ÍNDICE

CAPÍTULO XII

2ª. PARTE

 

 

Cartas desde el "invierno"

 

 


 

Fecha memorable fue la del 4 de noviembre, y aún más la del 18 del mismo mes.

    Carta de Maximina

    Carta de Conchita

   Carta de Jacinta

    Carta de Mari Cruz

    Carta de Loli

    carta doña María Josefa Lueje Lueje

    Escribe María Cruz

    Escribe Conchita

    Un año de "epifanía"

    Escribe Mari Cruz

   Preguntas que se le hicieron por escrito a Conchita y su respuesta

   El año 1961 debe ser marcado como año muy de Gracia.

 


 

A pesar de lo mucho que cundió la decepción con motivo del 18 de octubre, siguió subiendo gente a Garabandal. Y es que la llama no se había pagado en todos, como no se había apagado del todo la corriente de los llamativos fenómenos.

Ya hemos visto algunos; pero podríamos hablar de muchos más. Por ejemplo, de aquel éxtasis que ocurrió poco después del 18, durante el cual las niñas bajaron escaleras, de espaldas y casi cabeza abajo... y de rodillas se metieron por los charcos de agua que había en las calles, sin mojarse lo más mínimo, como pudieron comprobar bastantes testigos oculares...

 

Fecha memorable fue la del 4 de noviembre,

y aún más la del 18 del mismo mes.

 

El mes empezaba con dos jornadas, que litúrgica y religiosamente eran muy distinguidas: día 1, fiesta de Todos los Santos; día 2, conmemoración de todos los Fieles Difuntos.
El pueblo  Garabandal, que tradicionalmente venía concediendo muy especial atención a rogar por las almas de los muertos, vivió con intensidad aquella doble jornada, asociándose a las funciones de la iglesia, y en torno a sus niñas videntes, que tantas veces en sus éxtasis habían ido por las casas a rezar por los difuntos de cada una y que, no pocas veces también, se habían llegado al cementerio para encomendar a Dios desde allí a todos los que tenían sus restos en aquel humildísimo "camposanto".
Hacia la mitad de la noche entre los dos días, los señores Ortiz fueron avisado de que Jacinta tenía éxtasis en su casa. Se presentaron en seguida allí:
–"La niña, después de dar a besar a la visión algunas estampas, se santiguó devotísimamente con el crucifijo, y salió a la calle. Fue primero a casa de Loli, y dio a besar el crucifijo a ella y a dos o tres personas más; de allí se dirigió a la iglesia, y ante sus puertas comenzó el rosario, que luego se continuó por las calles, bien embarradas, del pueblo... Fue en verdad un rosario muy emocionante. ¡A aquellas horas, en aquel silencio, alumbrados sólo por alguna linternas o faroles caseros!
"Después del rosario, la niña recitó el Credo, y luego cantó la Salve y varias canciones a la Virgen, algunas de ellas, para invitar a la gente al rezo del santo rosario..."
Hacia la una y media de la noche, cuando los señores Ortiz se despedían ya para emprender su viaje de regreso a Santander, Loli, en su casa, a la espera de un éxtasis y como continuación a la "vigilia! de Jacinta, rezaba una estación a Jesús Sacramentado y diversas oraciones "por las benditas almas del Purgatorio".)

El día 4 empezaron los éxtasis a las ocho de la mañana, y de ellos quedó principalmente el encargo de la Virgen de levantarse en adelante temprano, para tener diariamente, muy de mañana, un rosario de aurora en la calleja. Nadie mejor que la Madre, para comprender el sacrificio que supondría para aquellas pequeñas, del todo normales, y por tanto, dormilonas (como todas las niñas), el levantarse a diario a tales horas y en aquella estación del año... Pero se lo pidió expresamente para ayudar así a los pobres pecadores (En Garabandal abundaron las pruebas de que la Virgen no ha llegado aún al genial "descubrimiento" de nuestros novísimos pedagogos o "educadores de la fe": No conviene molestar a los niños, ni ejercer sobre ellos ninguna presión; ¡que recen cuando tengan ganas, y se ocupen de Dios cuando les salga espontáneamente de dentro!) (Los espíritus serios que no podían aceptar otros "juegos" de la Virgen con sus niñas, no tendrán nada que oponer a éste).

