ÍNDICE

SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO X

 

 

HACIA EL FINAL

 

 


 

Más detalles, más expectación.

  Conchita hace dos anuncios de importancia en relación con su milagro

    Cansancio y decepción

   la gran crisis de enero de 1963

    Volvamos a las primeras negaciones de las videntes en enero de 1963

 


 

1962 venía siendo un año "colmado" en el proceso de Garabandal. Innumerables apariciones de la virgen, muy numerosas "comuniones místicas" de las niñas, ciertos episodios fuera de serie, como las "noches de los gritos" y "el milagruco" del 18 de julio, los anuncios "increscendo" del Milagro...

Precisamente, todo eso del Milagro empezó a aparecer como un final del largo proceso. Por una parte, vendría a poner el definitivo sello de garantía sobre el origen de tantos y tan extraños fenómenos; por otra, vendría a dar la última oportunidad de salvación antes de la gran catástrofe.

Con el Milagro a la vista, bien se podía ir pensando en el desenlace... Porque a nadie, seguramente, se le ocurría que todo aquello pudiera seguir así indefinidamente.

Y lo del Milagro se redondeaba progresivamente con los dichos de las niñas y se agrandaba de igual forma en la espera de los visitantes.

 

Más detalles, más expectación.

 

El invierno de 1962-1963 se echa sobre las alturas de Garabandal sin que se interrumpa la marcha "normal" de los sucesos. Las tres videntes que quedan, Jacinta, Loli y Conchita, suelen tener sus éxtasis por separado; pero a veces las tres coinciden en el mismo, y su marcha extática resulta entonces de una singular belleza.

En las notas de don Valentín –3 de diciembre de 1962– se lee:

"Hoy nos hemos fijado especialmente en su manera de andar. Se observa una total sincronización de movimientos. Las tres llevan perfectamente el paso, al modo de un desfile militar; sólo pierden el ritmo cuando han de sortear algún obstáculo difícil o en las raras ocasiones en que tienen un tropiezo, pero inmediatamente lo recuperan. Esto llama más la atención en Loli, que por tendencia natural camino con pasos más cortos que las otras dos, quizá porque es algo más pequeña.

Este día, Conchita salió del éxtasis antes que las otras dos

(Por estos días de diciembre estaba en Garabandal un señor de Barcelona, don Francisco Clapes Maymó, que ha tenido la amabilidad de enviarme copia de sus notas de entonces. En la correspondiente a la noche de l2 al 3 de diciembre veo confirmado eso de don Valentín:

"Conchita terminó el éxtasis antes, y siguió acompañando del brazo a Jacinta y maría Dolores.

"María Dolores tenía la cara triste.

"Ceferino, que estuvo escuchando al lado de María Dolores en éxtasis, dice que era diabólico, por lo que oyó, y que discutían...

"Conchita dice que la reunión que tuvieron ellas en éxtasis en el cuarto de su casa no fue diabólica, sino de la Virgen."

Esta reunión la habían tenido la tarde anterior, la del día 2, y sabemos de ella por testimonio del mismo señor Clapes Maymó:

"A las 6,20 de la tarde, estando jugando, Conchita ha caído en éxtasis, y María Dolores y Jacinta, al verla, también lo han tenido.

"No han rezado el rosario. Han dado vueltas por el pueblo, yendo a la iglesia varias veces; al principio del éxtasis han entrado las tres en casa de Conchita, subiendo a la habitación de ésta, mientras hacían señas para que nadie las siguiese. Estuvieron arriba un rato, no sabiéndose lo que hacían o decían. (Se comentaba si esa audiencia privada no sería para comunicarles la Virgen la fecha del milagro)..."), y se observó que, mientras estas últimas continuaban con el paso rítmico, perfectamente sincronizado, Conchita empezó a caminar a su aire. También hubo este día otro detalle curioso: siempre habíamos visto que cuando marchaban las tres juntas en éxtasis, Conchita ocupaba infaliblemente el centro; hoy no ha sido así, ella ocupó constantemente un puesto lateral: Jacinta iba en el centro, Loli a su izquierda y Conchita a la derecha."

 

Conchita hace dos anuncios de importancia

en relación con su milagro

 

El 6 de diciembre es jueves, antevíspera de la Inmaculada. Mucho antes de que despuntase la aurora, hacia las 5,30, Conchita tiene un éxtasis que se prolonga durante noventa minutos... Al acabarse, hace la niña dos anuncios de importancia en relación con su milagro:

1) Un día, poco antes de que el milagro se produzca, ocurrirá algo que tr4aerá como consecuencia que mucha gente deje de creer en las apariciones de Garabandal; tales dudas o deserciones no se deberán al excesivo retraso del milagro.

2) El día del milagro desaparecerá la nota que ella dejó firmada en Santander dando a las apariciones por no auténticas. (Se refiere seguramente al papel que ella había dejado firmado, por presión del doctor Piñal, cuando la llevaron a la capital de la Montaña en los días finales de julio de 1961. (Véase el capítulo VI de la 1.ª parte.)

