ÍNDICE

CAPÍTULO IX

1.ª PARTE

 

 

MAS NOTAS DE UN ESTÍO

 

 


 

Los doctores de la Comisión

   Están ustedes perdiendo el tiempo. Hoy las niñas no vendrán aquí: esta farsa ha terminado. Se lo asegura el doctor Morales

   Insólitas "vigilias"

   La "vigilia" de la Asunción no fue la única por estas fechas

  ¡Nueva sorpresa en esta increíble historia de Garabandal! La Virgen, metida en juegos con unas crías aldeanas... 

  "O admirabile commercium"

  Y esa noche fue la primera noche que nos besó

    Relato que hace doña María Herrero Garralda

 


 

De "vago" calificó don José Ortega y Gasset al estío del que tomó sus "notas de andar y ver" para "El Espectador".

Al estío de 1961 en Garabandal habría que calificarlo de rarísimo o maravilloso. Rarísimo, porque nunca se había visto otro igual. Maravilloso, porque verdaderamente eran para maravillar las cosas que estaban ocurriendo cada día.

Ya hemos dicho de algunas; y no vamos a contar todas las otras; pero sería imperdonable dejar demasiadas en el olvida.

 

Los doctores de la Comisión

 

Dicho queda anteriormente quiénes eran y qué actuación tuvieron con ocasión de la estancia de Conchita en Santander. Pues bien, sabemos que en este verano de 1961 los distinguidos médicos Piñal y Morales se dignaron subir por algunas horas a Garabandal, para echar un vistazo de superioridad a las cosas tan raras que allí ocurrían.

Testigos de vista nos presentan al doctor Morales actuando en el pueblo el día 11 de julio.

El famoso y comentado psiquiatra de Santander se fue encerrando con las niñas, una por una, y desplegó todas sus artes de persuasión para hacerlas desistir de su "manía" de ir a rezar a la calleja. No sabemos si en su tarea de convencer recurrió a los mismos argumentos que había de emplear Piñal frente a Conchita: promesas de muchas cosas, si dejaban de una vez aquellas tonterías, y amenazas de muy severas medidas, si continuaban con sus inverosímiles historias... El hecho es que Morales creyó haber logrado plenamente su propósito, pues las niñas, bien trabajadas, terminaban con una actitud de admirable docilidad: "Sí, señor, sí; haremos como usted dice."

Entonces, él, satisfecho, seguro de sí mismo, de su importancia y su ascendiente, se dirigió a la calleja para poner el punto final de cara al público; y, frente a las numerosas personas que esperaban la hora de los éxtasis, proclamó:

 

"Están ustedes perdiendo el tiempo. Hoy las niñas no vendrán aquí: esta farsa ha terminado. Se lo asegura el doctor Morales.

Ya se pueden marchar."

Y dándose media vuelta, inició el descenso con quien le acompañaba.

Aún no habían andado mucho, cuando pudieron ver a las niñas que, en veloz carrera, acudían a la cita de la Virgen.

Por lo visto, había sobre ellas una fuerza que no se plegaba a los deseos y decisiones del doctor Morales.("El martes, día 11, vinieron el doctor Morales y el doctor Piñal. No sé de la opinión científica de los doctores, lo que sí sé es que el doctor Morales dijo que aquel martes no sucedería nada, pues si las niñas estaban sugestionadas, él las desugestionaría...
"Cuando subían las niñas hacia "el cuadro", él estaba en el camino; pasaron las niñas sin hacerle ningún caso, y estuvieron luego en éxtasis como unos siete minutos.
"Al día siguiente comentaban: "¿No decía el carmelita que ya no veríamos más al ángel?" (El doctor Morales les había dicho que él era carmelita)". (De unas notas de don Valentín).

A esta misma fecha, o a las próximas, debe de pertenecer, aunque no lo sé de cierto, la escena que nos ofrece una fotografía de los primeros tiempos: el doctor Piñal al lado de Mari Loli en éxtasis, poniéndole colirio en los ojos... ¿Para qué? Según referencias, no tanto para ver las reacciones de la niña –lo que hubiera estado justificado, pues para eso debía estar él allí: para observar y estudiar–, cuanto para ver si lograba sacarla de aquel trance y demostrar así a todos que no había nada de verdad en tales fenómenos.

Pero la niña siguió tan fuera de sí como antes, de lleno en lo suyo; sin la más pequeña variación, sin que su sensibilidad acusara recibo del colirio con que le obsequiaba el doctor Piñal.

Evidentemente, los éxtasis no dependían de quereres o planes humanos. Empezaban cuando Alguien misterioso decidía, y acababan cuando ese mismo Alguien les ponía punto final. Si inútilmente, en esta ocasión, trató de cortar uno del doctor Piñal, no menos inútilmente trataron de provocarlos en distintas ocasiones otros médicos. El hombre puede muchas cosas; pero hay otras muchas, muchísimas, que le sobrepasan. Y es muy sabio reconocerlo.

