ÍNDICE

TERCERA PARTE

CAPÍTULO I

 

 

1963: UN AÑO DE PARÉNTESIS

 

 


 

Largas semanas de total desconcierto

  El caso Mari Cruz

   Un nuevo fenómeno: las locuciones

    La mejor información sobre esto de las locuciones en Garabandal se la debemos al tantas veces citado don Luis López Retenaga

   respuestas más interesantes de las dos videntes al cuestionario de don Luis:

   Carta de Loli al P. Retenaga

   Ya sólo quedan tres Papas

    Visita de Clemente XV a Garabandal

    ¿Quién es Clemente XV? 

  Fin del mundo, el fin de los tiempos, ¿que diferencia puede haber?

   Todavía una aparición

 


 

Con la crisis que estalló en enero de ese año, y de la que hemos hablado en el capítulo final de la segunda parte, empieza el primero de los grandes paréntesis que ha tenido la marcha desconcertante de este misterio de Garabandal.

El curso de las apariciones se corta del todo, sin que las "niñas" sepan la causa, sin que se les dé ninguna explicación, sin que haya siquiera unas palabras de despedida:

"Ya hace una temporada que no tenemos aparición... No sé cuándo volverá, porque Ella (la Virgen) no se despidió, ni nos dijo nada",

escribía Conchita por febrero a doña María Herrero de Gallardo.

Todo aquello que ha llenado al pueblo durante meses y meses –más de año y medio– queda así extrañamente truncado, con sólo un algo no muy preciso flotando en el ambiente: la promesa y la esperanza de un gran milagro final.

Nadie, por cierto, hubiera podido soñar con que "aquello" de Garabandal estuviese para durar indefinidamente; pero... ¡que acabara así! El largo e impresionante despliegue de fenómenos no concordaba con tan pobre desenlace. Y las dificultades se acumulaban; porque, si difícil resultaba entender lo que había pasado, no era menos difícil entender a qué había venido.

 

Largas semanas de total desconcierto

 

Esta crisis de enero de 1963 dejaba cerrada lo que ya puede llamarse "primera fase de Garabandal": fase entrañable e inolvidable, en que la Virgen parecía haber querido vivir en la remota aldea, mezclándose día y noche con aquellas pobres criaturas, que eran "sus hijos": las "niñas", los habitantes del lugar, los innumerables forasteros...

Venía ahora el paréntesis, que ya hemos dicho; largo paréntesis, que se mantiene durante todo 1963 y todo 1964. Las niñas y sus adictos han de vivir casi exclusivamente de recuerdos y de esperanzas: recuerdos de tantas cosas que fueron ,esperanzas de muchas otras que podrán ser.

Y de momento, durante semanas, lo que reina es el desconcierto.

Ya hemos hablado de él en el último capítulo de la segunda parte; pero aún hemos de añadir algunas pinceladas.

El 13 de febrero, Conchita escribía al señor cura de Barro, don José Ramón (A quienes vienen siguiendo nuestra historia tiene que resultarles harto familiar el nombre de este cura asturiano, citado tantas veces.): "Acabo de recibir su carta, cuando ya me pongo a contestarla; es verdad que en el pueblo hay ahora una ambiente muy distinto del que había cuando usted andaba por aquí: no cree casi nadie. Mi mamá, nada; mi tía Maximina, tampoco. Y así, todo el pueblo... A mi lo mismo me da, que yo, como la vi (a la Virgen) no me van a hacer creer lo contrario. Del milagro, yo estoy como usted: esperándole..."

Lo que dice de Maximina era verdad (Sus cartas de entonces a la familia Pifarré reflejan elocuentemente su desencanto y su pena:

"Querida Asunción:

Aquí me tiene, cargada de penas y disgustos..." (11 de enero).