Todos esos datos sobre el día 6 de diciembre están tomados de las notas de don Valentín Marichalar.

El señor Clapes Maymó da su propia versión como testigo:

"Conchita, de 5,35 a 6,40 de la madrugada, tuvo éxtasis...

"Cuando estaba ya normal, dijo que el documento que el doctor de Santander le había hecho firmar –declarando que las apariciones eran falsas y que ella estaba loca–, que desaparecerá por orden de la Virgen.

"También dijo que casi ninguna persona creerá en Garabandal poco antes del Milagro...").

Dos días más tarde, sábado, fiesta de la Inmaculada, era la fiesta mariana más solemne y mejor guardada en España. Era, además, la fiesta onomástica de Conchita. Casi en el comienzo mismo del día, a las tres de la mañana, la niña fue favorecida con un éxtasis. Se recogió en magnetófono parte de lo que ella decía en diálogo con la aparición. Algunas cosas son de un sorprendente infantilismo, si tenemos en cuenta sus trece años bien cumplidos. Por ejemplo, y a propósito del Niño que esta vez debía de traer la Virgen:

"Hoy me trajeron un niñín, que no se parece a ése que traes Tú... Pero ¡cuánto hace que no venías con el nene! ¡No ha engordau nada! ¡Mira, está igual que estaba... ¡Onde ha estao?... ¡Ah!... Cuando no viene el nene, ¿dónde está posao? ¿En el cielo? ¿En alguna cuna?... ¡Halá! Pero Tú no puedes estar aquí y allí! Mira que..."

 Al lado de cosas tan "infantiles" y de expresiones que no hay manera de entender, se oyeron también palabras en evidente relación con el milagro; pero no aportaron nada nuevo, al quedar en el aire, sin su natural complemento y explicación, que sería lo dicho por la misteriosa interlocutora.

– "Tengo unas ganas de que llegue ese día, pa decilo... ¿Sabes por qué tengo ganas de que llegue ese día? La gente no lo cree... ¡Ah! ¿Después vendrá el milagro, cuando no crea casi nadie?... ¿Una semana bastará?... La gente, ¿cuándo te verá?"

 (Una joven señora de Madrid, la señora de Larrauri (Paloma Fernández-Pacheco), estaba presente aquel día en Garabandal con su marido; me ha escrito algunas precisiones:

"El niñín de que hablaba Conchita en éxtasis es un Niño Jesús de Navidad que yo llevé. La cinta de magnetófono que recogió su conservación la llevé yo misma a los laboratorios de NO-DO; es bastante larga, y alguna vez parece oírse la voz de la Virgen. En NO-DO me dijeron que había allí dos voces;  pero que no estaban a un mismo nivel, sino como en muy distinto tono o altura (no recuerdo bien las palabras técnicas que emplearon). Estaban muy extrañados...)

El tema del milagro es algo que llena el ambiente de Garabandal en estas postreras semanas de 1962. Las notas de don Valentín, que acaban precisamente por estas fechas, dan casi como último dato:

 "Este día 15 de diciembre, Conchita dijo a Mercedes Salisachs (la conocida escritora de Barcelona), que un señor, totalmente paralítico, se curará el día del milagro, esté donde esté."

(También el señor Clapes Maymó confirma este dato:

En la madrugada del día 10, "Conchita tuvo éxtasis de 5,27 a 5,37 (diez minutos)... La acompañaban la señora Salisachs (doña Mercedes), una señora amiga, Félix (el ex seminarista bilbaíno), un chico de Colunga (Asturias) y el conductor de la señora Salisachs... Dijo que un chico paralítico –conocido de dicha señora–, por el que le habían pedido que rogara, curaría esté donde esté" (se entiende, el día del Milagro).

En un ambiente así, ¿cómo pudo producirse la fuerte crisis que bien pronto desmantelaría no pocos entusiasmos y esperanzas?

 

Cansancio y decepción

 

El 28 de diciembre, Maximina escribe a doña Eloísa de la Roza Velarde, la cuñada del doctor Ortiz; al lado de lamentaciones sobre lo desasistidos que han estado en la Navidad (El día de Navidad no tuvimos misa de gallo (medianoche), ni de gallina, como nosotros decimos; o sea, que no tuvimos nada, ni de noche ni de día. Así que no conocimos que era Navidad; no subió don Valentín por el mal tiempo.

Pero si en tan entrañables fiestas les faltó a los de Garabandal lo más importante para el pueblo cristiano: la celebración de la Eucaristía, no les faltó, en cambio, el especial favor del Cielo, a través de sus niñas videntes.

Escribe Maximina:

 La Nochebuena, Jacinta y Loli estaban en los Pinos, ¡a las doce de la noche!, y estaba una noche muy mala, nevando y con mucho frío. Conchita pasó toda la noche en la cocina, y a las cuatro de la mañana fue en éxtasis a los Pinos, y de allí bajó un buen trozo de rodillas, por encima de la nieve, y luego fue al cementerio...),

da esta escueta referencia sobre la situación:

"Las apariciones siguen como siempre; pero del milagro no hemos vuelto a saber más..."

