es esta anotación de don Valentín: "Cuando yo subí, a las cinco de la tarde, me encontré a Conchita y Loli con dos o tres cadenas y medallas, dos o tres rosarios, reloj de pulsera (se entiende, que todo esto lo llevaban puesto las niñas); me enfadé un poco con ellas, y les quité todo; no les dejé más que un rosario y una cadena de escapulario; y les dije que tenían que obedecer al cura y a los padres... Después me dijeron que les había dicho el ángel, que "sí que podían llevar las medallas, pero que tenían que obedecer al cura y a los padres, y hacer vida de niñas como siempre". "
Del primer día que Conchita tuvo éxtasis en los Pinos es este fragmento de diálogo con la aparición
: "Un día no pude verte, porque no me dejaron subir... Sí, ya sé que tenemos que obedecer; pero primero a Ti... Bueno, pero a ti también tenemos que obedecerte..." Creo que a nadie resultará difícil llenar esos puntos suspensivos con las respuestas de la Aparecida, que los espectadores, naturalmente, no podían captar.
Nadie dirá que era poco oportuna esta recordación del deber de la obediencia, o que estaba de sobra. Si a nuestro tiempo le viene caracterizando el fenómeno de la "rebelión de las masas", como escribió quien todos saben, casi en punta de la rebelión está ahora la rebeldía de los hijos. Con pretexto de sacudirse el "paternalismo", que debe de ser cosa absolutamente abominable, lo que se están sacudiendo muchísimos es toda sujeción y disciplina, para desastre de ellos y de la vida familiar.
La Virgen en la Montaña no hace más que apremiar con lo que Dios proclamó en el Sinaí, y el Hijo de Dios revalidó plenamente en el Monte de las Bienaventuranzas.)
. Yo mismo he tenido que darles explicaciones.

"4.º Lo mismo el de que hagan sacrificios. Ellas no sabían el significado de esta palabra. Por encargo de la Virgen, se lo preguntaban a los sacerdotes (Suponemos que no se lo irían a preguntar a los que andan por ahí diciendo que todo eso del sacrificio, la mortificación, la renuncia, etc., ya no tiene cabida en "nuestro cristianismo abierto y renovado...". Tales cosas pertenecen a una vieja y ñona ascética, de cuño monástico, que está ya "felizmente superada", según la palabrería de los nuevos "profetas".). Yo mismo he tenido que darles explicaciones.

"5.º Ha logrado inspirarles horror al pecado (¿Cómo se le ocurría a la Virgen venir a estas alturas con ese cuento del pecado? ¿No queríamos una moral sin él? ¿No estábamos en que todo lo que hay en el hombre es un valor? En un cristianismo adulto y tal ¿puede haber lugar para aprensiones y cortapisas? ¿No estamos ya todos salvados, pase lo que pase? ¡Cuántas inexactitudes o majaderías se están repitiendo hoy al desconcertado Pueblo de Dios!). En cierta ocasión, Conchita, sola en éxtasis, decía: Y eso, ¿qué es?... ¡Ah! La cinta de los pecadores. ¡Qué fea! ¡Quítamela!... Sí, no la quiero ver. ¡No! (llora)... ¿Otra vez, la cinta de los pecadores?... ¡Ah, sí! ¡Sacrificios!... En otra ocasión, Loli estuvo como unos 25 minutos sin decir nada, en actitud extática, y al final, sólo dijo: ¡Misericordia, misericordia!, mientras le corrían lágrimas por la mejilla.

"6.º En cuanto a la piedad, les ha invitado a rezar mucho, especialmente el rosario y la estación a Jesús Sacramentado. Cada día, además del rosario que rezan con el pueblo, rezan otros con la visión (Nadie podrá decir que esto no resulta harto significativo, teniendo en cuenta la "nueva" actitud de ciertos clérigos y seglares hacia esas prácticas de piedad...).