"recibí tu carta, y me da una pena tremenda escribirte, por no decirte lo que siento... A mí se me hace que aquí no ha habido nada de Dios, yo no sé lo que sería... Ya te dije en otra carta lo que ocurrió con Loli y Jacinta, que ya hace mucho que no tienen aparición; pues ahora resulta que no la tiene tampoco Conchita, hizo ya ocho días. ¿Tú crees que la Virgen se va a ir sin decir nada? Se les fue la aparición; pero ellas no saben si volverá. Yo no creo nada, lo que es nada, y aquí ya no hay ninguno que crea..." (28 de enero),

 mas parece que la buena mujer, en sus adentros, ya se iba recuperando, pues en esas mismas fechas escribía ella a la cuñada del doctor, doña Eloísa de la Roza:

 "Por aquí, mientras no vuelvan a verse apariciones, no hay nada de particular. Yo llegué a dudarlo todo, por completo; pero hoy estoy ya otra vez convencida de que aquí algo hubo..."

La crisis del desconcierto alcanzó también a las niñas, según queda dicho (Véase el capítulo último de la segunda parte.); ero también ellas se recuperaron pronto, a tenor de lo que escribe Conchita en su diario, página 63:

"Ahora Loli y Jacinta han vuelto a la realidad, a creer que sí vieron a la Santísima Virgen. Claro, ¿cómo no lo van a creer?"

Esto las llevó a un nuevo estado de ánimo y a una mayor unión. Dice Maximina en la carta citada:

 "Ya sabe usted, con todos los líos que hubo entre las crías, pues ellas están ahora animadísimas; se las ve, al parecer, que se quieren. Por aquí pasan en este momento corriendo tan satisfechas y tan contentas."

¿Cuánto duró esa recuperación plena de las videntes? El 7 de marzo, nuevamente escribe Conchita a don José Ramón; empieza disculpándose por la tardanza en contestarle y le dice:

 "Como ahora no veo a la Virgen, pues no sé qué ponerle. Han venido algunos Padres por aquí, y el viernes piensa venir un Padre para las confesiones (Sabemos que fue el franciscano P. Félix Larrazábal, porque Conchita, en una carta de dos días después, 9 de marzo, dice a la hija de doña Eloísa de la Roza Velarde, que "es el que estuvo aquí cuando llorábamos por el Corpus". Véase el capítulo IV de la segunda parte.); le echo mucho en falta a usted. ¿Qué tal cree? Pues yo no creo nada, ¿qué le parece?..."

Me da la impresión de que en Conchita, Mari Loli y Jacinta, a partir de enero de 1963, las "dudas" o "negaciones" siguen una extraña línea de discontinuidad:

 aparecen y desaparecen, en continuo sucederse de fases; tan pronto vienen días oscurísimos, como días en que ellas creen verlo todo claro.

Lo que resulta evidente es que ellas ya no son ni pueden ser las mismas "niñas" que hicieron el Garabandal de la primera etapa, el de los días felices de los dos años precedentes.

La que sigue una línea muy propia de apartamiento y negaciones es Mari Cruz. Cuando en enero se produce la crisis de las otras, ella avanza más en su actitud y empieza a decir abiertamente que nunca ha visto nada, que las apariciones son mentira...

"Mari Cruz –escribe Conchita en la misma página 63 del Diario– aún sigue diciendo que no, que ella no ha vista a la Santísima Virgen."

Como su actitud desde entonces ha sido definida y tan sostenida, no debe extrañar que esta vidente haya sido particularmente utilizada por los enemigos de Garabandal, para desacreditarlo (Parece que en esto se distinguió un cura de parroquia próxima, ex-jesuita, y ahora también ex-sacerdote, según me han dicho...)

 

El caso Mari Cruz

 

Se ha hablado mucho sobre las posibles causas de esa su pertinaz actitud negativa... Pero, de una manera u otra, se apunta casi siempre a un estado interior de resentimiento, de resquemor contra las otras videntes (o sus familias), por culpa de las odiosas distinciones que entre una y otras hacían bastantes de los que más frecuentaban el pueblo. Obligado a tratar el molesto tema, no quiero yo detenerme mucho en él, sólo aportar algunos datos que puedan esclarecerlo (y que me hacen pensar si el talante negativo de la discutida vidente, más que fruto de una interior animosidad, no sería resultado de las fuertes presiones que gravitaban sobre ella).