Cuenta luego la emoción de dos asturianos (que hospedaba en su casa), a causa de una "prueba" recibida, y añade:

A los que estamos aquí, ya no nos hace sensación nada, ya que estamos hechos a todo; esperamos ver otra cosa más grande, y no sé cuándo la veremos, que parece que ya no nos mientan nada del milagro. Parecía que el de Loli y Jacinta iba a ser, según habíamos entendido, este año; pero este año, al ver, ya no es. ¡La cosa es que fuera!, que tememos que no sea (ni este año ni nunca). Conchita dice que el de ella no ha tardao..."

Por estas líneas y por otras referencias que andan por ahí, puede verse claro que a finales de 1962 flotaba en el ambiente de Garabandal un doble anuncio de milagro: por una parte estaba Conchita, que se mantenía en sus dichos; por otra, Loli y Jacinta, que apuntaban a algo diferente (Es indudable que la gente, en estos últimos meses de 1962, estaba a la espera de dos milagros, que se anunciaban como distintos: uno –más inmediato–, "el de Loli y Jacinta"; otro, "el de Conchita".

Jacinta y Loli hablaron ciertamente de "su milagro"; pero hay motivos para dudar de que inicialmente partiera de ellas la cosa...

He podido, ¡al fin!, hablar con Jacinta (en Santander, 10 de noviembre de 1973), le he preguntado sobre el asunto, y de sus palabras he sacado bien en limpio:

1.º Que a ella, la Virgen nunca le prometió abiertamente un milagro; siempre que se lo pidió, "para que la gente creyese", obtuvo sólo, como respuesta, el silencio, o un vago "Ya creerán. Ya creerán".

2.º Que fue Conchita quien empezó a meterles en la cabeza a ella y a Loli lo de un milagro inminente, en el que las dos iban a intervenir, y en este sentido, y por la palabra de Conchita, hablaron ellas de "su milagro".

No es fácil poner en claro qué es lo que buscaba Conchita al montar todo eso...). Estas hablaban de "su milagro" como si estuviera muy próximo; y la gente, bien porque ellas lo hubieran dicho así, bien porque se las hubiese entendido mal, andaba persuadida de que tal milagro ocurriría antes de que terminase el año (De octubre a diciembre, las frecuentes cartas de Maximina González a la familia Pifarré tocan una y otra vez el tema ese de "el milagro de Jacinta y Loli"... Se presenta tan inminente –por lo que dicen las niñas– que Maximina expresa repetidamente sus temores de que no pueda avisarles con el tiempo necesario para que ellos hagan el viaje desde Barcelona a Garabandal (entonces no había teléfono en el pueblo); llega a veces a retener la carta, ya escrita, durante unos días, porque las niñas van a decir la fecha de un momento a otro...).

Pero el año acabó, y de lo esperado nada hubo... Un peso de tristeza, de amargo descontento, empezó a oprimir a parientes, vecinos y visitantes. No sólo por no haberse producido el milagro en las fechas que ellos pensaban, sino también por el temor de que no se produjera nunca. ¡El caso es que fuera! –hemos oído a Maximina–, que tenemos miedo de que ya no sea.

Todo esto desembocó en la gran crisis de enero de 1963

 

* * *

 

la gran crisis de enero de 1963

 

Nos encontramos ante uno de los episodios más difíciles y menos esclarecidos de Garabandal.

Yo he tratado de ponerlo a buena luz; pero no me ha sido posible, por una doble razón:

Por la falta de suficientes testimonios o informes escritos.

Y por no haber podido investigar sobre el terreno (hablando con las videntes y los vecinos), a consecuencia de la cerrada y malhumorada oposición del obispo Cirarda.

Mas si no es posible, por ahora, poner aquello a buna luz, sí podremos iluminarlo un poco.

En febrero de  1963, nuestro ya conocido don Luis López Retenaga hacía una nueva visita a Garabandal, que duró tres días, del 22 al 24. Después redactó un informe, cuyo destinatario era el entonces obispo de Santander, monseñor Beitia Aldazábal (la visita al lugar de las apariciones se había hecho con su expresa autorización), y en tal informe encontramos algunos datos muy valiosos:

"Es la cuarta vez que visito esta aldea montañesa... Cuando mi anterior visita, en los meses finales del pasado año, supe de rumores que corrían acerca de la realización, bastante inminente, de un "milagro" anunciado por Loli y Jacinta. No me fue posible en aquellas circunstancias comprobar personalmente la autenticidad de tales anuncios... Pero sé que al entrar el mes de enero del presente año, viendo que la esperanza del milagro anunciado por las dos niñas no cristalizaba en realidad, las ilusiones de muchas personas se vinieron abajo. Tanto los familiares como la mayor parte del pueblo se sintieron entonces defraudados y humillados. Sujetos a los cambios bruscos y las actitudes extremas, características de las masas, aquellas gentes trocaron la admiración que sentían por las niñas, en una actitud de repulsa y desconfianza hacia ellas, convirtiéndolas en objeto continuo de sus murmuraciones. Tal actitud iba dirigida principalmente contra Conchita, a quien siempre se la ha considerado como la más responsable, o culpables, de las cuatro..."

