ÍNDICE

CAPÍTULO VII

 

 

"PERO A CUANTOS LA RECIBIERON..."

 

 


 

Las primeras "caídas" de gracia

   ¡Conchita viene!

    La voz de la Madre

    "No, yo no hablo"

   Este día 4 de agosto fue pródigo en maravillas

   El velo no se corría del todo

   Detrás del misterio, la Madre

   Mejor que otras, el alma trágica española parece haber penetrado algún tanto en el misterio

 


 

Jesucristo fue desde el principio y sigue siento el signo de contradicción entre los hombres: "Puesto está este niño  –se le dijo a la madre cuando la presentó en el templo–  para caída y para elevación de muchos en Israel. Será ocasión o causa de muchos enfrentamientos... para que se revelen los pensamiento íntimas de un gran número " (Lc.2, 34-35).

Desde esta profecía puede entenderse mejor la gran síntesis histórica del cuarto evangelista: "El mundo estaba hecho por Él; pero el mundo no le reconoció. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Mas a cuentos le recibieron"... les ha ido colmando de bienes, empezando por abrirles a la posibilidad de llegar a ser hijos de Dios (Jn.1, 10-12)...

También a la Virgen Madre alcanza esto de ser "signo de contradicción". Muchos se han encontrado y se encuentran en Ella. Muchos han chocado y chocan con Ella. Y siempre, de forma harto misteriosa, difícil de explicar...

A los que de verdad le buscaban en Garabandal (mientras otros no salían de sus recelos o desafección), también Ella fue colmando de bienes, a través de fenómenos que exigían mucha humildad y sencillez de corazón. Las "negaciones" de Conchita en Santander, no tuvieron repercusión alguna de merma en las bondades de la Madre; antes bien, pareció volcarse más que nunca sobre la aldea escogida. Y así, ese mismo día 3 de agosto, en que ella "negaba"...

 

Las primeras "caídas" de gracia

 

Mientras el taxi de Fidelín Gómez devoraba kilómetros por la Nacional 634: Torrelavega, Cabezón de la Sal... llevando hacia casa a la zarandeada adolescente (con su mamá y tía), en los altos lugares de Garabandal se desarrollaban escenas inolvidables.

Había por allí muchísima gente; y de guardias, más que nunca. ¿Se temía acaso algún alboroto? No; era sencillamente que aquel día había subido al pueblo el Director General de Seguridad (Don Carlos Arias Navarro. Este señor había estado de Gobernador Civil en León por la década del 40. Allí conoció a la que había de ser su mujer, doña María Luz del Valle, hija de don Emilio del Valle.
En 1965 dejó la Dirección General de Seguridad, para hacerse cargo de la alcaldía de Madrid. Posteriormente sería Ministro de la Gobernación y, por último, (1974-76). Presidente del Gobierno, el último de Franco, el primero del Rey Juan Carlos.
Según testimonio del brigada de la Guardia Civil, tantas veces citado, este día estaba también en Garabandal don Emilio del Valle con sus hijas. "Las hijas de don Emilio me dieron varias medallas para que yo las entregara a María Dolores y ésta las diera a besar a la Virgen.")
, no por razones de su cargo, sino, como tantísimas otras personas, por una curiosidad bien explicable.

También andaba por allí, como dijimos, el párroco leonés don Manuel Antón. Es éste quien nos refiere algo de lo sucedido:

"A la caída de la tarde, Loli y Jacinta salieron de la casa de Ceferino, donde habían estado jugando en la parte de arriba. Toda la gente, que esperaba en la plaza, se puso en movimiento... y yo tuve buen cuidado de asegurarme un lugar de primera fila: agarré a Loli por la bata, decidido a mantenerme siempre lo más cerca de ella. Delante de todos iba un teniente de la Guardia Civil, con los brazos extendidos para que nadie se le adelantara, y caminando sin apresuramiento. Yo no me solté de la bata a Loli, hasta que llegamos a los Pinos. Allí las niñas se colocaron en el centro, y los guardias dispusieron a la gente en un amplio círculo, como un corro de "aluche" (El "aluche" es un deporte típico de los pueblos de León –la Ribera y la Montaña–. Cuando se le quiso organizar y darle un espaldarazo oficial, se le rotuló como "Lucha leonesa".
Sus competiciones populares son siempre al aire libre, sobre praderas o prados segados; y los espectadores han de colocarse en amplio círculo, dejando en el centro sólo a los luchadores de turno: de aquí, el nombre popular de "corros" para dichas competiciones.),
para que todos pudieran ver mejor. Dentro del corro, al lado de las niñas, sólo quedamos don Carlos, su señora y yo. Una de las niñas empezó el rosario... Todos estábamos de rodillas sobre la hierba, y me acuerdo que algunos muchachos se habían encaramado a las ramas de los pinos, mas puedo atestiguar que su actitud y comportamiento no desdijo en nada del ambiente general de profunda religiosidad y respeto.