El reverendo don Luis López Retenaga, en su segundo informe a monseñor Beitia, firmado el 6 de abril de este año de 1963, decía:

"Meses antes de la situación confusa que se produjo en enero último, era ya un sentir bastante común que a esta niña se le impedían las apariciones. Y es que todo signo que tenga su origen en el cielo, no puede venir a destruir la Ley, sino a perfeccionarla (Clara alusión a lo proclamando por Jesús en el comienzo de su importantísimo discurso o sermón del Monte (Mt 5, 17-18).). Por eso, las apariciones no podían sobreponerse a la exigencia de que las niñas obedezcan a sus padres.

Es curioso lo que a este propósito me decía Ceferino, padre de Lolita:

"Las veces que seriamente mandé a mi hija a la cama, sin esperar a la hora prevista para la aparición, ésta no se produjo, aunque la niña ya hubiese tenido llamadas; en cambio, cuando no la obligaba de verdad, porque yo hablaba en broma o sólo quería probarla, entonces no fallaba la aparición"...

"El pueblo, dentro de su sencillez, ofrece una tónica general de religiosidad; dentro de este ambiente, y haciendo referencia al caso de Mari Cruz, he escuchado opiniones que explican lo que ocurre con la niña, por la falta de una profunda religiosidad en sus padres. Estos, sin mala voluntad, pero faltos de una gran fe, se habrían opuesto mas o menos inconscientemente a los designios de Dios. Quizá por evitarse las molestias que situaciones como ésta de Garabandal traen siempre consigo.

"Un visitante del pueblo me escribía con fecha 5 de febrero último, que Mari Cruz le había negado que ella hubiese visto a la Virgen; pero –añadía– le había llamado mucho la atención que Mari Cruz, mientras negaba, no hacía más que mirar fijamente a su madre. Cuando él argüía con los éxtasis que él mismo había presenciado, intervenía la madre para tratar de explicarlos con el recurso a la enfermedad...

"En mi ultima visita a la aldea he presenciado la "fiesta del gallo", consistente en una merienda especial que organizan el domingo de carnaval (Aquel año cayó en 24 de febrero) los niños del pueblo: ellos por una parte y ellas por otra. Aproveché la ocasión para estar con Mari Cruz, quien, después de alguna resistencia, se prestó a dialogar conmigo. El nerviosismo acentuado de la niña contrastaba visiblemente con la naturalidad y espontaneidad con que me habían hablado antes Conchita, Loli y Jacinta.

"A la pregunta de si había visto a la Santísima Virgen, respondió, nerviosa, que no, que era mentira...

–¿Aguantarías ahora aquellos éxtasis hasta de dos horas que algunas veces tuviste, y que te pinchasen, etcétera?

–No sé.

–¿Tú has estado enferma, según dice tu madre?

–No, señor.

–¿Por qué mirabas tan fijamente a tu madre cuando te han preguntado si habías visto a la Virgen?

–No lo sé.

–Más de una vez, después de los éxtasis, el señor párroco, con otros sacerdotes y algunos médicos, os han tomado declaración a las cuatro, una por una, separadamente; todas coincidíais con exactitud en los detalles que dabais acerca de la visión... ¿Cómo explicas esto, si ahora dices que no has visto nunca a la Santísima Virgen?

Respuesta: un silencio total.

–Si no has visto a la Virgen, como dices ahora, entonces las cuatro os pondríais de acuerdo para fingir aquellos falsos éxtasis, y ensayaríais muchas veces, para hacerlo tan bien como lo hacíais, ¿no?

–No, señor; nunca hicimos eso.

–Bien. Otra cosa: ¿Has tenido miedo de ir a la cárcel por decir mentiras?

"El rostro de la niña se contrae en una risa nerviosa y prolongada; al fin, dice:

"Sí, señor"... Nuevos titubeos, y concluye, con visibles ganas de evadirse:

 "Yo tenía miedo, porque decía mentira y nos podían descubrir"."