Estas líneas nos ayudan a entender lo que había en el pueblo al comenzar el año 1963; pero nos gustaría saber cómo se fue gestando tal situación. Y esto es lo que nos dice el señor López Retenaga:

"Me refiere Conchita, que regresando ella un día de Cabezón de la Sal (Villa situada sobre la carretera nacional 634 y el ferrocarril de vía estrecha Santander-Oviedo, en las márgenes del río Saja, no demasiado lejos de Garabandal; Conchita tenía allí una tía, hermana de su madre.), Loli y Jacinta le hablaron de un milagro, que se les había ocurrido, y que consistía en enterrar una imagen de la Virgen, para decir después a la gente, cuando estuvieran en éxtasis:

"Cavad ahí y encontraréis una virgen."

Conchita tomó aquello a broma, y siguiendo en la misma línea de bromear (Conchita ha demostrado siempre un gran sentido del humor, resultándole fácil eso que en España llamamos "tomar el pelo", aunque sin faltar.), ella habló de unos "polvos mágicos", que tenían la virtud de suspender en el aire a quien los tomaba... Las tres niñas probaron entonces de los maravillosos polvos, que no eran sino unos vulgares polvos dentífricos (Veo confirmado esto que dice aquí el P. Retenaga por unas líneas que aparecen en carta de Conchita a la hija de doña Eloísa de la Roza, del 18 de febrero:

Ya sabrás lo que ha pasado..., pues es un lío lo que hay aquí ahora; algunos de los que creían en las apariciones, ahora ya no creen nada, de lo que hace de este lío que hubo en esos días. Y, además, ¿sabes por qué se "revolvió esto? Por unos polvos de perborato que yo les di a Loli y Jacinta, y les dije que eran para elevarse...).

 Únicamente Loli, quizá por la mezcla de lo maravilloso y de lo ingenuo en que venía estando metida desde hacía año y medio, parece que tomó en serio la cosa y siguió probando de aquellos polvos, con la esperanza de verse suspendida en el aire.

"Conchita me asegura que en su intervención en aquel incidente no hubo más que eso: una broma..." (El P. López Retenaga recoge así la versión de Conchita, en la que ella queda mejor parada que sus compañeras; pero últimamente he podido recoger yo la versión de Jacinta, y, según ésta, las cosas cambian bastante... Porque me dice que fue Conchita la verdadera inventora de aquel proyecto de enterrar una imagen, etc., a cuya realización quiso arrastrar a las otras dos, quedándose ella muy listamente al margen; y si Loli y Jacinta no llevaron adelante el proyecto, fue por el miedo de una posible presencia o intervención final del demonio.

Y en cuanto a lo de los polvos, me temo que no haya sido tan inocente "broma" como Conchita quiso hacer creer al P. Retenaga... Las otras dos, por lo menos, se lo tomaron tan en serio, que Loli llegó a enfermar del estómago, a causa de las repetidas dosis que infirió, con la esperanza de elevarse por los aires.)

Pero la broma, ya queda apuntado, trajo largas y desagradables consecuencias.

Es difícil sopesar todo el asunto con exacta justicia. Pues, si en lo de los "polvos" podemos admitir que todo se debiera a una broma de Conchita (que las otras no supieron interpretar), no podemos ser tan indulgentes ante lo de enterrar una imagen...

¿Cómo aquellas niñas pudieron pensar tranquilamente en tal engaño?

Objetivamente, hay que calificar su proceder de no limpio ni recto, sino del todo reprobable.

Subjetivamente, ¿qué grado de culpabilidad tuvieron?

Me es imposible decirlo, por carecer de suficientes elementos de juicio.

Pero me inclino a pensar que, al menos por parte de Loli y Jacinta, se trata también aquí de la lamentable y casi inconsciente "ligereza" que ellas habían tenido ya el año anterior con lo de los éxtasis fingidos (véase el volumen 1.º, capítulo XII).

Don Luis López Retenaga parece, en su informe, del mismo sentir:

 "Debo advertir, que quien juzgue la psicología de estas niñas, a base de la madurez de juicio y reflexión propias de una persona mayor y bien formada, sufrirá muchos quebraderos de cabeza. Hice notar ya en mi primer informe, como apreciación bastante común, el notable retraso psicológico de estas niñas con respecto a niñas de la misma edad en nuestros pueblos y ciudades industriales... Con esta su psicología candorosa e ingenua, las niñas, durante año y medio, han venido presentando a la aparición, desde la broma más pueril hasta los problemas más serios y urgentes, traídos por los circunstantes... Estos buscaban más encontrarse con lo maravilloso e impresionante, que atenerse a las exigencias del mensaje que proclamaban las niñas... Y en la conjunción de estos dos mundos psicológicos, el de las niñas y el de las muchedumbres, creo que está la explicación de cómo pudo llegarse desde unas "bromas" hasta la expectación de un gran milagro."