 

Carta de Maximina

 

La familia Pifarré (don Ramón), de Barcelona, que se había hospedado en casa de Maximina González (la tía y madrina de Conchita), fue recibiendo frecuentes cartas de la misma Maximina, para seguir al corriente de lo que pasaba en el pueblo. La primera de tales cartas está fechada el 19 de noviembre de aquel año, y en ella se lee:

"Las apariciones siguen lo mismo, aunque ahora son más suaves...; es decir, las niñas no corren tanto en ellas. Desde luego, no sabemos lo que será; pero que la cosa se ve seria, sí... Ahora viene menos gente, porque es mal tiempo, pero si no vienen, es igual.

"Las niñas, ¡con lo que les gusta dormir!, ya llevan una temporada levantándose a rezar el rosario, ¡a las 6 de la mañana!, junto a los Pinos. Si no fuese cosa de la Virgen, no se levantaban tan listas; nos cuesta más salir al público..."

El día 18, al mes justo de la memorable jornada del mensaje (obsérvese una cierta predilección por esa fecha del 18), fue echada, "oficialmente" como quien dice, una pausa de "invierno" sobre los sucesos de Garabandal. La Virgen se despidió de las niñas: no porque ya no hubieran de volver a verla, sino porque ya no habrían de verla con la misma frecuencia que hasta entonces. Y a cada una indicó la fecha de un nuevo encuentro, que las ayudara a llevar mejor el pesado correr de la estación invernal.

Me imagino que en los besos de despedida de aquel día, más de una lágrima correría por las mejillas de las pobres videntes. Habían sido felizmente largos los meses de paraíso... y ¡ahora, bruscamente, se les echaba encima el "invierno"! Ahora, sólo les quedaba, como a los demás, el vivir en oscura fe. Ahora, sólo tenían delante el duro programa de las exigencias del mensaje: sacrificios, oración, la cruz de cada día...

"En invierno Dios dispone
que se cumplan los misterios
de que las semillas prendan,
y con fuerza, bajo el suelo..."

 

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Carta de Conchita

 

De estas fechas son algunas cartas que conserva el señor cura de Barro, don José Ramón García de la Riva. Tengo delante los originales. La más antigua, de Conchita, dice así:

"25 noviembre 1961.

"Apreciable don José Ramón: Ahora mismo me iba a la escuela, y me dijo mi mamá, que en lo que entraran, me pusiera a escribirle; y le voy a decir que tenemos un sacerdote nuevo, y a la vista parece muy bueno, y nos da catequesis todos los días; juega mucho con nosotras. Todas las niñas dicen que está mando por el señor obispo. De don Valentín no le podemos dar las señas, porque dicen que está descansando. Algunos días está en Cossío; pero éste (el nuevo cura) algunos días también va a decir misa allí. Así que eso no sabemos cómo está."

¡Claro que no sabían, ni podían saber, cómo estaba aquello! Aquello era una de esas cosas que hacemos sagazmente los mayores y que luego no acaban de entender los niños; por la cosa en sí, y porque, además, se procura disfrazarla con palabras... Oficialmente, don Valentín estaba descansando. Pero tal descanso le había sido impuesto desde la curia diocesana, con lo que el buen señor estaba cumpliendo una especie de condena a "descansos forzados". Era una de las decisiones que venía madurando la Comisión, ya desde el verano (véase el capítulo IX) (Debieron de esperar hasta el 28 de octubre, por si acaso ocurría algo; después del "fracaso" de esa jornada, ya nada impedía meterse en plan curativo con don Valentín.), por creerle fautor de los sucesos.

El nuevo cura, es de suponer que vendría bien amaestrado por la misma Comisión... Se trataba de don Amador Fernández González. Las niñas, en sus cartas, hablan bien de él. Y yo no tengo por qué hablar mal. El reverendo don Julio Porro Cardeñoso, en "El gran porten de Garabandal", núm. 88, dice:

"Creo que es un sacerdote competente, si no estoy mal informado".

 Pero luego trae como dichas por él algunas cosas, que, de ser exactas, tendrían que calificarse de gruesas tonterías, o más que tonterías...

Sigamos con la carta de Conchita:

"Estuvieron aquí otros dos sacerdotes palentinos, también parecían muy buenos; no venían juntos: un día vino uno, y otro día vino otro. Mi mamá le preguntó a uno que cómo venía, si decían que estaba prohibido..., y él le dijo que el señor obispo de Palencia (Don José Souto Vizoso, que había venido a la diócesis palentina procedente de Galicia. En la actualidad, 1970, está "dimitido", como otros obispos, por razones de edad.) que lo creía, y que no les quitaba de venir. Este sacerdote que tenemos, dice que no le gusta que vengan; pero ellos aquí han dicho misa. A mí el uno me dejó rosarios, para cuando tuviera apariciones, y piensa volver a buscarlos; con esto usted ya me entiende."