No le habrá pasado inadvertido al lector el talante con que actúan los miembros de la Comisión episcopal: las pocas veces que "se molestan" en subir al lugar de los sucesos, parece que van sobre todo a buscar modos de acabar con aquello y pruebas que les apoyen en su actitud de  recelo y negativismo. (¿Otro detalle más, del talante con que actuaban?
Alguien garantiza plenamente la verdad de esta confidencia de don Valentín: "Yo fui a Santander el 15 de agosto por la tarde; estuve con la Comisión y con Pajares (seguramente, don Francisco, el viejo secretario del obispado), al que encontré ecuánime, como siempre; no así Piñal, que parecía un superdotado: me dio unos cuantos consejos, y como me parecía que se sobrepasaba de su misión, le contesté que yo haría solamente lo que me mandase el obispo. Dijo entonces de las niñas frases que no me gustaron, como que mentían..., que cuando se ponían en trance, se ponían como...").

Pero no todos iban con un talante así.

Los serios e imparciales estudios que no supieron o no quisieron hacer quienes más debían, los fueron haciendo otros que llegaban con mirada más limpia. Por estos días de agosto subió por primera vez a Garabandal otro médico santanderino, que sí se dedicó concienzudamente a observar y estudiar. Su nombre, don Celestino Ortiz Pérez; su especialidad, precisamente la pediatría, en la que se tiene ganada una excelente reputación.

Existe de él un minucioso y muy elaborado informe, que recoge el resultado de sus muchas estancias en Garabandal, desde el 15 de agosto de 1961 al 25 de noviembre de 1962.

Estudia con atención los antecedentes familiares y personales de las niñas, su estado y conducta antes y después de que empezaran los sucesos, carácter, desarrollo intelectual, comportamiento durante el sueño, reflejos, fenomenología de sus trances...; frente a los datos de todo este estudio, pasa revista a las posibles explicaciones de tipo natural: histeria, hipnotismo, catalepsia, enfermedades nerviosas infantiles..., y llega a estas conclusiones:

"1.ª  Las cuatro niñas, desde el punto de vista pediátrico y psiquiátrico, han sido siempre, y lo son ahora, perfectamente normales.

2.ª  Los éxtasis, en que hemos visto tantas veces a estas adolescentes, no pueden ser incluidos en el cuadro de ninguna de las categorías de la patología fisiológica o psicológica que actualmente se conocen.

3.ª  Dada la extensión del tiempo durante el cual se han producido estos fenómenos, si hubieran tenido algún carácter patológico de cualquier tipo, fácilmente se hubieran podido descubrir sus marcas.

4.ª  En la psicología infantil, tanto normal como patológica, yo no logro encontrar una explicación que pueda presentar como hechos naturales unos fenómenos que, según todas las luces de que nosotros disponemos, están por encima de las realidades naturales" (Del mismo sentir que el doctor Ortiz Pérez han sido bastantes otros médicos muy competentes, de España y del extranjero. Recordemos, por haberse pronunciado más abiertamente, a don Alejandro Gasca (este doctor Gasca, que ahora ocupa un importante cargo en la Sanidad de Zaragoza, era por el tiempo de las "apariciones" médico de la empresa Nestlé, de La Penilla (Santander), e inspector médico, provincial, del Seguro de Enfermedad), a los doctores Sanjuán y Puncernau (Barcelona), y al doctor Apostolides, médico-jefe del Servicio de Pediatría en el Centro Hospitalario de Troyes (Francia).
También se da como cierto que el gran maestro de médicos, doctor Jiménez Díaz (descanse en paz), ante algunos colegas o discípulos que en la Clínica de la Concepción (Madrid) bromeaban un día (parece que fue el 8 de octubre de 1961) sobre los fenómenos de Garabandal, expresó su opinión de que lo menos que podía hacerse frente a tales fenómenos, era tomarlos en serio, porque de cosa sería se trataba...
Muchas veces, a propósito de los profesionales de la medicina, me acuerdo de aquella salida de Jacinta, la pequeña de Fátima, en los días de su internamiento y martirio en un hospital o clínica de Lisboa: "Los médicos no aciertan mejor y más veces, porque tienen poco amor a Dios".

Claro que esto no puede decirse sólo de los médicos..., ni mucho menos, de todos los médicos.)

 

Insólitas "vigilias"

 

Las "vigilias" (Consistían en pasar "velando" la noche, o varias horas de la noche, que precedía a alguna gran solemnidad cristiana, como preparación a la misma. Los fieles, reunidos en lugar sagrado, empleaban ese tiempo de vela en lecturas bíblicas, instrucciones religiosas, cantos, oraciones, etc.) tan conocidas de los antiguos cristianos y desaparecidas luego del uso eclesiástico, han vuelto a revivir, extrañamente, en Garabandal.

Y aquí han sido muy movidas, pues las niñas en éxtasis no solían estar largo tiempo quietas, sino que iban de un punto a otro, dentro del pueblo o en sus alrededores.

Como especialmente hermosa entre tales "vigilias" podemos tener la que inauguró la fiesta de la Asunción de la Virgen –15 de agosto– en este año de gracia de 1961.

Ya hemos visto que el día anterior, 14, lunes, había llegado al pueblo el P. Ramón María Andreu, que acababa de enterrar a su hermano. Por la tarde habló detenidamente con las videntes, y luego fue calificado testigo del éxtasis que dijimos, y que duró desde las diez hasta la medianoche... ¡Buena hora para ir ya a acostarse! Pero ni las niñas ni sus seguidores tuvieron casi tiempo de ocupar la cama.

"A las 2,45 de la madrugada –dicen las notas del Padre– empieza la nueva marcha extática de las niñas, a modo de "vigilia" de la Virgen...