Al lado de esta difusa presión de las muchedumbres sobre la "inconsciencia" de las niñas –habituadas a vivir lo sobrenatural como algo cotidiano– había también otras presiones, provenientes de cosas que enturbiaban la pura corriente de los "sucesos" de Garabandal.

También aquí el señor López Retenaga apunta:

 "Cierto antagonismo, ya antiguo, entre las familias de las niñas."

Hagámonos cargo. Conchita iba quedando, poco a poco, pero cada día más, en un primer plano de atención y de "atenciones"... Quizá familiares y amigos de las otras, por esas envidias aldeanas que tanto pululan y tanto conocemos, pinchaban a éstas de mil modos, llevándolas casi inconscientemente a un cierto afán de no ser menos: si Conchita tenía "su" milagro, ¿por qué ellas no iban a tener igualmente el suyo?

A esto se añadía, me parece, la urgencia de buscar una salida o desenlace para todo aquello. Las familias debían de sentir ya bastante cansancio con la inacabable serie de fenómenos, que habían perdido ya mucho de su primera emoción, pero que seguían siendo constante motivo de preocupación durante el día y de falta de descanso por la noche.

¿Cuánto y cómo iba a terminar aquello?

Porque parecía llegado el tiempo de que aquello terminara. Y que terminara en algo que "valiese la pena". A los que estamos aquí –declara en su carta Maximina–, ya no nos hace sensación nada, que ya estamos hechos a todo; esperamos ver otra cosa más grande...

Entonces, quizá pensaron las niñas hacer frente a la situación con el anuncio de un milagro; puesto que la Virgen venía dando a entender, con su repetido ya creerán, ya creerán, que había de ocurrir algo maravilloso, ¿tenía acaso importancia adelantársele –y hasta presionarla– con anuncios de un prodigio, que no podía estar ya lejos?

No busco justificar a las niñas, sino apuntar las "circunstancias" que pudieron disminuir, quizá sustancialmente, su responsabilidad en un proceder que merece ser reprobado.

Pues bien, si lo que ellas buscaban era apresurar un desenlace, lo consiguieron. Pero el desenlace vino con signo muy distinto del que seguramente imaginaban.

Al cabo de 19 meses, ¿el punto final?

Hemos de volver ahora, n estas alturas de nuestra historia, a ese diario de Conchita, que tanto nos ayudó al principio, pero que de nada nos ha servido a través de la segunda mitad de 1962. Dice así en su página 60:

A nosotras cuatro: Loli, Jacinta, Mari Cruz y yo, al principio de todo, nos había dicho la Virgen que nos íbamos a contradecir unas con otras, que nuestros padres no andarían bien, y hasta que habíamos de negar el que hubiéramos visto a la Virgen y al ángel. A nosotras nos extrañaba mucho, claro, que nos dijera esas cosas.

Y en el mes de enero del año 1963, ha pasado todo esto, que la Virgen nos había dicho al principio. Nos hemos llegado a contradecir unas con otras, y hasta hemos negado que habíamos visto a la Virgen. Incluso un día lo hemos ido a confesar. Pero en nuestro interior estábamos en que el ángel y la Santísima Virgen se nos habían aparecido, porque habían traído a nuestras almas una paz y una alegría interna, y muchas ganas de amarlos más con todo el corazón; porque la sonrisa y el habla y lo que nos decían nos hacían quererlos, amarlos mucho más y entregarnos completamente a ellos.

Nosotras, cuando lo hemos ido a confesar, pues fue sin pensarlo, sin creer que era pecado; fue porque el párroco nos dijo que fuéramos a confesar. Y nosotras, no sé cómo fue, pues... dudamos un poco (de la verdad de lo que habían visto); pero un dudar de una forma, que parecía el demonio, que quería que negáramos a la Virgen, Y luego, a nuestros padres les hemos dicho que no habíamos visto a la Virgen; pero que las "llamadas" y el milagro de la sagrada forma, que sí era cierto.

Yo, n mi interior, me quedaba extrañada de decir esas cosas, cuando en mi conciencia estaba completamente tranquila (segura) de que había visto a la Santísima Virgen. Y el párroco, don Valentín Marichalar, nos echó diez rosarios y cinco padrenuestros de penitencia. Y la Virgen, después de decir nosotras esto, a los pocos días se nos volvió a aparecer.

Tenemos aquí, en estos párrafos de Conchita, mucha materia...

Sustancialmente se trata de un anuncio profético, muy preciso, bastante antiguo, que al fin empieza a cumplirse.