Quien sepa leer no necesita de ayudas para captar el trasfondo de este diálogo. La niña trata de mantenerse en algo que no siente, pero a lo cual parece verse forzada. Aquí se cumple una vez más lo de "estar entre la espada y la pared": la pared eran unos "hechos" que no se podían destruir ni olvidar; la espada, una fuerte presión que la obligaba a ir en contra de todo lo que interiormente sentía.

A veces Mari Cruz ha dicho que "el miedo la forzaba a fingir éxtasis día tras día"... Pero quienes conocen bien lo de Garabandal, saben de sobra que tal afirmación se deshace contra dos hechos incontratables:

Primero, que ella bastantes veces se quedó con "las ganas de tener aparición" durante días y semanas..., cuando sus compañeras la tenían.

Segundo, que, también más de una vez, fue ella sorprendida en éxtasis en lugares donde no había ni un solo espectador que la hubiese obligado a "fingir".

Concluye el P. Retenga:

"Durante esta mi última estancia en San Sebastián de Garabandal, me ha llamado poderosamente la atención que, mientras Conchita, Loli y Jacinta han confesado y luego comulgado estos día, Mari Cruz no ha confesado ni comulgado." Desde luego, no hay que dar demasiada importancia a esto; pero puede ser un indicio.

No muchos días después de la fecha en que tuvo lugar esa entrevista del P. Retenaga con Mari Cruz, ocurrió otro pequeño episodio que recoge "L'Etoile dans la Montagne", en las páginas 128 y 129:

"Un día de marzo de 1963, estábamos en la pequeña tienda o comercio del pueblo acompañados de un amigo español, abogado. De pronto llega Mari Cruz. Parándose en la puerta, nos dirige una mirada que parece tener no sé qué de tristeza.

"Ya ha cumplido trece años. Su cara es pálida, alargada; la frente, huidiza, como de criatura que estuviese habitada por un ser distinto de ella misma. Hablamos... Ella repite:

"No, yo no he vista jamás a la Virgen".

 No hace un solo movimiento y su voz, monótona, parece venir de otro mundo.

"Inútilmente nuestro amigo español, durante un buen rato, la asedia con preguntas y observaciones: no le saca nada..., fuera del "No, yo no he visto jamás a la Virgen", que ella repite una y otra vez, siempre en el mismo tono, con una voz que parece venir de lejos.

"Al fin, ella se marcha sin saludarnos siquiera, lo que resulta muy extraño en este pueblo de Garabandal, donde la gente se muestra siempre tan cortés. Nuestro amigo el abogado no puede callarse este desahogo:

 "Acabamos de ver un fantasma. No es ella quien nos ha hablado"."

 

Un nuevo fenómeno:

las "locuciones"

 

Las ondas del gran desconcierto que sacudió a Garabandal en enero de este año 1963 alcanzaron también, según hemos visto, a la que parecía más segura de las cuatro, Conchita. Y no sólo en cuanto a la verdad de lo que ya había ocurrido, sino también en cuanto a la realización de lo que ella misma tenía anunciado.

Escribió en su Diario, página 63:

Yo también he dudado un poco de que el milagro vendría. Y un día, estando en mi habitación, dudando de si vendría el milagro, oí una voz que decía:

"Conchita, no dudes que mi Hijo hará un milagro."

Yo lo sentí en mi interior; pero tan claro como si fuera por los oídos; o mejor aún. Era sin palabras. ¡Me dejó una paz..., una alegría...! Más que cuando la veía (a la Virgen).

Y yo, al primero que se lo he dicho, fue a Plácido (Plácido Ruiloba, el comerciante de Santander, capital, que ha salido ya más de una vez en esta historia.); y luego él ya se lo dijo a más.

Se llaman locuciones. Y se pueden llamar voz de alegría, voz de felicidad, voz de paz.