"Duró hasta las cinco. Intervinieron Conchita, Loli y Jacinta, pues a Mari Cruz no la había llamado la Virgen, y se fue a dormir.

"La marcha comenzó al salir las tres de la casa de Conchita, con grandes muestras de alegría, y pidiéndole a la Virgen que durase hasta la siete de la mañana. De hecho duró casi dos horas y media. Y todo el tiempo, en marcha, menos los breves ratos en que ellas se detenían a la puerta de la casa de Mari Cruz, o en la iglesia.

"El ritmo de la marcha no era muy rápido; pero sí constante. Andaban hacia adelante; sólo unas pocas veces hacia atrás.

"Y la tónica general de todo el trance fue la alegría. Con esta alegría rezaban rosarios, cantaban muchas de sus avemarías, sonreían o reían, hablaban...

"Resultaba muy difícil entender bien lo que hablaban, por ir en marcha; pero en un momento se les oyó decir: "¡Qué gusto! Pero tú nos dirás dónde está la casa de Mari Cruz, porque nosotros no la vemos."

"Empezaron entonces las idas y venidas hacia la casa de Mari Cruz, cantando coplas y otros cánticos. Entre las varias coplas cantadas a la niña, pudimos oír claramente ésta de octosílabos:

"Levántate, Mari Cruz,
que viene la Virgen buena,
con un cestito de flores
para la niña pequeña"

(Otra de las copas puede verse en el capítulo V.
Parece que estas coplas y otras similares fueron cantadas por las niñas en más de una ocasión. En carta de 2-VI-1970 me dice el cura de Barro (Asturias), don José Ramón García de la Riva: "Un día que estuve en Garabandal (no subió por allí hasta el 22 de agosto), y en un éxtasis que tuvieron Loli y Jacinta, cantaron ellas coplas a la puerta de María Cruz, que estaba en la cama por imposición de su madre"
Tampoco fue el día de la Asunción el único distinguido con algo fuera de serie. El mismo señor cura me escribe en la carta citada:
"De hecho siempre se producía algo de extraordinario en los días que podemos llamar marianos: sábados y fiestas de la Virgen (aunque no fuesen de precepto), como el Corazón de María, Natividad, Dulce nombre, etcétera...")

"De otras estrofas sólo pudimos captar frases o palabras sueltas, como "¡Ay, Mari Cruz!, no te levantas ni aunque te canten... Recoge las azucenas..."

"Cantaron también el navideño "Noche de paz", y una de "las mañanitas" (Las "mañanitas": creo que con este nombre se refiere el Padre Andreu a un bonito canto que empieza:

"Estas son las mañanitas,
que cantaba el rey David...")

Cada vez que cantaban alguna copla, volvían riendo y diciendo: "¡Qué luego la aprendimos!"

"En un momento dado, se separaron las tres, y poco después volvieron a encontrarse ante la casa de Mari Cruz. A eso de las cuatro y cuarto se despidieron finalmente de ella: "¡Hasta mañana!"

"Fueron a la iglesia; y pedían a la Virgen seguir así "Hasta las siete, hasta las ocho, hasta las nueve..."

"Terminó todo a las cinco de la madrugada.

"Y me explicaron después: "Íbamos como en el aire, como tumbadas, no sé. ¡Como en otro mundo! Era como de día y con sol" (debió de impresionarles la noche que aún las rodeaba al volver en sí).

"Al terminar, tenían el pulso normal y estaban frescas, sin sudor. Los demás estábamos más que cansados: ellas, sin fatiga, de buen humor, y con apetito."

Esta breve reseña de la singular "vigilia" se presta a ciertas reflexiones.

"La tónica general fue de alegría", nos ha dicho el P. Andreu, y yo me pregunto: ¿hubiera podido ser de otro modo?, ¿no exigía eso la índole de la fiesta que así empezaban a celebrar? Toda la liturgia de la Asunción es una retirada invitación al gozo, en el que debemos entrar nosotros, sus hijos de la tierra, que ya en la oración de la vigilia le pedimos al Señor: "Concédenos que, bien seguros con la defensa de María, muy gozosamente nos asociemos a su festividad"; pero no sólo nosotros... La ola de superior alegría debe alcanzar a toda la creación: "¡Llevada ha sido María al cielo! Se regocijan los ángeles y con cantos de alabanza bendicen al Señor." Son las primeras palabras del oficio divino en esta fiesta de la Virgen. Y el gozo, desde los ángeles a los hombres, está bien justificado, pues la que tanto importa para todos, si empezó sin mancha, ha acabado en pleno triunfo.

Sin duda, lo que las niñas de Garabandal fueron haciendo aquella noche por las oscuras calles de su aldea, era como una réplica humilde de lo que despliegan los ángeles y bienaventurados en el cielo para honor y gloria de la criatura mejor.

Las niñas y sus acompañantes, en pie a horas tan intempestivas, oraban y alababan a Dios por María: hacían una buenísima obra, por ellos mismo y por tantos cristianos, dormidos o... cosa peor. Se asociaban así, misteriosamente, a las almas consagradas que en más de un monasterio de monjes o en conventos femeninos de clausura iniciaban a aquellas mismas horas una nueva jornada con el rezo solemne de los Maitines y Laudes de la solemnidad (Los Maitines y Laudes son dos partes, importantes, en el rezo cotidiano del Oficio Divino. Los Maitines inauguran ese rezo, y según su misma designación latina, "Ad Matutinum", tienen como momento propio las primeras horas del día, la madrugada. De hecho, a tal hora se rezaban siempre en los antiguos monasterios.
A continuación vienen Laudes.)