"A la tercera o cuarta avemaría del primer misterio, a la niña que dirigía el rezo se le cayó el rosario de la mano, y las dos lanzaron al unísono un ¡Ay! apagado, quedando de golpe en la actitud extática que tantos conocen. Empezó entonces algo cuya belleza y emoción no hay manera de reflejar en palabras, un logrando las mejores descripciones. Se veía clarísimamente que estaban en animada conversación con Alguien... Sin dejar de mirar hacia arriba, trazaban a veces con la mano circulitos, crucecitas y otros signos o figuras en el suelo; allí ponían los objetos que antes, o después, levantaban en sus manos como dándolos a besar...

"Yo no logré captar lo que decían mientras todas estas operaciones: pero sí capté lo que empezaron a decir luego: "¡Bájale... Bájale...!", y levantaban los brazos como queriendo recibir algo en ellos. Para mí era evidente que estaban pidiendo a la Virgen que bajar y les dejara el Niño. ¡Había un anhelo en sus ojos y en su súplica!

"Instantes después, dieron la impresión de que ya tenían en sus brazos lo que tanto deseaban, pues fueron bajando la vista e inclinándose suavemente hacia algo que parecía pasar de los brazos de una a los de otra... Mientras repetían: "¡Ay, qué hermoso...! ¡Qué precioso...! Pero ¡qué hermoso es...!" Puedo atestiguar que lo decían de un modo que impresionaba: parecía que en aquellas palabras y en su mirar se les iba  el alma, de amor y de gozo.

"Pude seguir por sus gestos el momento de devolver el Niño a la Madre, etc. Luego les oí: "¡No te vayas...! ¿Cómo? ¿Tres cuartos de hora ya...?". Yo no había cronometrado el tiempo; pero allí cerca ve a un sacerdote (luego me enteré de que era el cura de Aguilar de Campoo (Villa norteña de la provincia de Palencia, en la margen izquierda del río Pisuerga. Se ha hecho popular en España por sus galletas.)), y él, mostrándome el reloj, me aseguró que era exactamente el tiempo que llevaban en éxtasis, pues había tenido buen cuidado de mirar la hora al comenzar.

"No paró aquí la cosa. Tuvimos luego una segunda escena, que casi nos emocionó más. Según me dijeron después, era la primera vez que ocurría una cosa semejante: las niñas, extáticas, fueron cayendo por tierra; pero ¡con una gracia, y una compostura...!

"Todos nos asustamos mucho, temiendo que pudiera suceder algo grave. La madre de una de las niñas, no puedo decirle cuál, se acercó a tomar a su hija, llorando con todo desconsuelo (De unas notas que he visto de don Valentín sobre este día 3 de agosto:
"Por la tarde comenzó un éxtasis a eso de las nueve: rezaban el rosario (Loli y Jacinta), y al primer Padrenuestro se extasiaron; hablaron con el ángel, cantaron lo de San Miguel...
Luego sucedió una cosa extraña: Las niñas cayeron de espalda. A Jacinta la cogió su madre, y a Loli el Director General de Seguridad. Estuvieron caídas como unos diez minutos. Luego las preguntaban quién las había tumbado.")
. Yo, muy alterado, casi a gritos empecé a decir: "Pero, ¿es que entre tanta gente no hay siquiera un médico que pueda hacer algo ante cosa tan extraordinaria? ¿Es que no hay alguien?"... Don Valentín, el párroco, que estaba entre la gente, interrumpió entonces el preocupado silencio general, diciendo con voz grave: "Esto de aquí, siempre ha sido extraordinario; lo que pasa es que somos hombres de poca fe". Confieso que me impresionó aquella salida; y al cabo de los años, la recuerdo como si la estuviese oyendo ahora mismo.