Y entonces, no he vuelto a dudar nada. Pero pasaban los días y ¡que ya no me volvieron a hablar! A mí me daba una pena... Pero yo lo comprendía: ¿cómo Dios me iba a dar tanta felicidad, tan a menudo, sin merecerlo?

Me han hecho mucho bien las locuciones. Mucho, mucho. Porque era como si la Santísima Virgen estuviera dentro de mí. ¡Qué felicidad!...

Prefiero la locución antes que las apariciones, porque en la locución la tengo en mí misma. ¡Ay! ¡Qué feliz, con la Santísima Virgen en mí! ¡Y qué vergüenza, ser tan mala! Pero esto es el mundo."

Estas líneas son casi las últimas en el diario –inconcluso– de Conchita. Ellas nos hablan suficientemente del nuevo ("Nuevo" en el proceso de Garabandal; pero ya muy antiguo en la marcha histórica de la espiritualidad cristiana.) fenómeno, que vino a suplir y continuar las apariciones; se distinguió de éstas no sólo en cuanto a realidad y contenido, sino también en cuanto a frecuencia: las locuciones se dieron muy pocas veces.

La primera, de la que habla Conchita en esas líneas, tuvo lugar en marzo de 1963, empezada ya la cuaresma; y pasó un mes antes de que se produjera la segunda:

"Al cabo de un mes, he vuelto a oír esa voz de felicidad interior, sin palabras, en la iglesia" (Diario, página 64). La adolescente –acababa de cumplir catorce años– estaba viviendo entonces una temporada de especial fervor. En la citada carta de Maximina, del 11 de febrero, se lee:

"Conchita, como esté en casa (es decir, como no tenga que andar con las labores del campo), pasa casi todo el día en la iglesia; por la mañana va allí a rezar un rosario y unas mujeres van con ella; a la tarde va y pasa allí lo más de la tarde... No sabe lo que es aburrirse... El otro día le dije yo:

 "¿Qué quieres más, divertirte o estar en la iglesia"?, y me dice:

"Las dos cosas me gustan mucho" " (Respuesta humadísima y sincera que deja bien patente cuán "normal" era Conchita. ¿A qué muchacha de 14 años no le gusta divertirse, abriéndose al mundo y a la vida? El mérito está en saber renunciar a cosas que valen más, aunque gusten bastante menos... También aquí entra de lleno el axioma teológico de que "la Gracia no destruye la Naturaleza, sino que la perfecciona".).

El distanciamiento de un mes entre locución y locución parece que se convirtió en norma (Veo ahora confirmado este parecer mío por lo que escribe Maximina en una carta del 7 de julio a doña Asunción Pifarré:

"No sé si os he dicho que Conchita y Loli tienen locuciones; una cosa como si les hablara la Virgen, pero no la ven... Me dicen que cuando tienen estas locuciones sienten una alegría muy grande. Me parece que la tienen una vez al mes."), pues el 28 de noviembre de este mismo año escribía Conchita a doña María Herrero de Gallardo:

"Me dices que te diga cosas de la Virgen: ¿qué te voy a decir, si ahora no la veo? Sólo que hablo (con Ella) una vez al mes; en este mes, todavía no he hablado con Ella; mañana o pasado me hablará." Doña María ha añadido una nota que dice:

"Al día siguiente, 29 de noviembre, tuvo la locución que estaba esperando."

 

* * *

 

La mejor información

sobre esto de las locuciones en Garabandal

se la debemos al tantas veces citado

don Luis López Retenaga

 

La mejor información sobre esto de las locuciones en Garabandal se la debemos al tantas veces citado don Luis López Retenaga, prefecto de teólogos en el seminario de San Sebastián (Guipúzcoa). Copiamos de su tercer informe, concluido en septiembre de este año (1963):

"Camino de Garabandal, para suplir al párroco durante la Semana Santa última (Aquel año cayó entre el 7 y el 14 de abril.) ya en Santander, tuve conocimiento de rumores que corrían entre la gente acerca de nuevos fenómenos extraordinarios en Conchita y en Loli...