Los Maitines y Laudes de las hijas de Garabandal eran muy distintos, verdaderamente insólitos, nada litúrgicos; pero ¿acaso menos provechosos para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia? Algún día se nos dirá.

 

La "vigilia" de la Asunción no fue la única por estas fechas

 

La "vigilia" de la Asunción no fue la única por estas fechas. Al sábado siguiente –19 de agosto 0150, primer día mariano después de la fiesta, hubo otra, que aún fue más larga, pues abarcó casi toda la noche, de sábado a domingo. Conchita habla así de ella en su diario (pág. 49):

"Como lo había dicho, Ella vino y nos dijo igual que el día anterior: rezad el rosario.

Y empezamos el rosario. Y esa noche fuimos a los lugares en que se nos había aparecido la Virgen al principio...; y decía la gente, después de nuestro éxtasis, que habíamos subido a los Pinos, y que anduvimos de pino en pino, de rodillas, rezando...

Y en este éxtasis, cuando nosotras estábamos viendo a la Virgen, Mari Cruz ya había tenido aparición primero, y se fue a la cama; y nosotras le dijimos a la Virgen que nos dijera algún cantar, para cantárselo a Mari Cruz. Y nosotras discurríamos alguna palabra, y nos ayudaba en lo otro la Virgen. Los cantares son los siguientes:

(Pone primero la estrofa ya conocida del "cestito de flores".)

"Mari Cruz, Mari Cruz,
¡qué pena nos da de ti!;
rézale mucho a la Virgen,
pa que vuelva donde ti".

"Mari Cruz, Mari Cruz,
¿no te huelen las azucenas?
Te las ha traído la Virgen,
para que seas más buena".

Esta noche la Virgen estuvo con nosotras desde las nueve de la noche hasta las siete de la mañana (Después de tales "vigilias" las niñas tenían que quedar deshechas, cansadísimas... Pues ¡no! Los testimonios sobre esto son unánimes, y reiterados hasta la saciedad.
Se caían de sueño cuando no habían podido dormir por otra causa; mas cuando perdían el sueño por las apariciones, no acusaban fatiga alguna, y podían empezar la nueva jornada "como si tal cosa", sin necesidad de recuperar las horas robadas al descanso.
Teniendo en cuenta que algo o mucho de esto ocurrió muchísimas noches a lo largo de meses..., ¿no puede hablarse de "milagro"?)
;

 

¡Nueva sorpresa en esta increíble historia de Garabandal!

La Virgen, metida en juegos con unas crías aldeanas...

 

y esa noche jugamos a "los tíos" (Este juego es el vulgarmente llamado "del escondite", o "esconderite", en el que una de las participantes –según corresponda– tiene que dar tiempo a las demás para que se escondan, y luego encontrarlas.) con la Virgen: nos escondíamos dos de nosotras, y otra nos encontraba."

¡Nueva sorpresa en esta increíble historia de Garabandal! La Virgen, metida en juegos con unas crías aldeanas...

"Eso no puede ser", debieron de exclamar no pocos al oírlo. Eso es ridículo, inverosímil, inadmisible.

Bien; yo confieso que no se me alcanza el porqué de tales juegos; pero nada me cuesta admitirlos, si tengo pruebas de que los hubo, y de que, efectivamente, la Virgen intervino en ellos. ¿Puedo pretender acaso, que me sean fácilmente comprensibles todos los detalles de la acción de Dios sobre el mundo, o en las almas? Me basta con tener señales de que son cosas de Él. Y entonces, ya puedo estar seguro de que todo eso que no comprendo, obedece a algún misterioso designio y ocupa un lugar en el dispositivo de la Providencia.

"Mis caminos, dice el Señor, no son vuestros caminos; ni mis pensamientos, vuestros pensamientos... (Is. 55, 8).

Por otra parte, ¿es que nunca se han "entretenido" de arriba en misteriosos juegos con los hombres?

De hace miles de años data este texto inspirado, que la Iglesia viene poniendo incansablemente en boca de la Virgen: "El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras de siempre...

"Cuando ponía en disposición los cielos, allí estaba yo: cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo, cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando ordenaba las fuentes en lo profundo.

"Cuando Él señalaba límites a los mares, para que no se desbordaran sus aguas; cuando asentaba los fundamentos de la tierra:

yo esta con Él a la obra,
y era su encanto cotidiano,
y de continuo desarrollaba mis juegos en su presencia,
y jugaba así con el orbe de la tierra,
hallando mis delicias en estar con los hijos de los hombres" (
Libro de los Proverbios, 8, 22-31)

Hay, pues, "juegos" que no desdicen de Dios, ni de la Madre de Dios y de los hombres. Lo que importa es descubrir el sentido oculto de tales juegos... Porque de una cosa podemos estar bien seguros: Si Dios y la Virgen "juegan", no es por entretenimiento. Buscan siempre comunicarse y aleccionar. Aunque no lo comprendamos todos, aunque no se comprenda en seguida.