"Después de un rato, como si despertaran de un maravilloso sueño, las niñas volvieron en sí, y se incorporaron, tan naturales, tan frescas, tan sonrientes" ("Recuerdo algo muy curioso de esta aparición. María Dolores se encontraba caída en el suelo, extática, boca arriba, hablando con la Virgen o el ángel, y decía: "si tú no me ayudas, no puedo moverme"... Muy poco después, vi cómo Loli extendía el brazo como para tomar la mano de alguien que la quisiera ayudar, y poco a poco se fue reincorporando hasta quedar en posición de sentada" (Don Juan A. Seco).).

Podemos imaginar la impresión y los comentarios de la gente cuando bajaba de los Pinos.

Pero aún no había acabado "la jornada". En Garabandal, en los primeros tiempos, todo concluía en la iglesia, ante el Señor Sacramentado: era la vivencia cotidiana de la tan antigua consigna católica: "A Jesús, por María "(De las notas de don Valentín: "Cuando terminó lo de los Pinos, las niñas dijeron que había que ir a rezar a la iglesia. Allí estuvieron de rodillas en la primera grada del altar como doce minutos. Preguntaron por Conchita... y les entendimos en seguida, que ya estaba en casa, que había llegado entonces.
Volvieron a rezar el rosario..., y acabado el éxtasis, les pregunté por qué no se habían puesto en la alfombra, como yo les había dicho. Me contestaron que les había dicho la Virgen, que
"aquel era el sitio de don Valentín", y que por eso se habían puesto a los lados.
Mari Cruz no fue esta día a Misa. Por la tarde no vio nada. Esto es la primera vez que pasa, aunque ella había dicho la noche anterior que sí tendría aparición")
.

Aquí, en el templo, hubo nuevas comunicaciones...

 

¡Conchita viene!

 

"–Cuando llegué al pueblo, de mi viaje a Santander, venían varios Padres y mucha gente a encontrarme, porque decían Loli y Jacinta en su aparición, que yo ya venía por la carretera, como era verdad, y ellas estaban en la iglesia: se lo había dicho la Virgen." (Diario, pág. 43.)

Se nos ha facilitado más información sobre eso que tan esquemáticamente dice Conchita.

Cuando las tres viajeras llegaron a Cossío, estaban esperando unas cuantas jovencitas, entre otras la hija de la señora maestra de Garabandal. Aniceta, que llegaba nerviosa y estaba ya tan escamada, no hacía más que peguntarse desde que las vio: "¿Qué querrán hacer éstas?, ¿qué querrán hacer?" Cuando estuvo ante ellas, se dirigió desabridamente a la hija de la maestra: "¿A dónde vais? ¿Es que hay "piteru"? (Término muy localista. Llamaban "piteru" (pitero) a quien tocaba el "pito" (rudimentario instrumento musical, muy tradicional en el Norte), para animar las fiestas de los pueblos.
Aniceta hizo aquellas preguntas desabridas porque le molestaba que hubiera aquella expectación en torno a su hija. Parece que volvía de Santander con la esperanza de que todo volviera pronto a la "normalidad...")
en Garabandal?"

Llegadas al pueblo, Aniceta iba diciendo a la gente que preguntaba: "Estoy muy contenta: ¡esto no es nada! Estuvimos con el obispo, y ¡esto no es nada!" Para la pobre mujer, el obispo debía de tener una indiscutible infalibilidad.

Se fueron en seguida a casa y se encerraron; Aniceta no tenía ganas de más encuentros ni de explicaciones. Pero Maximina se echó a ver qué pasaba, y pudo presenciar bastante de las últimas escenas... Se enteró de que Loli y Jacinta, extáticas en la iglesia, habían peguntado por Conchita a la visión, y que luego dijeron: "¿Que está ya llegando?", y minutos después: "¡Ah! Está ya en casa". Asistió atentamente a lo que hubo todavía en aquella tarde memorable; y finalmente se retiró.