"De las apariciones, ya hace hoy ocho días que no las he vuelto a tener, hasta el día de la Inmaculada (El 8 de diciembre. En España es fiesta de precepto, y de primerísimo rango, una de las que más se celebran en honor de la Virgen. En ella tienen, además, su personal fiesta –"el día de su santo"– las innumerables Conchas y Conchitas que se dan por el país; ese nombre familiar y tan castizo proviene de María de la Concepción. ¡Una manera de honrar la concepción Inmaculada de María!), que me dijo que a lo mejor la veía; y si no viene ese día, hasta el 27 de enero no la vuelvo a ver. Y Mari Cruz no la vuelve a ver hasta el 16 de enero, y Jacinta hasta el 16 de diciembre, y maría dolores, no lo sé, porque ha dicho que no la ve y ya la ha vuelto a ver."

"Yo la espero el día de la Inmaculada, que me lo dijo la Virgen; de fiju (En la transcripción de estas cartas me he limitado a corregir su ortografía, o mejor, su casi total falta de ortografía; la redacción ha sido respetada en absoluto, incluso ciertas expresiones incorrectas como ésta que tenemos aquí: "fiju" por fijo, que por cierto es de gran sabor localista.) del todo me lo dijo: me dijo que a lo mejor la veía... Así que no lo sé; yo cuento con ella. Y si no viene ese día, hasta el 27 (de enero) no la espero, si no me da otro aviso..."

 

Carta de Jacinta

 

Dos días más tarde, el 27, empezó Jacinta a garrapatear (Creo que este verbo responde bien al desarrollo de la escritura en la carta que tengo delante) también una carta para don José Ramón... Veo en ella cierta referencia a algo que él le había escrito sobre sor Lucía, y luego, esto:

"Pues a mí ahora me se aparece de más tarde en tarde. El 16 de este mes (noviembre) tuve aparición, y me dijo que rezara todas las mañanas el rosario en el "cuadro"..., que hasta el 16 de diciembre no la vuelvo a ver, y Conchita, María Dolores y María Cruz la esperan en enero. Así que todos los días rezamos unos cuantos rosarios, para ver si la Virgen hace un milagro para que todo el mundo crea. Ahora tenemos un sacerdote muy bueno; nos le mandó el señor obispo; nos da todos los días la catequesis; no sabemos lo que estará..."

Se ve que lo del nuevo cura era una gran noticia en el pueblo. la gente debía de estar verdaderamente contenta, pues aparte de lo que personalmente valiera y trabajara, le tenían fijamente entre ellos, residiendo en el pueblo, y no como don Valentín, que "pertenecía" primero a los de Cossío por tener su vivienda allí. (Lo cual no impedía que en San Sebastián de Garabandal se le apreciara de veras. Dice de él Mari Cruz, en carta de este mismo mes de noviembre:"Se fue, porque le echaban la culpa; decían que él nos preparaba a nosotras. Eso lo dice la gente mala, porque don Valentín era muy bueno, y lo creía").

 

Carta de Mari Cruz

 

"Respetable y amado padre en N. S. Jesucristo:

"...En cuanto a las preguntas que me hace, algunas de ellas son difíciles de contestar, por aquello de que es difícil hacer uno justicia a sí mismo; no obstante, al amparo de la Virgen santísima y guiada por Ella, sigo cuanto Ella me indica. Salgo a rezar el rosario todos los días a las seis de la mañana a la calleja; me acompaña Jacinta. Conchita sale a las siete, y Loli a las ocho y media, pero en la iglesia (En esta diferencia de horario quizá influía la situación personal de cada niña. Loli, por ejemplo, se acostaría más tarde que las demás, a causa del pequeño establecimiento comercial y taberna que tenían en casa.
En carta del 21 de noviembre, Conchita le dice a la hija de doña Eloísa de la Roza Velarde, cuñada del doctor Ortiz:
"También te diré que el sábado pasao terminé de ver a la Virgen hasta el día de la Inmaculada, o hasta el 27 de enero. ¡Tengo una pena! Pero, bueno, se pasa luego el tiempo. Vamos a rezar todos los días a las seis y a las siete de la mañana el rosario donde se nos apareció por primera vez".)