"Doña Julia González, madre de esta última, me ha hablado de cómo ya en marzo conversó con su hija sobre este nuevo fenómeno, que ella no sabía explicar.

"Durante la Semana Santa, repetidas veces me hablaron de las "visiones internas" que parecían tener las niñas. Pude explorar por separado a Conchita y Loli, y llegué a la conclusión de que se trataba de "locuciones", como juego se lo hice notar al obispo de Santander, monseñor Beitia, en conversación tenida con él el 17 de abril.

"Conchita me habló de que el nuevo fenómeno le había ocurrido ya varias veces. Al pedirle que se explicara más, me dijo:

"Yo oí algo; bueno, oía sin oír".

La cosa empezó en marzo, cuando ella estaba sufriendo por la ausencia de la Virgen desde el pasado enero; atosigada por las dudas de tantas personas, también ella empezó a flaquear..., y un día, estando de rodillas en su casa, con no poca angustia, entendió que la Virgen le decía "sin hablar":

"No dudes de que mi Hijo hará un milagro".

Su seguridad desde entonces, respecto al milagro (La carta que escribió Conchita al Rvdo. don F. Odriozola a primeros de mayo, y que aparece en el final del capítulo V de la segunda parte, concluye así:

"Y también estoy cierta de que el Milagro vendrá, porque la Virgen me lo ha dicho, y también la fecha del Milagro, y el contenido... Estoy tan cierta de que va a venir el Milagro como de que dos y dos son cuatro."), se evidencia en la paz inalterable de que ahora disfruta. Me confiesa que en esa misma ocasión oyó, "sin oír", otras cosas, para bien de su alma y de la de otros.

"Los místicos nos hablan de sus dificultades para explicar el contenido de las altas comunicaciones espirituales que reciben de Dios... En Conchita y Loli la cosa se complica por su pobreza de léxico. La cultura que poseen es muy escasa, hasta en lo religioso. Todavía en tiempo de apariciones preguntaban por el significado de la palabra "concilio", y varias veces, a mí mismo, me han pedido aclaración sobre palabras que a todos nos parecen muy corrientes. El haber vivido sin sacerdote residente en el pueblo ha traído dificultades para su formación religiosa. Hoy, el alma de estas niñas está mucho más iluminada que antes; pero tropiezan con grandes dificultades para describirnos sus experiencias íntimas...

"En mi primera exploración, me di cuenta de que Conchita nada sabía de que se hubiera dado el mismo fenómeno en Loli (y ésta estaba en el mismo caso respecto a ella); pero ambas me coincidieron, por separado, en las respuestas..., insistiendo ambas en que, en aquello que les había pasado, no habían intervenido para nada ni sus sentidos ni su imaginación.

"No conforme con aquel primer examen, al regresar de Garabandal a mi residencia, formulé un cuestionario de preguntas y aproveché el viaje de Conchita a Lourdes (Este viaje, arreglado por don Luis L. Retenga, tuvo su historia. El 9 de mayo escribía Conchita a don José Ramón, el cura de Barro:

Todavía no sé si iremos a Lourdes; mi mamá cree que no, porque pidió (a Dios) que si esto (lo de Garabandal) era cierto, que fuéramos, y si esto es mentira, que nos quedemos...; y ella cree que no vamos. Siete días más tarde, el 16, nueva carta al mismo destinatario:

Ayer he recibido su carta, y ya le contesto, para decirle que hoy me marcho (seguramente a Rentería o San Sebastián, a fin de juntarse allí con los peregrinos de la diócesis guipuzcoana) para ir el sábado a Lourdes.

Con este viaje de Conchita a Lourdes está también relacionado cierto interesante episodio de la vida familiar de don Plácido Ruiloba.