Cuando aquella misma noche don Manuel Antón llegó a su residencia de Barro (Llanes), se encontró con don Víctor López, que también había regresado ya de Santander:: "¿Qué –le dijo don Víctor–, sigues creyendo en Garabandal?"

–"Ahora más que nunca. ¡Después de lo que he visto hoy!..."

–"Pues yo... He hablado con don Doroteo, y me ha contado (No es de extrañar que don Víctor pudiera hablar familiarmente con el administrador apostólico, don Doroteo Fernández. Este, como ya queda dicho, procedía de la diócesis de León, y durante años, en su capital, había tenido relaciones de compañerismo con muchos sacerdotes.)... "

Naturalmente, le contó su entrevista con Conchita en aquella misma jornada, y lo que le habrían dicho Odriozola y Piñal.

Garabandal empezaba a quedar marcado por un gran signo de contradicción. "Cualquiera que os haga morir, creerá prestar con ello un buen servicio a Dios" (Jn 16, 2).

 

La voz de la Madre

 

"–Al día siguiente, cuando bajaba yo del prado, nos encontramos mi mamá y yo con mi madrina Maximina González, que, toda asustada, nos decía: ¿no sabéis que se ha sentido la voz en magnetófono (Maximina diría "magnetofón", como escribe Conchita en su diario, y como muy incorrectamente dicen tantas personas... Yo he preferido poner la palabras "magnetófono", porque así lo exige un buen castellano.)., de la Virgen?

Y yo le pregunté: ¿Qué decía? Y ella..." (Diario, pág. 43.).

Tenemos datos sobre este suceso que apunta Conchita, y del que ella no fue testigo, pues había tenido que ir lejos del pueblo, al prado, a cumplir con la necesidad y el deber de trabajar para ganarse penosamente el pan de cada día. Que no pierdan esto de vista los que se imaginan que la vida, para las niñas videntes, se había convertido en una continuada fiesta de maravillas; y que a cuenta de los éxtasis, estaban dispensadas de todo trabajo o molestia... Era bien al contrario, y después de perder sueño tantas noches con aquellas "vigilias" capaces de agotar al más fuerte, tenían que emprender, y bien temprano en este tiempo estival, la nueva jornada de trabajo como cualquier hija de vecino.

La cosa a que se refiere Conchita, sucedió así:

Ese día de agosto, Mari Loli y Jacinta tuvieron también aparición por la mañana en los Pinos. Dieron a besar medallas y rosarios, como de costumbre; oscilaron y cayeron... Después mantuvieron de rodillas un diálogo; en él se oyó decir a Jacinta:

"–Ya vino Conchita. Le quitaron las trenzas en Santander. Y está muy guapa y morena, de ir a la playa."

Cuando salieron del éxtasis, contestaron a varias preguntas de quienes la rodeaban. Y uno del público (También el brigada don Juan A. Seco habla en sus memorias de este caso del magnetófono, y dice que fue don Ángel Domínguez Borreguero, director del Manicomio Provincial de Salamanca, quien dejó el micrófono a las niñas para que registraran la voz de la Virgen. Acompañaba a dicho señor el catedrático de la Universidad salmantina, don Gerardo Plaza. ambos veraneaban en Llanes (Asturias).), que había llevado un magnetófono de pilas, les hizo oír varias cosas grabadas en cinta, entre ellas, algunas frases que ellas mismas habían dicho en éxtasis. Las niñas quedaron maravilladas, pues jamás habían visto algo semejante... El forastero les estuvo explicando el funcionamiento del aparato y haciendo pruebas, para lo cual les entregó el micrófono.

"–Si veis otra vez a la Virgen, decidle que hable por aquí."

De pronto cayeron de nuevo las niñas en éxtasis, y Mari Loli, a quien el nuevo trance había sorprendido con el micrófono en la mano, empezó a contarle a la visión:

"–Ha venido un hombre con una cosa que lo coge todo, todo lo que se habla... ¿Por qué no dices algo, para que todos te oigan, para que la gente crea? Anda, di algo..."

"–Sí, habla, di algo... No es por nosotras, es para que la gente crea."