Es significativo que el texto sagrado, después de hablarnos de esos misteriosos juegos en la presencia de Dios, diga inmediatamente: "Así pues, hijos míos, escuchadme: ¡Dichosos los que siguen mis caminos! Atended a la enseñanza, no rechacéis la sabiduría: ¡Bienaventurado quien me da su atención, velando a mis puertas cada día...! Porque quien me encuentra, encuentra la vida, y alcanza el favor de Dios.

"Pero el que me ofende, se lesiona a sí mismo; y todos los que me odian, buscan la muerte" (Ib. 32-36).

 

"O admirabile commercium"

 

Hay una antífona litúrgica del tiempo de Navidad que empieza con esas palabras latinas y trata de cantar el maravilloso intercambio o "comercio" establecido entre Dios y los hombres a través del Verbo encarnado. Me parece que en Garabandal se dio como una extraordinarísima ramificación de tal comercio o intercambio. Era como si a través de la Virgen (a veces, también del arcángel San Miguel) se mantuvieran ininterrumpidamente al habla el cielo y la tierra.

Ya van recogidos muchos datos de este hecho; pero nos encontramos con bastantes más, de estas fechas de agosto en que se mueve aún nuestra narración.

El miércoles, día 16 –litúrgicamente, fiesta de San Joaquín, padre de la Santísima Virgen, y popularmente, fiesta de San Roque–, fue una jornada de abierta comunicación con el difunto P. Luis María Andreu. Queda dicho lo que de tal comunicación recogió Conchita muy sumariamente en su diario; pero disponemos de algo más, gracias a las notas del P. Ramón.

Este sitúa el éxtasis de las niñas a las once de la mañana; en cambio, Conchita habla de lo que ocurrió "a las ocho o nueve de la tarde". ¿Se trata de dos éxtasis diferentes, o es que la niña, que escribía de esto bastantes meses después, sufrió una confusión en cuanto a la hora) (Me inclino a creer en dos éxtasis distintos, pues en el que dice le P. Andreu faltaba Mari Cruz; y, en cambio, Conchita habla así del suyo: "Se nos apareció la Virgen muy sonriente, y nos dijo a las cuatro...")

Anotó el P. Andreu: "Iba a salir a misa; me estaba poniendo el amito, cuando me llamaron: "Corra, Padre, corra, que vienen las niñas extasiadas"."

El Padre dejó de momento la misa y se fue a observar el fenómeno. Estuvieron recorriendo el pueblo durante un breve rato, y luego marcharon hacia la iglesia. Al Padre debió de extrañarle que estuvieran sólo tres –Jacinta, Loli y Conchita– y aprovechando, seguramente, una de las pasadas, entró en casa de Mari Cruz, a ver qué ocurría. La niña le dijo: "Me da mucha pena; a mí no me ha llamado la Virgen." Pero se unió al Padre, y fueron a la iglesia en seguimiento de las tres extáticas. Las encontraron caídas en tierra, en un grupo de singular belleza.

El Padre tiró de agenda o cuadernillo, y empezó a anotar lo que lograba entender de su misterioso diálogo:

"–¡Ay, qué voz! No conozco esa voz. (Hasta la fecha, las niñas sólo estaban habituadas en sus trances a la voz de la Virgen y, aunque mucho menos, a la de San Miguel.) Dime: ¿quién eres? (Se repitió esta pregunta con angustia)... (En esta transcripción del diálogo, los puntos suspensivos corresponden a las pausas que hacían las niñas, y que se debían, sin duda, a que ellas estaban entonces escuchando a su interlocutor) ¡Ah! ¡Eres Andreu!...

Loli: –sí, es tu voz; pero ahora es más fina... queremos verte. ¿Por qué no te vemos?... Saca una mano... Dinos qué viste en los Pinos cuando dijiste: ¡Milagro, milagro, milagro, milagro!... ¿En la rama del árbol de enmedio?... Iré a verlo y cogeré una corteza. (Seguramente la voz misteriosa acababa de decirles qué había visto y el lugar preciso de la visión.).

¡Qué contento estarás ahora!...(Clara alusión al estado de bienaventuranza en el que entran las almas de los justos ya antes de la resurrección de sus cuerpos.) Ya sabemos las últimas palabras que dijiste: que era el día más feliz de tu vida. (Se produjo un largo silencio, durante el cual ellas parecían escuchar con atención)... Ya hay un San Luis: San Luis Gonzaga... ¡Ah! ¡Claro! San Luis Andreu... yo me figuro que el cielo es llano, como una ropa tendida (Se entenderá cabalmente esta comparación, teniendo en cuenta que por los pueblos o ladeas la ropa lavada, especialmente las sábanas, suele tenderse al sol sobre el verde del suelo, para que se seque y blanquee mejor.) (Salida muy propia de una hija de la montaña, que asocia la vivencia de la monotonía y la fatiga cotidiana a un suelo accidentado, de difíciles caminos, en continuo subir y bajar)...

–¿Te cortas el pelo?... Entonces lo tendrás muy largo. ¿Y comes?... ¡Pues estarás bien delgado!... (Las crías de Garabandal, en su ignorancia, no podían imaginarse la vida de ultratumba muy diferente de la de aquí.) ¡Ah, claro!... (Preguntas en torno al misterioso estado del difunto; la exclamación final indica que él les dio ciertas explicaciones, con las que parecieron quedar satisfechas.)