"La Virgen les ha enseñado también cánticos religiosos. Y les corrige cuando hacen defectuosamente alguna práctica religiosa, como el santiguarse, la recitación de la nueva fórmula del "Señor mío Jesucristo", etcétera.

 

Formación de conciencia

 

"7.º Formación de conciencia: Con frecuencia se oye a las niñas hacer preguntas en estado de trance; he aquí algunas de esas preguntas:

Cantar la canción "Esperanza", ¿es pecado? (Se trata de una canción que por entonces se había hecho muy popular; canción frívola, de letra tonta o insulsa, como la de tantas otras canciones que han tenido éxito. Decía, por ejemplo, entre otras "genialidades":

"De las mujeres,
nunca se sabe..."

Y repetía como enjundioso estribillo:

"¡Ay, qué pena me das!
¡Esperanza, por Dios,
sólo sabes bailar!
Cha. Cha. Cha."

La musiquilla flotaba en el ambiente estival de los pueblos, y más de una vez la tararearían las niñas de nuestra historia; pero habían oído seguramente en casa, que no se debía cantar aquello (la educación en unos hogares de "cristianos viejos" como los de Garabandal era severa), y por eso preguntaban a la Virgen.)

Decir: "No quiero comer", ¿es pecado?

Que fumen las mujeres, ¿es pecado?

"8.º Hecho significativo: un día cierta señora quiso hacerse una foto con una de las videntes, pero ésta se marchó de su lado diciendo: "La Virgen no quiere que nos retratemos con las que llevan mucho escote".

"9.º Llama la atención el trato tan sencillo y confiado que las niñas tienen con la Virgen; seguramente lo han aprendido de Ella.

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"No es fácil calibrar el proceso espiritual de un alma, como no sea para un director de conciencia con quien se tenga trato constante. El progreso espiritual de las niñas habrá de medirse mucho más por lo interno que por lo externo; pero se reflejará indudablemente en el ejercicio o práctica de las virtudes.

 

Humildad

 

"Humildad. –Se ve manifestada en las niñas de diversas maneras: en su manera de vestir, en la manera de hablar, en el poco caso que hacen del público que sube a verlas, en los trabajos humildes que siguen haciendo delante de todo el mundo, en la docilidad a las indicaciones de sus padres y de sacerdotes, etc.

"En varias ocasiones les ha indicado la Virgen, que cuando vayan a verla, no lleven ni pulseras ni pendientes. La única que solía llevar pendientes era Conchita. Pero en un trance, a la puerta de la iglesia, se le oyó preguntar: ¿Qué tengo de malo?... ¡Ah, bueno...!, y volviendo a la realidad, marchó a su casa: se quitó los pendientes y una pulsera, y regresó a la puerta de la iglesia, donde entró de nuevo en éxtasis. Yo mismo he observado varias veces que, cuando sienten la tercera llamada, entregan o tiran en seguida cualquier anillo o pulsera que tengan en las manos y que no es de ellas, sino de alguna señora que se lo ha dejado para que lo vean o examinen.

 

Obediencia

 

"Obediencia. –Como consecuencia de las apariciones, las niñas están imbuidas de espíritu de obediencia, y no sólo lo demuestran con obras, sino también con palabras: dicen que eso es lo que recomienda mucho la visión, que la Virgen les habla de que obedezcan sobre todo a sus padres y a los sacerdotes.

"He constatado personalmente algunos casos:

"La madre de Mari Cruz mandó un día a su hija, que se quedara en casa; y se quedó, mientras las otras tres iban a los Pinos, a la aparición. Al decirle a Mari Cruz que no se perdiera la ocasión, que fuera con las otras... ella respondía: No, mi mamá no me deja. –Pero, ¿no es mejor ver a la Virgen que quedarse en casa? –La Virgen me ha dicho que obedezca.