"Desde el 19 (No sé si Mari Cruz confunde la fecha, y pone 19 por 18, o es que ella quiere decir que ya llevaban desde el día 19, inclusive, sin ninguna aparición.) de noviembre han cesado nuestros trances, esperando tenerlos otra vez: Jacinta, el 16 de diciembre; Conchita, el día de su santo, pero no como cosa cierta, sino dudosa: ésta la verá (ciertamente) el 27 de enero;  Loli, el día 13 de enero, y una servidora, el 16 de enero, Dios mediante. Entre tanto, hacemos la vida como las demás niñas: a clase, a jugar y hacer nuestras oraciones todos los días..."

 

Carta de Loli

 

También de Loli hay una carta de este tiempo para  el mismo destinatario; está fechada el 3 de diciembre, y dice así:

"Cuatro letras para darle contestación a su carta; dirá que ya es tiempo. Pero perdóneme, porque se me pasa el tiempo sin darme cuenta. Además, estoy disgustada porque no veo a la Virgen (Compagine quine pueda este desahogo tan espontáneo de la niña, en carta confidencial, con el decir de algunos –canonizado luego "episcopalmente"– de que aquello era "un juego de crías...", es decir, algo montado por ellas mismas para salir de su aburrimiento, o lograr qué sé yo.)... Como ya sabe usted que la Virgen no miente, espero volver a verla en enero. No sé si en este medio tiempo volverá algún día a visitarme... No sé. Un pocu mala sí soy: no sé si me lo tomará en cuenta (Nuevo esclarecimiento de que las apariciones no podían, de golpe, transformar en ángeles a pobres criaturas humanas... Las habían puesto, y no era poco, en el camino de una constante mejora moral.). Creo que no, porque lo hago sin darme cuenta. De las fotos que me mandó, no le digo nada, porque no se las he enseñado a la Virgen."

Aunque Loli no tenía promesa de ver de nuevo a la Virgen hasta enero, sí alentaba cierta esperanza de que Ella volviese antes con alguna visita...

 

carta doña María Josefa Lueje Lueje

 

Y la Virgen volvió. Dice en una carta doña María Josefa Lueje Lueje, residente en la pequeña villa asturiana de Colunga:

"Fui por segunda vez a Garabandal el 18 de diciembre de 1961; fue con unos amigos, parientes de Manolo Lantero (señor de Gijón): ocupábamos tres coches y éramos, me parece, 14 personas. Desde Cossío hicimos la marcha a pie, pues eran los tiempos heroicos en que el camino estaba intransitable.

"Poco antes de llegar al pueblo, reunimos en una bolsa de plástico todo lo que llevábamos para que lo besara la Virgen: rosarios, medallas, crucifijos... En cuanto vimos a Loli, se lo entregamos; pero ella no estaba nada segura de que fuese a tener aparición. Esto nos dejó bastante mustios; pero había que resignarse; y nos aprestamos a pasar la noche en vela, como era de rigor... Al ver que no éramos muchos, Ceferino se compadeció de nosotros y nos invitó a entrar en la cocina para no pasar tanto frío.

"Ya de madrugada, alrededor de las 4, Loli pegó un salto de donde estaba sentada y cayó de rodillas sobre el suelo, haciendo un ruido impresionante; pero esto no era nada, al lado del cambio de su rostro..., porque el rostro de la pequeña, regordete y digamos aldeano, se transformó y afinó de forma indecible, hasta parecer un ángel.

"Salió luego por el pueblo, acompañada de su padre y de todos nosotros. Subió a una casa donde había, nos dijeron, un anciano casi moribundo, inconsciente desde hacía varios días; cuando Loli le santiguó con su crucifijo, el hombre recobró el conocimiento y reconoció a sus hijos (así nos dijeron); la vimos luego bajar por aquella escalera, desigual, pendiente, sin barandilla, con la cabeza totalmente echada hacia atrás, y no nos explicábamos como no caía y se mataba... Nos llevó luego al pórtico de la iglesia, donde rezamos un rosario, como creo no haber rezado otro en la vida.

"Cuando ya volvíamos para casa, nos cruzamos con Jacinta y su padre, que iban a rezar el rosario al "cuadro", como todas las madrugadas... Era impresionante ver a aquellas criaturas, tan desabrigadas, de rodillas sobre la nieve y soportando unas temperaturas bajísimas aún en plena noche... En el Garabandal de entonces, había verdadero fervor y se hacia penitencia de verdad.