Sobre la "actitud" de la niña de Garabandal en aquella su primera visita a un lugar tan fuera de serie como Lourdes, tenemos un valioso testimonio: "Entre los 1.300 peregrinos españoles, que entusiásticamente ponderaban la ambientación del recinto donde tienen lugar lo actos de piedad, ante la emoción religiosa que se compartía junto a la Gruta o durante el baño de los enfermos, ante el fervor que se palpa cuando la bendición a los enfermos con el Santísimo, ante el impresionante espectáculo de la procesión de las antorchas, etc., puedo asegurar que Conchita, a su 14 años, fue la persona que me dio impresión de mayor equilibrio, prudencia y serenidad, con una piedad más fundad sobre la tranquila seguridad de la fe y las virtudes, que sobre el vaivén de los entusiasmos momentáneos. Si ella hubiese adolecido de alguna enfermedad psíquica, como a veces se ha dicho y se repite, ¿hubiera podido mantenerse así?, ¿no hubiera caído casi inevitablemente en "éxtasis"? (Don Luis López Retenaga, informe citado.) para completar mi información; más tarde, en el mes de julio, continué interrogándola a ella, y luego, por separado, a Loli."

 

respuestas más interesantes de las dos videntes

 al cuestionario de don Luis:

 

Extracto a continuación las respuestas más interesantes de las dos videntes al cuestionario de don Luis:

A la pregunta de si aquellas hablas interiores habían sido captadas por su oído corporal, las dos niñas respondieron terminantemente:

"No, señor."

También descartaron en absoluto el que hubiese intervenido su imaginación o el que hubiera sido como en un sueño; contra esto último, Conchita afirmó:

"Fue de día",

y Loli:

"Fue estando bien despierta."

Negaron igualmente que ellas pudiesen tener tales hablas interiores cuando quisieran...

 "Oye, Lolita –le dijo a ésta don Luis–; como Jesús está en el Sagrario y tú le recibes todos los días, teniéndole así, tú podrás escuchar sus hablas siempre que quieras, ¿no?"

"¡Ah! No, señor. Si yo pudiera oírlas cuando quiero, todos los momentos haría para tenerlas."

Conchita declaró que las locuciones le habían venido siempre estando en oración: alguna vez, en su casa; pero de ordinario, en la iglesia. Lo mismo afirmó Loli, aclarando que os veces las había tenido en su habitación de forma inesperada; otra vez, mientras rezaba en el Cuadro de la Calleja; y las restantes, en la iglesia, una de ellas después de comulgar.

Muy interesante fue la pregunta de don Luis sobre qué escogerían ellas, entre una aparición, una comunión y una locución. ¡"La comunión!", respondieron sin titubeos. "Compréndase –anota don Luis– el valor de esta respuesta, teniendo en cuenta el estado de felicidad y los efectos que para ellas se seguían de las apariciones y locuciones, en contraste con la aridez y sequedad que envolvían tantas veces sus comuniones."

A las videntes, en sus locuciones, debieron de decírseles muchas cosas, que no sé si llegaremos a conocer algún día. Está claro en estas líneas del P. Retenaga:

"Conchita me dijo que un día se le había dado una respuesta para cierto señor, que no es católico; también tuvo otra respuesta, con revelación de secreto, para un joven, que manifestaba no creer en Dios ni en los sacerdotes... (Esto dio pie a que la gente creyera que Conchita escrutaba las conciencias. Yo recuerdo muchas veces lo que pasó en mi pueblo –le decía Conchita a la Madre del colegio de Burgos el 8 de noviembre de 1966–. Hubo quien no fue allí por creer que yo adivinaba las conciencias. Esto me daba risa. Yo, ¿cómo iba yo a adivinar las conciencias? Las cosas que decía entonces a algunas personas me las avisaba la Virgen. (Véase el último capítulo de la primera parte.); y que, respecto a ella misma, se le han comunicado cosas secretas sobre su vida actual y su porvenir, pero no especifica, por faltarle una autorización expresa de la Virgen."

"Aún más significativo fue lo ocurrido con Loli:

"Yo había pedido a Loli que me pusiera por escrito algunas cosas... Conversaba con ella la tarde del 25 de julio, cuando me dijo que aquella misma mañana había querido escribir lo que yo le pedía, y estaba ya dispuesta a empezar; pero una fuerza superior le echaba para atrás el brazo, al mismo tiempo que se le decía en una locución:

"Por ahora, no le escribas nada."