"Recomendó el señor obispo (administrador apostólico) que, durante los estados de trance, se cerrara la iglesia, para evitar las faltas de respeto que, sin mala voluntad, cometía el público en su afán de ver a las niñas de cerca; esta medida agradó a sus padres y al pueblo, pues no buscan la espectacularidad. El primer día que se cumplió la recomendación, las niñas, en estado de trance, se dirigían a la iglesia como de costumbre; y así, de pronto, dijeron: ¡Ah! Entonces está bien. Al salir del éxtasis dijeron: Nosotras queríamos que estuviese abierta la iglesia, pero la Virgen nos ha dicho que lo que haga el sacerdote está bien.

"Ante el nerviosismo y alboroto de los numerosos visitantes, determinaron los padres de las niñas tener a sus hijas en casa, a puerta cerrada, una vez que sienten las llamadas, y no dejarlas salir: después de un trance, dijeron ellas que les había dicho la Virgen, que si lo mandaban sus padres, estaba bien, y que la verían dentro de casa. Y así ha sido... La obediencia en todo, aun en contra de la misma visión o contemplación, es una de las cosas que los maestros de teología mística han presentado siempre como buenísima señal.

"Tenemos otras pruebas de cómo esto de Garabandal está en la línea más sana de la obediencia:

"El señor párroco, don Valentín, fue un día a casa de Conchita y le dijo: "Mira, no es posible que a estas horas tengamos que estar todos esperando... Te doy un cuarto de hora: en este tiempo te iré avisando tres veces, y el último aviso, si antes no ocurre nada, será para que te vayas a la cama. Este es el primer aviso", y se marchó. Volvió a los diez minutos para darle el segundo aviso. "Sí antes de cinco minutos no pasa nada , lo que te he dicho: a la cama, que ya es muy tarde". A los dos minutos de marcharse don Valentín, conchita entraba en éxtasis (La Virgen se plegaba a la voluntad de quien tenía autoridad espiritual sobre las niñas, para afianzar en éstas la debida sujeción a sus mayores. Parece que ocurrió este episodio el 25 de agosto, a la una de la madrugada, y que don Valentín urdió este plan, de acuerdo con el cura de Ribadesella, don Alfonso Cobián, y otro sacerdote.).

"Ese mismo día, y sin que Loli y Jacinta supieran nada de lo ocurrido con Conchita, hice yo con ellas la misma experiencia. Estaban esperando la visión, porque ya tenían dos llamadas. Yo les dije: "No podemos esperar más, que es muy tarde. Os doy cinco minutos de tiempo: si en estos cinco minutos no pasa nada, a la cama". Cuando ya sólo faltaba un minuto, volví a hablar: "Queda un minuto. Contad hasta sesenta, y si antes no pasa nada, al llegar a sesenta, para la cama". Empezaron ellas a contar en voz alta, canturreando, como en la escuela. Cuando llegaban a diecisiete, sin poder acabar esta palabra –diecisie...–  se quedaron clavadas en éxtasis, con el típico golpe de levantar la cabeza.

 

Piedad

 

"Piedad. –Desde que empezaron los sucesos, las niñas comulgan todos los días y oyen todas las misas que se celebran, salvo que estén en el prado (Ya se ha dicho que algunos terrenos de San Sebastián de Garabandal distan kilómetros del pueblo. Cuando había trabajo allí, era preciso marchar muy de madrugada, sin tiempo que dedicar a otras atenciones.). Rezan, como ya hemos visto, varios rosarios al día.

"A veces llama la atención de los visitantes el que las niñas hablen en la iglesia y sonrían. A mí también me la llamó, y un día se lo dije.

Pero, ¿es malo hablar en la iglesia?

–Por lo menos es una falta de respeto hacia el Señor...

Entonces, ¿por qué hablan también los sacerdotes?

"Les respondí que las cosas que hablan los sacerdotes en la iglesia son cosas importantes (hay que tener en cuenta que algunos días se han reunido en Garabandal más de una docena de sacerdotes). –Pues nosotras, al hablar, preguntamos cosas de la misa y del rosario, y a veces, nos hacen reír otros.