"Yo no puedo olvidar todo aquello: me hizo mucho bien; me acercó no poco a Dios".

* * *

 

Escribe María Cruz

 

El día 13, fiesta de la virgen y mártir Santa Lucía, Mari Cruz y Conchita se pusieron a escribir de nuevo a don José Ramón. La primera le habla de ciertos asuntos familiares... y después intercala esta escueta noticia:

"El día de la Concepción sólo vio a la Virgen Conchita. yo, como ya le dije, no la veré hasta el 16 de enero; quisiera verla siempre, siempre, pero cuando Ella no me concede ese don, es que no lo merezco, así que me resigno a su santa voluntad."

 

Escribe Conchita

 

Es la segunda, naturalmente, quien informa sobre su "gracia" del día 8.

"El día de la Inmaculada me vino a felicitar la Virgen, que ya me lo había dicho que iba a venir. Y cuando vino, venía muy sonriente: se reía mucho (La niña expresa como puede el aire jubiloso, de fiesta, lleno de luz y serenidad, que veía en la Madre del Cielo. Pero que a nadie se le ocurra imaginar aquel su reír al estilo del reír ligero y ruidoso que tanto se da entre nosotros.). Lo primero que me dijo fue: "¡Felicidades!" Así que ese día lo pasé muy bien... un ratín; pero hasta el 27 de enero no la vuelvo a ver.

"Vino por la tarde; dice que estuve mucho rato, pero yo... se me hizo muy poquitín. Después dijo que se marchaba, para que yo cenase. Y después de cenar, volvió otra vez... y dicen (La distribución por líneas, que sigue, es cosa mía, para dar más justa impresión de lo mucho que hubo en aquel trance, el último para Conchita de 1961. La niña lo escribió todo seguido.)

que fui hasta donde tuvimos la primera aparición,
y que bajé de espaldas hasta casa,
y que después salí y recé el rosario por las calles,
y que visité a todos los enfermos,
y que les di a besar el crucifijo.

"De esto, ya sabe usted que yo no me doy cuenta, que es lo que me dicen. Así que yo, ya sabe que hasta el 27 (de enero) ya no la vuelvo a ver..."

¡Bonita velada tuvieron los de Garabandal el día de la Purísima Concepción! Hubo para todos, sanos y enfermos; y de nuevo la gracia de la Madre fue esparciéndose por casas, calles y callejas.

Sólo quedaba ya una celestial visita para aquel año de 1961, que tantas y tan maravillosas había conocido: la del día 16, víspera de que comenzasen en el rezo oficial de la Iglesia esas espléndidas antífonas llamadas "de la O" (Se llaman así, porque todas empiezan por la exclamación latina "O...", que corresponde a nuestro ¡Oh!
Son siete, y recogen con lenguaje bíblico los más vivos anhelos de la humanidad que está a la espera de su Salvador. Se van cantando, una a una, en los últimos días del Adviento, del 17 al 23 de diciembre, al final del rezo de Víspera.)
, que son la preparación inmediata a la fiesta de la Venida del Señor.

La agraciada de turno era ahora Jacinta; pero no he logrado detalle alguno sobre su gracia... Sólo en una carta de Mari Cruz, fechada en dicho día 16, he encontrado una referencia, bien escueta por cierto: "Jacinta ve hoy a la Virgen". Escrito esto, me llega un nuevo dato. Maximina González escribe a los señores Ortiz, con fecha del 26 de diciembre:

"Jacinta, que ustedes no estuvieron, tuvo aparición, toda muy triste; fue poco tiempo, pero todo el tiempo le estuvieron cayendo lágrimas..."

"Todavía están saliendo al rosario: a las seis de la mañana, Mari Cruz y Jacinta; y Conchita y María Dolores, a las ocho; que termina de amanecer cuando venimos de rezar. Así que ¡fíjense si hacemos sacrificios! Para mí, el madrugar es el más grande..."

 

Un año de "epifanía"

("Epifanía" es una palabra griega que expresa la acción de manifestarse o desvelarse alguien. Tenemos "epifanía", cuando alguien que estaba lejos u oculto, bienhechoramente se acerca y autorrevela.)

 

Creo que por esas cartas de las niñas podemos imaginarnos como se vivió en Garabandal el primer invierno de su "misterio". Por lo menos, cómo lo fueron viviendo ellas.