Estamos ante el proceso de las llamadas "negaciones" de las niñas, aun cuando más que de negaciones debería hablarse de tremendas dudas y oscuridades, que ellas no fueron capaces de interpretar ni de expresar. Tal proceso ha sido largo y complicado. Su primer brote apareció en Mari Cruz, que desde hacía tiempo (y más desde el cese total de su éxtasis en septiembre último) se encontraba en una situación especial. A ese primer brote sigue ahora este otro de enero de 1963, en que ya están implicadas las restantes videntes. De él se reponen bastante pronto, como luego veremos, Conchita y sus dos compañeras; pero en agosto de 1966 estalla al fin en grado máximo la "turbación" de las niñas a propósito de sus apariciones... La cosa desembocó, por parte de un nuevo obispo, monseñor Puchol. íntimamente desafecto a todo aquello (En 1965, don Eugenio Beitia Aldazábal, que había entrado tres años antes en el obispado de Santander, quedó relevado, a petición propia, de su cargo pastoral; le sucedió como obispo don Vicente Puchol Montís, en agosto de 1965.

Cuando se hizo público su nombramiento, un canónigo de Madrid escribió al P. Lucio Rodrigo (de la Universidad Pontificia de Comillas), advirtiéndole que Garabandal tendría un gran enemigo en el nuevo obispo..., como así fue.

Monseñor Puchol pereció trágicamente en accidente de automóvil el 8 de mayo (antigua fiesta de San Miguel Arcángel) de 1967), en la discutida nota de 17 de marzo de 1967:

No ha existido ninguna aparición. No ha habido ningún mensaje. Todos los hechos acaecidos tienen explicación natural.

Como ahora sólo estamos historiando, y aún en enero de 1963, no quiero ya meterme ni con el contenido de dicha nota, ni con los "lances" que precedieron a su elaboración, ni con las consecuencias que de ella se sacaron... Ya llegará el día de ponerlo todo a buena luz. lo que sí debe decirse ya, es que tal fenómeno de dudas y "negaciones" no es algo exclusivo de Garabandal (Se sabe, por ejemplo, que el venerable P. Hoyos –el jesuita español de las apariciones y promesas del Sagrado Corazón de Jesús–, tiempo después de esos fenómenos, cayó en tales dudas o escrúpulos acerca de su autenticidad, que llegó a creerse, en su desolación, el mayor embustero del mundo, un pecador que no merecía perdón. Y cosa similar le ocurrió a Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes, siendo ya religiosa profesa en Nevers...; pero la Iglesia supo valorar certeramente tales dudas y "negaciones", elevándola al supremo honor de los altares, después de un largo proceso llevado con todas las de la ley.

Creo que, consultando a los maestros de teología mística, no es tan difícil explicarse las "contradicciones" de las videntes de Garabandal, ni saber el valor que de hecho tienen.), ni de él puede deducirse prueba alguna de valor contra la verdad de sus "hechos".

 

Volvamos a las primeras "negaciones" de las videntes

 en enero de 1963

 

Volvamos a las primeras "negaciones" de las videntes en enero de 1963. Se ve en seguida que tiene un claro signo de vacilación y titubeo. Las mismas niñas no entienden lo que les pasa y quedan sorprendidas de lo que dicen, en tanto contraste con lo que íntimamente sienten. Diríase que una fuerza extraña y misteriosa –Conchita lo apunta: el Demonio– las lleva a expresarse en forma no concorde con sus más innegables vivencias (Podemos hablar también de "presiones" que no son reducibles a la acción diabólica. En los comienzos de abril, nuestro conocido y tantas veces citado don Luis Navas se presentaba de nuevo en Garabandal; quedó desconcertado ante aquella "situación", tan distinta de la que él había vivido allí repetidas veces. Tratando de explicársela, empezó a hablar con unos y con otros; y después de estar con Loli, saqué –dice– la conclusión de que Ceferino había presionado sobre la niña, cuando el milagro no llegó en diciembre, según él esperaba...

La verdad es que Ceferino fue siempre uno de los "más duros de pelar" en orden a creer íntimamente en la verdad de todos aquellos fenómenos. Ni los entendía ni acertaba a explicárselos; pero creer, lo que se dice "creer" en ellos, eso era harina de otro costal... En su caso, como en el de otros familiares de las videntes bien pudo darse aquello que Jesús apuntó en su día:

 "en ninguna parte se duda y desconfía tanto de un "profeta" como en su patria chica y entre sus parientes y dentro de su propia casa" (Mc 6, 4).)

Don Luis López Retenaga, en su tercer informe a monseñor Beitia, da las impresiones recogidas por él de las mismas niñas durante la Semana Santa de 1963, y dice:

"Ellas, ante la broma convertida en "milagro fallido", se vieron presionadas por sus familias y muchísima gente (para que reconociesen que todo había sido mentira); aquella presión les vino a ser como un argumento de autoridad, y cayeron en verdaderas dudas sobre el origen de lo que les estaba pasando... Conchita, en la incertidumbre general y apoyándose en que la gente sabía más que ellas, a pesar de su convicción interna de haber visto un ser maravilloso, acabó manifestando también al señor párroco que todo había sido mentira, menos el milagro de la forma..."