–Está aquí tu hermano. Pero está diciendo misa, porque le ha tocado... ¿Qué está con nosotras? ¿Al lado de quién?... Ya se lo preguntaremos después, a ver si es verdad. (Hemos dicho repetidamente que durante los trances las niñas no veían nada que estuviese fuera de su visión. Por tanto, no veían al P. Ramón, al que suponían celebrando misa en aquellos momentos; por quien les hablaba supieron que estaba allí con ellas, y precisamente al lado de... Acabado el éxtasis, se lo preguntó el Padre, y las tres contestaron a la vez, muy alegremente: "De Loli". Estaban bien informadas.)

Loli:Ya encontré el rosario donde me dijo la Virgen, y se lo he dado a tu hermano... Ayer (fiesta de la Asunción) dijo la misa cantada, y predicó primero a los hombres, después a las mujeres, y después a los críos y crías, y nos miraba... Tu hermano dice "Dominus vobiscum", y yo creía que era "Dominus vobispum": así lo dice don Valentín... ¡Ay! Tú ¡qué bien lo dices!... Tu hermano nos enseñó un cantar (y Loli empezó a cantarlo):

"¡Cuándo me veré con toca
y zapatos sin tacón!
¡Qué corridas por el claustro...

¡Ay! ¿Cómo sigue? ¿Cómo era lo del corazón?... (La voz misteriosa debió de cantar lo que la niña había olvidado, y ella exclamó sorprendida): ¡Ah! ¡Tú también lo sabes!...

–Todos dicen que el día que dijiste aquí la misa, la dijiste muy bien. Tu hermano también la dice muy bien (Se ve cuánto importa ante Dios, y ante las almas, poner el mayor esmero de devoción y exactitud en todas las funciones del misterio sacerdotal.).

Conchita: –A tu hermano le dijimos un secreto, y dijo primero que era para hombres; pero luego se lo dijo a Carmen... ¡Me dio más vergüenza!... (Se trata, según el P. Andreu, de que él había preguntado a las niñas qué querían que les trajera..., y ellas, después de mucho porfiar para que hablaran, le indicaron que les gustaría mucho un costurero... –"Pero, ¡no, no! No los traiga, que son muy caros. Lo menos valen cincuenta y seis pesetas".
Para satisfacer aquella apetencia de las niñas, tan explicable, él debió de hablar a la señorita Carmen Cavestany.)

–Nos ha dicho tu hermano, que si quieres llevarle, que le lleves, como a ti... (La voz misteriosa debió de explicarles que no iba a ser así...) ¡Ah! Para que esté con nosotras... Va a venir tres semanas de párroco. ¡Qué bien!

–Dinos algo para tu hermano... Anda, repítelo, para que no se nos olvide... Ahora lo repito yo contigo... "Que haga sacrificios, que haga sacrificios!"... (Después del éxtasis, las niñas preguntaron al P. Ramón –a quien comunicaron el mensaje de su hermano– qué era eso de "hacer sacrificios"... El se lo explicó, y entonces replicaron cándidamente ellas: "¿Y por qué hay que hacer lo que a una no le guste?"
Esto deben de preguntarse también aunque no tan cándidamente, los "profetas" actuales de la inmortificación como forma o estilo de espiritualidad "nueva"...
Garabandal ha venido apremiando, como a cosa de la mayor importancia, a una actitud ascética y penitencial de vida... Quizá por eso tiene tantos enemigos. Pero la cosa está clarísima: sin esa actitud, no hay manera de vivir el Evangelio.)

–¿Cuándo vuelves?... ¿El lunes? ¿Por qué no el jueves? (Este diálogo tenía lugar el miércoles 16 de agosto: nada extraño que, por no esperar, quisieran las niñas reanudar las entrevistas al día siguiente, jueves.
Pero, aparte de esto, para mí está resultando cada vez más claro que en lo de Garabandal se ha mostrado una cierta predilección por el jueves, seguramente por ser el día eucarístico entre todos los de la semana.
[La relación de las niñas con el difunto P. Andreu me la ha confirmado Jacinta recientemente (octubre de 1975).
Ellas hablaron ciertamente con él, aunque no le veían; su voz era inconfundible. "–Días antes de hablar con él, la Virgen nos dijo que oiríamos una voz: que no tuviéramos miedo, y que la siguiéramos. Yo creo que se refería al P. Andreu muerto... La extraña voz que oímos días después, y que tanto nos asustaba, nos fue llamando por nuestros nombres..."
De lo que ha afirmado Conchita sobre la exhumación de los restos del P. Luis, al día siguiente del Milagro, Jacinta no sabe nada.]
Hasta el lunes nos va a parecer un año."

Este largo diálogo, del que hemos recogido sólo algunos puntos de mayor interés, fue calificado por el P. Royo Marín como una "verdadera maravilla". Durante él, las videntes "cayeron" y se levantaron unas tres veces. Y concluyeron todo con el rezo de una estación al Santísimo Sacramento: tres de sus avemarías fueron rechazadas por las niñas como de costumbre, y otras tres como solían hacerlo los hermanos Andreu (Véase el capítulo V. página 90.)

Una VOZ que baja de los montes

El diario de Conchita (pág. 47) cierra la sumaria información que nos da sobre los misteriosos intercambios del día 16 con el difunto P. Andreu, con estas palabras: "Nos dijo la Virgen ese día que al día siguiente sentiríamos una voz...; pero que no nos asustáramos, y que siguiéramos la voz" (Este anuncio debió de ocurrir en alguna breve comunicación del día 15, pues lo de la voz que sigue, tuvo lugar en el trance de las nueve o diez de la noche del 16.). Esto parece indicar que va a ocurrir algo extraño, que va a poner una nota más de novedad en aquella serie de fenómenos tan singulares.