Cada nueva jornada se inauguraba en sacrificio y oración: aquel romper con el descanso y el grato calorcillo de la cama, para echarse a la oscuridad y al frío en busca de temprana comunicación con el cielo. El punto de "la calleja", que tanto había sabido de expectación y pasos multitudinarios, acogía ahora en la intimidad de su silencio y baja temperatura a las que silenciosamente, tiritando a veces, iban a dar a Dios, por María, las primicias de su vivir cotidiano: cada vez dos o cuatro personas, sin más compañía ni protección que la de sus ángeles de la guarda.

El paso de diversos frentes fríos por aquella brava geografía de montaña había ido encaneciendo con blancas nieves de diciembre las cumbres próximas; más de una vez, la nieve blanqueaba también todo el contorno del "cuadro", con un extraño brillo bajo la noche, que tardaba en irse... Y el aliento de los rezos parecía escarcharse en el aire.

En los amaneceres de helada, no había ruidos: sólo algún rumor lejano, cuya causa, muchas veces, sólo Dios sabía. En los amaneceres de temporal, sonaba, monótono, el caer de la lluvia, e intermitente, el ulular del viento...

–Dios te salve, María... el Señor está contigo... Bendita eres...

–Santa María, Madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros, pecadores...

¡Pecadores! ¡Los PECADORES! ¡Cuánto había que hacer por ellos ! Implorando la misericordia del Señor, haciendo a favor suyo la penitencia en la que ellos ni pensaban.

"YA LA COPA SE ESTÁ LLENANDO..."

 

Escribe Mari Cruz

 

En carta del 11 de enero siguiente, decía Mari Cruz a don José Ramón:

 "Sí, voy todos los días a las seis de la mañana al "cuadro"; me mandó la Virgen que rezara el rosario todos los días a esa hora, hasta el día 16, en que la volveré a ver. Ya lo sé yo que la Virgen quiere que seamos muy buenos, y visitemos al Santísimo..."

La jornada, empezada así, penosa y piadosamente, había que continuarla para Dios, a través del trabajo (En esa misma carta del 11 de enero dice Mari Cruz al final: "Ahora ya no vamos a por leña, porque tenemos que ir a la escuela, que ya se acabaron las vacaciones, pues traimos mucha, pero se quemó pronto".
Es decir, que si el trabajo escolar quedó en suspenso por las vacaciones navideñas, vino otro más rudo a ocupar su tiempo: el trabajo de ir al monte en busca de leña para la lumbre del hogar.
Así, estas hijas de la Virgen, en los días que para tantos otros niños no son más que de vacaciones y fiestas, tenían que ocuparse en una faena penosa, de la que personalmente supo no poco María en sus días de Nazaret.)
, de la dócil sumisión del fiel cumplimiento del deber. Así se respondía a los deseos y las lecciones de la Virgen. Y como cura contra el posible cansancio, estaba la ilusión de volverla a ver, la evocación de las horas felicísimas en que se la había visto...

 

Preguntas que se le hicieron por escrito a Conchita

y su respuesta

 

Tal evocación tenía que resultar maravillosa, sobre todo en ciertos momentos. Todavía al cabo de los años, y ya con la gran noche de las Dudas encima (De este fenómeno tan característico de Garabandal se hablará en su día.), podía Conchita responder así –con sobriedad característica– a una serie de preguntas que se le hicieron por escrito:

"–La primera vez que vimos a la Virgen, se nos apareció de repente. Venía con dos ángeles y el Niño Jesús, y había un ojo encima de todos, con mucha luz. Siempre se nos aparecía de repente, solo que unas veces traía el Niño y otras no."

–Su postura, ¿era siempre la misma, o diferente? ¿Cuál era la habitual?

"–Su postura más habitual era estar con los brazos abiertos y extendidos, mirándonos; pero también los movía. Miraba hacia el público, y unas veces se sonreía más que otras."

–¿Qué tenía por fondo la visión?

"–Resplandores."

–¿Cómo eran sus ojos? ¿Parpadeaba durante la conversación?

"–Sus ojos eran negros, ¡muy dulces y misericordiosos!, más bien grandes. Parecía como si no mirara a la cara, ni al cuerpo, ¡sino al alma! No me he fijado si Ella pestañeaba; pero sí miraba a un lado o a otro."

–¿Lloró alguna vez? ¿O sólo se ponía triste?

"–Yo nunca la he visto llorar, ni triste del todo."