–De todos modos, no debéis hablar.

Pues cuando estamos con la Virgen, también hablamos nosotras. Pero si usted dice que nos portemos mejor, ya procuraremos hacerlo.

"El día 8 de agosto se le oyó a Mari Cruz en una visión: "Ahora sí que sé mejor REZAR; antes sabía mejor jugar".

 

Caridad hacia el prójimo

 

"Caridad hacia el prójimo.–Aparte del desprendimiento, que en ellas manifiesto, por ejemplo, en el repartir de sus cosas, caramelos, bombones, etc., incluso quedándose ellas sin nada (Los impugnadores de Garabandal han manejado esto de que las niñas admitían regalos, como razón en contra. Aquí ya se hace algo de luz sobre el asunto; pero más adelante tendremos otras explicaciones...), tienen mil detalles de caridad: servir a tantos visitantes agua y otras cosas que les piden con tanta frecuencia..., las atenciones de Loli para su abuelita (Era la madre de su madre; ha muerto en julio de 1971.), de Conchita y Mari Cruz para un ciego (Parece que se trata del abuelo de Jacinta.), el aguantar amablemente a tantísimos curiosos, el deseo de que todos crean y se salven...

 

Penitencia

 

Penitencia.– Desde que aprendieron el significado de la palabra "sacrificios", los han estado practicando... Para ellas hacer sacrificios es "hacer lo que no me gusta y dejar de hacer otras veces lo que me gusta" (Simple y magnífica definición. Contrariar el propio gusto cuando lo pide el deber o hay algún mayor bien de por medio.).

"Entra aquí: el ayudar a los demás... el obedecer, el desprenderse de cosas que les regalan, el no ponerse pulseras y otras chucherías que reciben...

 

Limpieza de alma

 

Limpieza de alma. –Con frecuencia me han preguntado, sobre cosas concretas, como cantares, algunas palabras que dicen, o respuestas que dan (Las niñas habían crecido y vivían en un ambiente de rudo hablar, frecuentemente, de mal hablar... Los hombres de la agricultura y la ganadería no se distinguen entre nosotros por el decoro de su lenguaje. Y Garabandal no sería una excepción... Las niñas habrían oído, desde muy pequeñas, un buen repertorio de palabrotas  –incluso blasfemias–, y alguna expresión se les habría pegado.), si es o no pecado. No tienen bien formada la conciencia, y así, no distinguen bien lo que puede ser pecado mortal, venial o nada; pero se observa el deseo que tienen de aprender o enterarse. Por eso las preguntas que a veces se les oye en sus trances.

"El horror al pecado va tomando en ellas el aspecto de reparar por los pecados de los hombres. Pero "los pecados de los hombres" no tienen para ellas sentido concreto, sino el vago de cosas que entristecen a Dios y a la Virgen. Téngase en cuenta que, a causa del aislamiento en que han vivido, sus doce años no responden ni mucho menos a los doce años de niñas de ciudad...

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La modestia

 

"La modestia de las niñas, en su manera de correr, de mirar, de conducirse en todo, va siendo un buen cumplimiento del consejo repetido por la Virgen de que "sean modosas". Y no les gusta que la gente se presente con atuendos poco convenientes... Ya hablamos de la niña que no quiso fotografiarse con una señora, "porque llevaba escote grande". Tampoco les gusta que las mujeres fumen (No se dice que fumar sea precisamente pecado, sino que, por algo..., a las favorecidas de la Virgen no les agradaba eso en las mujeres.).

 

Paciencia

 

"Paciencia. – Haciendo vida en el pueblo se ve pronto que la paciencia de las niñas tiene que ser muy grande. La gente, cuando las ve, las toca  –hasta les han cortado trocitos de pelo–, les dan rosarios, medallas, alianzas matrimoniales, para que le den a besar a la Virgen; o les piden objetos besados, quieren hacerles fotografías... Nunca las he visto enfadadas. Cuando están cansadas por semejante avalancha, que hasta se les mete en casa muchas veces, se limitan a callar y sonreír. Les pregunté una vez: "¿Por qué no os enfadáis?", y me respondieron: La Virgen nos ha dicho que seamos modosas y que respondamos a lo que nos preguntan, si podemos. Tampoco han mostrado enfado contra los que, por sus cantares, bailes y borracheras, han sido a veces impedimento para las visiones.