"Al día siguiente, a la misma hora del otro día (es decir, al oscurecer), se nos apareció la Virgen a las cuatro; y estuvo unos minutos muy sonriente, y no nos dijo nada.

Y a los poco minutos, se nos hizo de noche, y nos llamaba (la voz), y Mari Cruz le decía: "Dinos quién eres; que si no, nos iremos a casa." Y estaba un momento esa voz, y en lo que estaba la voz, estaba muy oscuro y no veíamos a la Virgen; y cuando estaba un momento la voz, después venía la Virgen y se ponía muy claro. Y nos dijo Ella: "No os asustéis"; y nos habló un momento.

 

Y esa noche fue la primera noche que nos besó

 

Y esa noche fue la primera noche que nos besó; y nos fue besando una por una, y después se marchó"(No es extraño que la niña recuerde con toda precisión el comienzo de aquel regalo maravilloso de los besos de loa Madre... A partir de entonces, los espectadores sabían ya cuándo iba a producirse el final de un éxtasis: cuando las videntes ponían su cara en actitud de dar o recibir besos, a lo que solía preceder o seguir la acción lenta y devotísima de santiguarse.).

Aquí surgen bastantes preguntas: ¿de dónde o de quién procedía esa voz?, ¿a qué apuntaba o qué finalidad tenía?, ¿qué relación pudo haber entre ella y los besos de la Virgen a sus hijas asustadas?, ¿tenía algo que ver esta voz con el anuncio que se le hizo a Conchita a su regreso de Santander? (cap. VII, pág. 134).

Confieso mi desconcierto, y que no tengo respuestas para estas preguntas. Esa voz sigue siendo aún hoy uno de los enigmas de Garabandal.

Por sus efectos de miedo en las niñas y de oscuridad en todo el ambiente, junto con la pérdida de la visión de la Virgen, diríase que era la voz del Enemigo: voces del mundo tenebroso, de los poderes del mal, rabiosos ante aquel "admirable commericum" que se iba estableciendo entre el Cielo y la Tierra. Pero lo que Conchita da como de la Virgen en su diario: "Que no nos asustáramos, y que siguiéramos la voz", parece descartar esa identificación... O ¿es que la niña sufrió algunas confusiones y no supo expresarse bien sobre un asunto tan oscuro? Algún día –esperamos– nos llegará la aclaración de este misterio.

La extrañísima voz no se dejó oír sólo aquel día.

 

Relato que hace doña María Herrero Garralda

 

Subió entonces por primera vez a Garabandal una persona que había de convertirse bien pronto en uno de los mejores testigos de lo que allí estaba ocurriendo. Nos referimos a doña María Herrero Garralda, hija de los marqueses de Alego, casada desde hacía pocos años con don Enrique Gallardo Rodríguez-Acosta. Mujer bien formada, de gran corazón y acendrado espíritu religioso, pronto se ganó la confianza de las niñas y captó la profunda dimensión de los sucesos.

Durante bastante tiempo se contentó con guardar en su alma, y rumiar piadosamente, cuanto allá arriba había visto y oído; pero luego, cuando la marea antigarabandalista iba más "in crescendo" por la autoridad de la curia santanderina, se puso a redactar en francés, para el Santo Oficio de Roma, un memorándum de lo que ella misma había podido presenciar. Lo hizo por consejo del sacerdote belga P. Laffineur (Había muerto el sábado día 28 de noviembre de 1970, en Francia, donde residía y trabajaba desde hace bastantes años. Primera figura en el movimiento garabandalista europeo, firmaba muchos de sus escritos y comunicaciones con el seudónimo de "Dr. Bonance".
Aparte de gran preparación doctrinal, tenía una preciosa experiencia para entender de "apariciones", por su decisiva intervención como fiscal en el proceso de las de Beauraing (Bélgica, 1931-1932.)
, y a éste se dirige en el prólogo:

"Os ofrezco este pequeño trabajo... Ahora que lo releo, me parece muy pobre, y es que resulta casi imposible meter en palabras las emociones del alma.

"Sólo refiero aquí algunas de las muchas –una treintena, por lo menos– apariciones a que yo asistí en San Sebastián de Garabandal, a partir del 17 de agosto de 1961. Me esforzaré por dar una idea de aquellos acontecimientos, aunque es imposible expresar todo lo que yo he visto y sentido... Quisiera montar este trabajo sobre algo que me confió Loli el 7 de octubre de 1962: "Si se supiese lo que ella nos quiere, no tendríamos más remedio que quererla también muchísimo".

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

"Eran las dos de la tarde cuando yo llegué por primera vez a San Sebastián de Garabandal. Entré con mi hermana en el bar o  taberna de Ceferino, padre de Loli. El local estaba vacío, porque las "apariciones" tenían lugar, de ordinario, bastante más tarde, hacia la hora del crepúsculo (sólo sé de dos o tres casos en que ocurrieron a mediodía). Pedimos de comer, y la misma Loli se dispuso a servirnos. Debía de ser la primera vez que lo hacía, porque me pidió que la instruyera sobre el tenedor y el cuchillo. Por entonces, las pequeñas, en sus familias, comían de un puchero sin utilizar cubiertos.