–¿Cómo era su mirada?

"–Su mirada es muy difícil de describir. Hace a uno amarla más y pensar más en Ella. Mirándola a la cara, nos hace felices del todo, y mirándonos Ella, todavía más. Cuando nos hablaba, nos miraba, y también cambiaba de mirada durante la conversación."

–¿Qué sentías cuando te miraba?

"–¡Muchas cosas!

–¿Cómo era su voz? ¿Una voz real que corresponde al movimiento de los labios, o sólo una voz que se oye interiormente, sin sonido?

"–Su voz, muy dulce y armoniosa, se oye por los oídos, aunque sus palabras penetran en el corazón; es como si metiera la voz dentro. Y según habla, mueve los labios como las personas, con sonido... ¡Hablaba con voz clarísima!"

–¿Se rió alguna vez, o se limitaba a sonreír?

"–Sí, alguna vez se rió, además de sonreírse, que era lo habitual. Y se oía su risa, como sus palabras; pero la risa era más no sé qué que el habla. ¡No sé explicar su risa! Nunca sabré explicarla (Santa Teresita del Niño Jesús refiere así aquel "milagro" con que fue curada:
"De repente, la Santísima Virgen (se trataba de una pequeña estatua) se animó y me pareció hermosa, tan hermosa que nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables... Pero lo que me llegó hasta el fondo del alma, fue su encantadora e inexplicable sonrisa". ("Historia de un alma", capítulo III, núm. 18.).

–¿Os besó con frecuencia? ¿Se lo pedíais vosotras, o bien lo hacía Ella de propio impulso?

"–Nos besaba casi todos los días, y salía de Ella. Eran besos de despedida en ambas mejillas. Alguna vez le pedí que me dejara besarla, y otras veces la he besado sin pedírselo."

–¿Trajo alguna vez un rosario u otro distintivo sobre Ella?

"–Fuera del escapulario, yo nada le he visto."

–¿Qué sentías durante los éxtasis?

"–¡Una paz y una felicidad muy grandes1"

–Si después de una llamada hubieras decidido: "Hoy no quiero ver a la Virgen", ¿qué crees que hubiera pasado?

"–¡Huy! ¡Jamás pensé en hacer eso! Ni lo pienso hacer, por si acaso."

–¿Qué sentías después de una visión?

"–Cuando terminaba de ver a la Virgen, salía como del cielo... con muchas ganas de amar a Jesús y a María, y de decir de Ellos a la gente, ya que eso es lo único que nos puede alegrar: hablar y escuchar de la Virgen (Tomado del folleto "Garabandal 1967", de A. M. de Santiago. Editorial Círculo. Zaragoza. Páginas 31-37.
Conchita añadió a sus respuestas estas líneas:
"Perdone por lo mal escrito que está. Pero no tengo mucho tiempo... Hoy es fiesta en el pueblo, y se lo hago. 18 de julio 1966".)."

 

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Porque yo comparto vivamente este sentir de Conchita, me he puesto a escribir el presente libro. y al llegar ahora, día de la Inmaculada de 1970 (Todo eso que nos acaba de decir Conchita, corresponde admirablemente a lo que proclama la liturgia de esta fiesta:

"Toda hermosa eres, María,
y no hay en ti mancha alguna de pecado.
Tu vestido es blanco como la nieve,
y luminoso como el sol, tu rostro.
Tú, la gloria de Jerusalén;
Tú, la alegría de Israel;
Tú, el honor de nuestro pueblo..."

al final del primer recorrido –esta parte primera de mi obra–, me veo obligado a proclamar:

 

El año 1961

debe ser marcado como año muy de Gracia.

 

Durante él, desde el agreste rincón de San Sebastián de Garabandal; Dios quiso regalar a su iglesia –y en Ella, al mundo– con una sorprendente

EPIFANÍA MARIANA

Y no tenemos palabras para agradecérselo.

Pero sí podemos suplicar a la que nos vino a hacer esta nueva VISITACIÓN:

"Santa María,
socorre a los míseros,
ayuda a los pusilánimes,
reconforta a los llorosos;
ruega por el pueblo,
cuídate del clero,
intercede por las de tu sexo...
Y sientan de veras tu asistencia
todos cuantos se vuelven hacia Ti."

(Antífona de las II Vísperas en las fiestas
                      de la Virgen.)

AMÉN                   ALELUYA

272-282

A. M. D. G.