 

"No, yo no hablo"

 

Cuando al cabo de un rato, concluyó el éxtasis, se les hizo oír a las niñas en el magnetófono lo que ellas habían estado diciendo a la aparición, y en el momento en que ellas terminaban de decir eso de que hablara, se percibió una voz inefable  –los testigos la calificaban de "dulcísima"–, que decía: "No, yo no hablo".

Loli y Jacinta exclamaron a la vez: "¡Uy! ¡Si es la voz de la Virgen!"

Todos quedaron emocionadísimos. Como dijo Maximina a Conchita, "la gente empezó a llorar, porque había oído la voz de la Virgen". La cosa, ciertamente no era para menos (He visto los testimonios de don Gaudencio Cepeda Palacios, de Torquemada (Palencia), don Agustín Piney, de Santillana del Mar (Santander), y don Luis Toribio Millán, de Aguilar de Campoo (Palencia, y todos coinciden en la misteriosa audición de aquella voz única, y en que se oyó cuando ya se había acabado la cinta de grabación, después del golpecito que señala su final.).

El dueño del magnetófono saltaba gritando: "Esto se lo mando yo al Papa".

Naturalmente, se quiso oír de nuevo la voz maravillosa, y pusieron por segunda vez la cinta, pero en el momento oportuno ya no se oyó nada.

Bajaron de los Pinos no poco desconcertados, comentando el hecho; pero en casa de Mari Cruz quisieron repetir la experiencia (Es Sánchez-Ventura quien habla de la "casa de Mari Cruz" (o.c. capítulo VIII, página 112); pero el P. Ramón Andreu, en su informe, dice: "Bajaron desconcertados a casa de Conchita, que no había participado en la mencionada visión, para que oyese lo que habían hablado sus compañeras. Al llegar a las frases citadas, volvió a oírse de nuevo la voz que decía: "No, yo no hablo"... Conchita sonrió y dijo muy contenta que era la Virgen la que hablaba."
Asegura el Padre, que la referencia de este suceso la recibió de un testigo presencial, don José Salceda, de Aguilar de Campoo (Palencia, que era a la sazón chofer de la familia Fontaneda)
... y ¡otra vez la voz misteriosa pudo ser escuchada por todos! Y nuevamente las niñas aseguraron que aquella voz era la de la Virgen.

No se ha vuelto a sentir más. Pero los testigos de aquella experiencia única no la olvidarán. Todos llevaban en su interior lo que expresó uno de ellos mientras  bajaba de Garabandal: "Yo me iría a la tumba con la seguridad de haber oído la voz de la Virgen".

No se puede tomar el hecho a la ligera cuando existen sobre él nada menos de doce testimonios firmados (Sánchez-Ventura, en el libro citado, página 112, trae los nombres, edad y lugar de residencia de siete de ellos.).

A todos nos hubiera encantado poder seguir oyendo la voz verdaderamente única, de la Madre... pero reconozcamos que hubiera sido demasiado regalo para nuestros oídos pecadores, tan abiertos de ordinario para las voces y palabras que "no casan" con las de la Virgen.

Ahora debemos vivir sobre todo de esperanza y de anhelo, y dar un alcance espiritual a la bella súplica que la liturgia nos enseña a dirigir a la Virgen con palabras del Cantar de los Cantares:

"Suene tu voz en mis oídos,
porque muy dulce es tu voz,
y del todo encantador, tu rostro" (Cant 2,14).

 

***

 

Este día 4 de agosto fue pródigo en maravillas

 

Este día 4 de agosto fue pródigo en maravillas. Si por la mañana había ocurrido lo del magnetófono, por la tarde hubo otra serie de llamativos fenómenos a partir de las ocho, primero en los Pinos, y luego en la iglesia. También fueron las protagonistas, Loli y Jacinta. Conchita y su madre Aniceta, que habían estado trabajando desde muy temprano en las faenas de la hierba, lejos del pueblo, al volver se fueron derechamente a casa para descansar un poco y despachar algunos quehaceres domésticos... Pero Maximina fue a verlas a última hora.