"Apenas habíamos acabado nosotras de comer, cuando Loli llegó corriendo de fuera, toda sofocada, y dijo a su padre: "Papá, ven de prisa, que Jacinta y tiene aparición."

"Corrimos todos hacia la pequeña plaza que está en el centro del pueblo. Allí, bajo el día luminoso y cálido, estaba Jacinta, andando muy despacio, con su gran muñeca en la mano, la cabeza echada hacia atrás y esa sublime expresión de todo el rostro que no hay manera de describir. Su familia la seguía, en actitud del mayor respeto. María, su madre, quiso en un momento dado arrancarle de las manos la muñeca; pero Jacinta, sumergida en su visión, se lo impidió con un movimiento firme y brusco. Instantes después, vimos cómo la niña alzaba su muñeca hacia la visión, empinándose cuanto podía sobre la punta de los pies, ayudada por sus dos compañeras Loli y Conchita, que la levantaban. Loli, que estaba como loca de alegría al ver a su amiga en trance, la tomó por el brazo, y al punto, con una rapidez de relámpago, cayó ella misma en éxtasis.

"Las dos pequeñas, inundadas de felicidad, apretándose la una contra la otra, empezaron a recorrer el pueblo... Fue entonces cuando yo escuché por primera vez ese reír de Loli en éxtasis, que tanto me ha conmovido siempre. Era un reír de gloria, pleno de dicha, pero al mismo tiempo, silencioso, respetuoso, místico. No tenía nada de este mundo, ni del aire festivo de la tierra: estaba como embriagado de cosas del cielo.

"Las dos escuchaban..., y respondían a su visión, con un hablar lleno de misterio, apenas perceptible.

"Corríamos detrás de ellas, cuando, cerca de la casa que hoy es de Mercedes Salisachs, su expresión cambió totalmente, y empezaron a gritar con voz ronca, reflejando en su rostro el mayor desconcierto y susto: "¿Quién eres tú?... Dínoslo. ¿Quién eres?..." Así estuvieron unos minutos que parecían inacabables.

"Entonces fue cuando María, la madre de Jacinta, me dijo confidencialmente: "Ayer escucharon ellas por primera vez esa extraña voz. Y tuvieron mucho miedo. A pesar de que la Santísima Virgen les había advertido ya, diciéndoles que no tuvieran miedo... Parece que esta voz suena distante. Como si bajara de los montes. Es como un silbar o bramar que grita: Va..., Va..., Va...". "

* * *

Me pregunto de nuevo cuál puede ser el misterio de esa voz, poderosa y estremecedora.

Que fuera el Enemigo quien tratase de conturbar así a las pequeñas, nada sería de extrañar: en la vida de no pocos santos tenemos sobradas pruebas de lo que él es capaz de hacer –con toda clase de intervenciones sensibles– para asustar o entorpecer en su camino a quines de veras marchan hacia Dios... Pero ya hemos indicado lo que parece oponerse a una interpretación así.

¿Habremos entonces de entender la tal voz como venida de lo Alto? No pocas veces exalta la Escritura la fuerza creadora o arrolladora de la voz de Yahvé, el Señor. Muy especialmente en el salmo 29: "¡La voz de Yahvé sobre las aguas! Sobre la inmensidad de las aguas truena el Dios de la majestad... La voz de Yahvé troncha los cedros y hace saltar al Líbano... La voz de Yahvé hace estallar llamas de fuego...; retuerce las encinas, despoja las selvas. La voz de Yahvé sacude el desierto, el desierto de Cades".  Mas si la extraña voz que bajaba de los montes sobre Garabandal procedía del Altísimo, ¿por qué conturbaba así a las niñas, sin declarárseles? ¿Es que tenía una finalidad misteriosa, que sólo posteriormente habría de ser desvelada?

En este caso, quizá podamos atribuir a la tal voz cierto signo "apocalíptico" ("Apocalipsis" –revelación– es el nombre del último libro de la Sagrada Escritura. Resulta muy difícil de interpretar. Parece que en él, a través de grandes cuadros, visiones y símbolos, se nos quiere dar el misterioso curso de la Obra de Cristo en la tierra y su consumación o triunfo final, en orden a fortalecernos en las dificultades, con la seguridad de que no estamos solos, sino que la mano de Dios gravita con pulso firme sobre la marcha de los acontecimientos.). Como aquel tocar de trompetas en el capítulo 8 del enigmático libro, cuando va adquiriendo ritmo acelerado el despliegue de la acción del Cielo contra la potencia anticristiana del Mundo y del Abismo, y más todavía, como aquel triple "¡Ay!" que se lanza en advertencia sobre los hombres, demasiado entregados a "sus cosas"... ("Vi y oí a un águila que volaba por medio del cielo, diciendo con poderosa voz: "¡Ay, ay, ay, de los moradores de la tierra, por los restantes toques de trompeta de los tres ángeles que todavía han de tocarla" "(Ap 8, 13).
El texto latino nos da así las exclamaciones del águila: ¡Vae, Vae, Vae!)
.

¿Ha venido también Garabandal como marcado por este signo de llamada de atención hacia cosas imprevistas "que pueden suceder pronto" (Ap 1, 1)?

165-178

A. M. D. G.