Está claro que estos días de enero son tremendamente penosos para las videntes:

por sus propios sufrimientos internos,

por los disgustos y desavenencias que estallan en sus familias,

por el confusionismo general.

Seguramente por eso de no tener ellas plena responsabilidad en lo que dicen, la Virgen no les retira del todo su favor:

"Y la Virgen, después de decir nosotras esto, a los pocos días se nos volvió a aparecer."

Pero el proceso se había puesto ya en marcha y las cosas se complicarían, interna y externamente. Sigue el Diario, página 62:

"Y el padre de Loli, Ceferino, ha mandao venir a una comisión de médicos; se llaman don Alejandro Gasca, don Félix Gallego y don Celestino Ortiz. Y esa noche que vinieron, empezaron a preguntarles a María Cruz, a Jacinta y a Loli, y a sus padres (Don Alejandro Gasca ejercía entonces su profesión en Santander; ahora tiene un puesto importante en la Sanidad provincial de Zaragoza. Don Félix Gallego era médico en Requejada-Polanco, cerca de Torrelavega. Y en cuanto al señor Ortiz, creo que ya le conocemos bien.

Hay motivos para pensar que en las respuestas que fueron recogiendo estos tres médicos se dejó sentir mucho ese "antagonismo ya antiguo entre las familias de las videntes", que dice don Luis López Retenaga en su informe.

Los mayores ataques fueron, como de costumbre, contra Conchita. Unos la miraban hostilmente por creerla inspiradora o principal responsable de todo aquello; otros porque les molestaba su papel de primera figura.), las cosas de que por qué decían que no veían a la Virgen... Y ellos, no sé lo que decían; lo que sí sé que decían era que el milagro de la hostia lo había hecho yo, y lo explicaban a su manera; claro, en esos ratos en que no se sabe lo que se dice. Y se dejaron dominar algo por el demonio. Y ellas, desde ese día, no volvieron a tener más apariciones. Yo, sí; esa misma noche, y hasta el 20 de enero. Después, ya no he vuelto a verla."

Estamos, como puede apreciarse, en un momento importante de Garabandal. Después de tantos meses, tantísimas semanas, de andar como envueltos en la luz, se produce un eclipse total, tal vez definitivo. Y parece que no sin culpa de las niñas y sus familias... Ahora sí pueden volver a la calma: ya no han de ocuparse, ni de lo que con tanta impaciencia esperaban, el milagro, ni de lo que tan seguramente tenían, las apariciones. No harán poco, si se dedican a vivir de recuerdos...

 

* * *

 

¿En que fecha precisa se produjo ese corte total de éxtasis y apariciones?

Para Conchita sí lo sabemos, porque ella misma nos lo ha dicho en su Diario (página 62):

el 20 de enero de 1963 fue su último día.

Observemos, como dato curioso, que en tal día se celebra la fiesta del mártir San Sebastián, patrono del pueblo y titular de su parroquia. Aquel año fue domingo.

Para Jacinta y Loli, sólo sabemos con certeza que fue poco antes, según dice también Conchita en el mismo lugar. Cotejando unas cartas de Maximina, que me ha dejado el doctor Ortiz, llego a la conclusión de que

para ellas el último día fue entre el 8 y el 16;

 porque en una carta fechada el 8 de enero habla normalmente de las apariciones y en otra, del 16, se desahoga desde la nueva situación".

Leemos en la del día 8:

"Esto del milagro, que parecía que iba a ser tan luego, se va prolongando mucho. Pero no se preocupe, que ellas están con la misma ilusión; dicen que no ha tardao, que todavía no se les ha pasao la fecha... Ahora van mucho a los Pinos; Conchita, todas las noches; baja de espaldas y de rodillas toda la cuesta y un buen trozo del camino; siempre va sola ahora. Las otras dos van juntas, cogidas del brazo; también, todas las noches que van, bajan de espaldas. Loli, ya sabe, todas las noches tiene aparición; pero no sale nada más que las noches en que sale la otra..."

Y dice la del día 16:

"Ya sabrá todo lo que pasa... Conchita es ya la única que ve a la Virgen, si es cierto; las otras negaron que la veían. Así que usted dése cuenta..."

Nosotros podemos también darnos cuenta de los efectos que causaría en el pueblo aquel giro tan inesperado de los acontecimientos.

En las cartas de Maximina tenemos algún dato; dice la del día 16:

"Aquí hay una pandilla (de mujeres) que están contentísimas, porque esto no sea cierto; ya sabe usted, hay muchas envidias. Y hay otra pandilla, que creen mucho más que nunca. Yo, le digo que es una sobrina (Conchita) y a ella sí la creo, que la pobre no mentirá; pero en la aparición creo muy poco. ¡Dios mío! ¿No le parece que, si esto no resulta, que va a ser la perdición para muchísimos?... Ya se puede figurar cuántos líos hay por aquí..."