Cuando llegó, Aniceta estaba diciendo a Conchita: "So bribona (Expresión nada fina, desde luego, ésta de Aniceta; pero, que no ha de extrañarnos en boca de una mujer metida desde niña en aquel ambiente de aldea, donde una vida áspera llena también de asperezas el lenguaje.): ¿ves cómo no es verdad lo de tus apariciones? ¿Por qué no te ha llamado hoy la Virgen como a las demás?" La niña contestó muy seria: "¿Quieres que te diga todos los éxtasis de las otras niñas?" "¡Sí!"  –exclamó Maximina–. Dilos, dilos, que vengo yo de verlos."

Entonces Conchita explicó detalladamente todo lo que había ocurrido, con los pasos que habían dado las videntes, y las cosas que habían hecho... Maximina, al contar esto, dice: "Yo me ericé (Esto de "erizarse", en boca de Maximina, tiene un sentido de ponérsele "los pelos de punta", o "la carne de gallina", con lo que se quiere indicar la sacudida de una fortísima impresión), y dije: ¡Ay qué gorda! ¡Así mismísimo fue!"

"Entonces Aniceta me dijo: "Pues aquí ha estado conmigo todo el tiempo, encerrada en casa". Se volvió a Conchita y le preguntó: "¿Cómo ha sido eso?"

"Es que estando yo antes en la sala, sentí que me llamaba la Virgen por ni nombre... y me iba explicando todo lo que hacían las otras, y por dónde andaban...

Y sé más, que las otras no saben todavía, que me lo dijo la Virgen. Me dijo Ella que habíamos de oír una voz, y que entonces habíamos de ir a donde nos llevara (Confieso que no puedo ofrecer ninguna explicación sobre este enigmático pasaje. Esperemos que se nos aclare algún día, pues el gran interrogante de Garabandal aún no ha sido cerrado. Nota de 1976: Últimamente he podido hacer en casa de Jacinta, en Garabandal, algunas preguntas sobre este episodio enigmático, sin obtener apenas luz...; pero algo me ha llevado a pensar, si la Virgen no se referiría con esas palabras dirigidas a Conchita, a la "voz" de uno que entonces estaba vivo, y pronto iba a estar muerto: el P. Luis María Andreu. Sabemos que después de su fallecimiento, las niñas le "oyeron" bastantes veces en éxtasis, aunque sin verle (véase el próximo cap. VIII); y aquella "voz" misteriosa les dijo no pocas cosas de instrucción o de advertencia.)..."

"–¡Ay, Dios mío! –exclamó Aniceta–. ¿Y si os lleva a tiraros de una peña abaju?"

"–¡La Virgen nunca podrá hacer eso! La Virgen no lleva nunca por mal sitio.

También me dijo que han de llegar tiempos en que hemos de negar nosotras mismas, porque vamos a dudar de todo, y va a llegar a dura casi todo el mundo."

Así, pues, en estas primeras horas de la noche del 4 de agosto de 1961, apenas llegada Conchita a Garabandal de su estancia "desambientadora" en Santander, se tiene el primer anuncio, secreto, confidencial, de algo que entonces nadie podía imaginarse, y que luego había de pesar terriblemente, como una losa de oscuridades, sobre el misterio de Garabandal: las negaciones de las videntes y la defección de gran número de sus seguidores.

 

El velo no se corría del todo

 

Las niñas de Garabandal veían y escuchaban ya aquí, lo que nosotros ahora –tiempo de fe y esperanza–  sólo podemos anhelar o presentir.

Pero el ver y oír de las niñas no era ya en la plenitud perfecta del "cara a cara" del cielo ("Al presente vemos sólo como por medio de un espejo, como a través de enigmas; pero entonces (cuando hayan desaparecido las cosas imperfectas) veremos cara a cara... Entonces yo podré conocer cómo seré conocido" (1.ª Cor 13,12).)... El velo misterioso no se rasgaba del todo ni siquiera para ellas.

El comerciante de Santander don Plácido Ruiloba, uno de los testigos que más cosas han visto en Garabandal, refiere de estos tiempos de 1961:

"Yo le pregunté un día a Mari Loli qué era lo que veía durante los éxtasis o visiones en su casa... pues los techos de la misma son relativamente bajos, y poco a propósito para permitir a nadie éxtasis hacia arriba.