 

Envidia

 

"Envidia. – A pesar de ser un defecto tan femenino y tan frecuente, yo no he observado en las niñas el menor rastro de él, por lo que se refiere a sus visiones. Unas tienen más que otras; pues bien, las que están sin visión, no envidian a las que parecen más favorecidas, sino que se limitan a pedirles que digan a la Virgen, que vuelva a aparecérseles pronto. Y se les nota una conformidad y humildad encantadoras en medio de su deseo (Esta observación del P. Andreu vale para el tiempo que abarca su informe; ya veremos si más adelante, hay algo que decir sobre esta materia.).

 

Actitud hacia los sacerdotes

 

"Actitud hacia los sacerdotes. – Desde el comienzo de los sucesos han demostrado las niñas una especial predilección por los sacerdotes y religiosos. Con frecuencia contaban los que subían, se fijaban en sus hábitos y siempre en sus trances hablaban de ellos con la visión. Si se les preguntaba: "¿Quién queréis más que venga?", respondían siempre: Los sacerdotes. Y hablando de obediencia, la que de modo especial les inculcaba la Virgen, era la que debían a los padres y a los sacerdotes.

"Varias veces las niñas, en estado de trance, han dicho que había sacerdotes, sacerdotes cuando nadie les veía (por ir de paisano), o que había en mayor número de los que parecían.

"Un caso entre muchos: Acababa de marcharse un pequeño grupo de sacerdotes y quedaba sólo don Valentín, con bastantes otras personas seglares; las niñas entraron en trance, en la iglesia, y hablaron de que allí había dos sacerdotes: don Valentín y otro. Al oír tal cosa, don Valentín se puso a mirar hacia atrás para descubrir al posible compañero; pero en vano ... Poco después se le acercó un "señor", que luego de saludarle, se declaró sacerdote, que había llegado de paisano, por habr subido en motocicleta.

"Otro: Cierto día también andaban por San Sebastián varios sacerdotes en indumentaria civil... Durante el éxtasis oyeron que las niñas hablaban de su presencia, y entonces, por temor a ser descubiertos públicamente, se apresuraron a marchar."(De seguro que entre los habitantes de San Sebastián de Garabandal podrían recogerse multitud de datos que, añadidos a los del padre Andreu, dejaron bien ilustradas para la historia esas fechas del verano de 1961.).

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Que una extraordinaria Madre y Maestra

se movía en aquel verano de 1961

por los lugares y entre las gentes de Garabandal,

parecía incuestionable

 

Que una extraordinaria Madre y Maestra se movía en aquel verano de 1961 por los lugares y entre las gentes de Garabandal, parecía incuestionable a todos los que observaban con ojos limpios. Casi nadie lo entendía; pero las cosas estaban allí, a los ojos de todos: un conjunto de cosas, cuya verdadera entraña y dimensión aún permanecían en el misterio, pero ya con una serie de efectos y detalles que ponían al descubierto la marca de su origen. "Por los frutos los conoceréis", había dicho Jesús, y por los que subían de fuera y, sobre todo, en las niñas, había buenísimos motivos para creer lo que ellas decían: que la Virgen había venido y andaba por allí. Sí, la Madre de Dios y de los hombres "había venido a los suyos". Pero no todos supieron o quisieron recibirla (No se acusa a nadie de mala fe: si la ha habido en algunos, sólo Dios lo conoce; lo que sí es preciso decir, es que aun sin mala fe, puede faltar una cierta "buena disposición", necesaria para sintonizar con el cielo.).

95-107

A. M. D. G.