Y en otra, del 11 de febrero, a la misma destinataria, doña Eloísa de la Roza Velarde:

"Por aquí, mientras no vuelvan a verse apariciones, no hay nada de particular. Yo llegué a dudarlo todo, por completo; hoy estoy ya otra vez convencida de que aquí algo hubo..."

Por las mismas fechas, Conchita escribía una tarjeta postal a doña María Herrero de Gallardo, que ésta recibió en Madrid el 18 de febrero, y le decía en ella:

"Me dice si es verdad que ya no tenemos aparición. Pues sí, ya hace una temporada que no la tenemos... No sé cuándo se me volverá a aparecer la Virgen, porque Ella no se despidió ni nos dijo nada. Aquí la gente está muy desanimada."

(También Jacinta afirma que la Virgen dejó de aparecérseles (en enero de 1963),

"sin despedirse ni dar ninguna explicación".

Pero de sus visitas, como perdidas ya en una confusa lejanía, le queda aún un recuerdo maravilloso.

En tales visitas, Ella escuchaba y hablaba con delicadeza y dulzura maravillosas. Nunca la vieron con un gesto adusto, ni la más pequeña muestra de enfado. Siempre que venía, después de escuchar con sonriente paciencia y el mayor interés, aprovechaba su turno para adoctrinarlas poquito a poco en puntos de vida espiritual. Jacinta recuerda sobre todo, aparte de sus enseñanzas sobre la oración y el modo de rezar, las cosas que les decía sobre el sacerdocio y los sacerdotes.

"Creo que esto fue lo que más me impresionó, y dejó en mi alma tal estima y veneración por ellos que yo no acierto a explicar.")

Así pues, el año 1962, año segundo de Garabandal –tan importante, tan colmado– desembocó inesperadamente en la crisis de enero de 1963.

Si Garabandal parecía estar marcado desde el principio por grandes signos de interrogación, aquel brusco corte de su proceso ("la Virgen no se despidió ni nos dijo nada") no hizo sino dejarlos más abiertos que nunca, con todas las posibles respuestas en el aire.

Pero este penoso desenlace no puede hacernos olvidar que 1962 fue un año de maravillas (Y que nos dejó como final un sorprendente anuncio.

De la noche del 19 al 20 de diciembre, miércoles a jueves, hay algo muy importante, según las notas del señor Clapes Maymó:

"Conchita tuvo éxtasis de 3,15 a 5,15; empezó en su casa y estaban presentes: la señora Salisachs, Nati, la madre de la niña, su hermano Serafín... Salió de casa, recorrió el pueblo, subió al "cuadro" y bajó de espaldas, fue al cementerio, a casa de Mari Cruz...

"Durante del éxtasis, Conchita nos comunicó la respuesta de la Virgen: que después del actual (Juan XXIII) habrá todavía tres; luego ya no habrá más."

De todo esto se hablará más adelante.), cuyas huellas perdurarán:

en centenares de personas que tuvieron la suerte de verlas;

en muchísimos más que no las llegaron a ver, pero que en ellas creen de todo corazón. (El tantas veces citado don Luis López Retenaga, al redactar su primer informe sobre Garabandal, en diciembre de 1962, resume así la dimensión cristiana de aquellos fenómenos:

"Lo que las niñas, en nombre de la Virgen, piden a nuestro mundo de hoy es más oración, más penitencia, más vida eucarística."

Esto último –más vida eucarística– creo que configura, definiéndola, la fisonomía propia de este segundo año de Garabandal, como la dimensión de "epifanía mariana" pareció caracterizar al primero.

Ya hemos visto cómo menudearon las visitas al Santísimo y las "comuniones místicas" de las niñas. No sé cuándo ocurrió la última de éstas; pero sí sé cuándo se produjo su última expectación. Fue el primer viernes de enero de 1963, según explica Maximina en una carta del día 8 a los señores Ortiz. Después de rezar tempranamente el rosario en "la calleja", como todos los días, Conchita y sus familiares bajaron para la iglesia, a rezar la estación al Santísimo; en el pórtico tuvo la niña aparición, y minutos después empezó a llorar.

"Le preguntamos –escribe Maximina– por qué lloraba, y ella nos dice:

Porque el ángel no me ha dado la comunión.

–Pero ¡si hoy es primer viernes y viene el cura a decirnos misa en el pueblo!

–¡Es verdad! Ya ni me acordaba. Y el ángel sin decirme nada...

Aquí –concluye Maximina– tuvimos otra prueba chiquitina (de la verdad de la aparición), porque si llega a decir que le dio la comunión el ángel, fracasamos todos de repente" (se refiere la buena mujer a la cosa tan sabida y repetida de que el ángel sólo venía para dar comunión, cuando faltaban sacerdotes que pudieran hacerlo).

Todas venían con una superior finalidad: despertar más nuestra atención hacia el misterio insondable del "Emmanuel":

Dios con nosotros.

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A. M. D. G.