"–Cuando veo a la Virgen, no veo el techo de mi casa: ¡la veo a Ella!, rodeada de una gran luz."

"Le pregunté también, si la Virgen se inclinaba para besar los objetos que le ofrecían, y la niña me dijo que la Virgen no se doblaba inclinándose, sino que descendía suavemente de su altura hasta que los objetos le quedaban frente a los labios.

"Otra vez le pregunté, si cuando ellas tenían el Niño en brazos, como muchas veces habían afirmado, sentían su peso como el de otro niño cualquiera; la niña respondió que cuando la Virgen le dejaba el Niño, ella sentía un grandísimo gusto en tenerle; pero que no notaba su peso, y que tampoco podía apretarlo..., y que una sensación así, muy difícil de explicar, tenía cuando la Virgen la besaba (Recogido por M. González-Gay en el semanario "¿Qué pasa?", 28 de junio de 1969.
En el informe del P. Andreu tenemos otra "ilustración" sobre el tema, que se debe, al parecer, a un éxtasis del 31 de agosto de 1961:
"Indicó don Valentín a las niñas, que preguntasen a la Virgen si se les aparecía en cuerpo y alma... Las niñas lo hicieron, y la Virgen les respondió
que no se les aparecía en cuerpo y alma, sino de otra manera; pero que era Ella.
Esto lo preguntó don Valentín como prueba, pues había leído que "las apariciones no suelen ser en cuerpo y alma", y las niñas no tenían capacidad para discernir sobre estas cosas, sólo sabían decir que veían a la Virgen.")

Vean los teólogos si todo esto concuerda o no con lo que se ha venido enseñando en la Iglesia sobre la "realidad" de las visiones o apariciones...

¿También esta extrañísima concordancia, de la que incluso bastantes sacerdotes no sabrían hablar, salió del "ambiente", o del psiquismo averiado de las niñas, o de su genialidad para la invención?

Y vean los teólogos otra muestra, recogida por alguien que preguntaba intencionadamente: "Habiendo sabido todo esto (que la Virgen les dejaba a veces el Niño) por la madre de Jacinta, yo aproveché la ocasión de preguntar a Conchita:

"–Si vosotras habéis tenido al Niño Jesús en los brazos, entonces le habéis tocado...

–¡No! Nunca se puede tocar a la Virgen ni al Niño.

–Pero, ¿no le teníais en vuestros brazos?

–Sí, le teníamos en ellos, y por eso no los podíamos acercar más de cierto punto a nuestro pecho; pero...

–¿Tenía El peso?

–¡Ninguno!

–Y cuando besabais a la Virgen, ¿sentíais el frescor o suavidad de su rostro?

Como respuesta, Conchita tomó la mano de una asistente, la levantó hacia la cara de la tal mujer, de modo que cubriera, pero sin tocar, su boca y sus ojos, y dijo: "¿Comprendes ahora? Así, besas tu propia mano, sin que la sientas en tus labios. Pues bien, se trata de algo parecido: una ve que besa, que abraza, y sin embargo, siente que no toca... Es ciertamente Ella a quien nosotras besamos; mas no podemos decir que sintamos ni la frescura ni cosa alguna de su cara.

–Mas, ¿cómo puede ser eso?

–Lo ignoramos; pero ciertamente es así. Si nosotras queremos llegar a Ella con la mano, nuestra mano llega a un punto en que ya no puede seguir, porque Ella está allí; pero no sentimos nada, fuera de la sensación de que la tenemos ciertamente allí, delante de nuestra mano.

Por lo demás, sabemos que cuando las niñas ofrecieron al Niño piedrecita, o caramelos de los que se habían privado por El, tanto las piedrecitas como los caramelos se encontraron luego caídos por tierra ("L'Etoile dans la Montagne" (núm. 15, páginas 42-43).) "

 

Detrás del misterio, la Madre

 

Quiero decir aquí unas cuantas cosas, sin las cuales es imposible entender algo de todo esto de Garabandal. Y quiero decirlas con palabras de otro:

"Garabandal nos da justamente el mismo son espiritual que las otras grandes apariciones marianas a las que la iglesia ha concedido su visto bueno.

"Nuestra Señora ha vuelto una vez más sobre la tierra, porque Ella es MADRE. No sólo para las videntes, o para algún grupo de almas selectas, sino para todo el mundo, este mundo que "cada vez va peor", como nos ha dicho Loli.

"La Virgen Madre, en San Sebastián de Garabandal, ya no derrama lágrimas, quizá ante el triste resultado de las que derramó en La Salette o en Siracusa... Pero se ha escogido, para llevar con Jesús la Cruz redentora, a cuatro muchachitas inocentes, que ya no serán felices en la tierra: ¿cuatro pequeñas mediadoras?

"Y a través de estas criaturas, es a todas las almas generosas a quienes se hace un llamamiento para que compartan, en cierta medida, la solicitud de la Madre por el mundo entero.

"Ellas, las primeramente elegidas, recitaron un día el rosario diciendo a la Virgen (seguramente bajo la inspiración de lo alto): "Santa María, Madre de Dios y MADRE NUESTRA, ruega por nosotros, pecadores...". María ha vivido siempre, del pesebre al Calvario, con su Hijo, para su Hijo. Ella conoce las profecías... y el anciano Simeón le ha dado nuevas luces sobre la espada de dolor que habría de traspasar un día su alma.

"María vivió así, a lo largo de la vida de Jesús, en una vibración especialísima, donde se conjugaban la serenidad del espíritu y la angustia del corazón... La "com-pasión" de Ella respecto al Hijo es algo tan profundamente emotivo, que sería casi necesario a cada uno de nosotros haber sido una de esas madres dolorosas para comprenderla.

 

Mejor que otras, el alma trágica española parece

haber penetrado algún tanto en el misterio

 

"Mejor que otras, el alma trágica española parece haber penetrado algún tanto en el misterio. Se ven con profusión en España estatuas o imágenes de Nuestra Señora: vestida de negro, con una corona de siete espadas penetrando en el corazón, y en las manos un pañuelo con el que poder recoger las lágrimas.

"¿Y por quién llora Ella?

"María –nos dice el Evangelio al hablar del nacimiento de Jesús en Belén–  dio a luz a su hijo primogénito. ¿Su primer nacido? Sí; su maternidad no iba a detenerse en Jesús: al pie de la cruz llegó a ser Ella la Madre multiplicada de toda la humanidad pecadora. Y después de haber sido la Madre Dolorosa allí en el Calvario, tendrá que seguir siendo la Madre Angustiada que teme por los hijos que Jesús le dio desde la cruz.

"Ahora bien, quizá como en ningún otro período del mundo, Ella ve hoy la descristianización, no sólo de estas o aquellas almas, sino de pueblos enteros... A los niños de Fátima les mostró cuántos caen en el infierno. Pero ni hombres ni mujeres han hecho apenas caso de sus avisos...

"¿Se comprende ahora por qué en Garabandal quiere Ella hacer que el mundo entero entienda su mensaje? Busca que pueda evitarse el castigo que ve inexorablemente venir...

"En Garabandal se extrañaron un día las niñas de la actitud que veían en la virgen, y María Dolores le preguntó: "¿Tú también... entonces Tú también rezas?" No habían parado aún la atención en que nuestra avemaría, después de alabarla con las palabras del ángel, le pide que "ruegue por nosotros pecadores..."

"Ella sabe que un castigo terrible puede caer sobre sus hijos de la tierra, si no se convierten a tiempo: almas al infierno y cuerpos atormentados; y quiere asociarnos a su orar por el mundo.

"... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...  ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ..."

"Nuestra Madre del cielo se mantiene ante el trono de Dios, intercediendo por nosotros; pero al mismo tiempo pide que las almas fieles, que los niños y cuantos se les asemejan, sostengan su plegaria (Ex 17, 11-12...), orando con Ella, para lograr por fin la gran victoria  sobre Satanás, que Jesús tanto desea concederle" ("L'Etoile dans la Montagne", número 61-62, páginas 185-188).

Sí, es Ella, la Madre preocupada por sus hijos, la que está detrás de todos los velos y todos los misterios de Garabandal.

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A. M. D. G.