Disimulé mi sorpresa, y le dije que era natural que no me escribiese nada de aquello, habiéndosele borrado de la mente lo que quería decirme. Me respondió que se acordaba perfectamente de todo, pero que no podía escribir, por aquella fuerza superior que le detenía el brazo.., y que había también bastantes otras cosas que no podía referir."

De todo esto, cualquiera puede sacar la consecuencia de que ignoramos aún una considerable porción de lo que verdaderamente ha habido en Garabandal... Y ¿quién puede extrañarse? Aquello fue de extraordinarias proporciones, tanto en duración como en intensidad.

 

* * *

 

En este espaciado proceso de las "locuciones", que ocupó 1963, intervino primero la Santísima Virgen; luego, también el Señor.

Las de la Virgen estaban maravillosamente matizadas de entrañable actitud maternal. En la locución del referido día 25 de julio –fiesta del patrono de España, el Apóstol Santiago–, la Virgen llamó la atención a Loli sobre cierta actitud que la niña había tenido y que bien pudiera definirse como una falta de vanidad:

"Arrepiéntete –le dijo– y no lo vuelvas a hacer."

A propósito de esto, he aquí un diálogo interesante:

P. Retenaga. –Después de esa reprensión, habrás quedado molesta, como un niño a quien reprenden sus padres...

Loli. –No, señor.

P. Retenaga. –Entonces, ¿es que lo has tomado a risa?

Loli. –No, señor. No se lo puedo explicar; pero lo que he sentido era una mezcla de pena y de consuelo, o confianza, porque no hay madre, de comprensiva y buena, como la que tenemos en el cielo, la Santísima Virgen... (tercer informe de don Luis Retenaga, página 39).

Las locuciones de Jesús tenían su propio y singularísimo matiz. A ellas apunta Conchita en las últimas líneas de su Diario:

 "Pero me gusta aún más tener a Jesús dentro de mí. Jesús, ¿quién me dará la cruz, para purificarme, y también a ver si con mis cruces puedo hacer algo por el mundo...?"

Tres años y medio más tarde decía a la M. María Nieves, en el colegio de Burgos (9 de noviembre de 1966):

 "Las apariciones y locuciones de la Virgen me llenaban de felicidad; pero las locuciones de Jesús son aún mucho mejores... No sé, es algo superior."

Tenemos una muestra de ellas, porque Conchita transcribió un día delante de don Luis L. Retenaga, a la sazón en Garabandal, la que había tenido aquel mismo día (La versión que yo doy sigue al pie de la letra el texto del P. Retenga; sólo pongo de mi parte una razonable disposición tipográfica, para que todos capten mejor su contenido.), después de comulgar en la misa celebrada por dicho sacerdote (era el 10 de julio de 1963):

"Estando yo dando gracias y pidiéndole cosas. El me contestaba...

Yo le pedía que me diera una cruz (que estoy viviendo sin ningún sufrimiento, nada más que con el sufrimiento de no tener cruz), y Él me contestó:

Sí te la daré.

Y yo, con mucha emoción, le iba pidiendo más... Y le decía:

¿Para qué viene el Milagro?, ¿para convertir a mucha gente?

 El contestó: Para convertir al mundo entero.

 –¿Se convierte Rusia?–

También se convertirá; y así, todos amarán a nuestros Corazones

(Aquí la palabra "Corazones" está puesta por "Personas". Conchita traduce a su vulgar léxico lo que intelectualmente recibe en la locución; y en el habla corriente o vulgar, el Sagrado Corazón de Jesús es el mismo Jesús, como el Inmaculado Corazón de María es María, la Virgen. Por algo las representaciones o imágenes nos dan esos Corazones como formando parte de la persona total; pero matizando ésta con una actitud de amor misericordioso y acogedor hacia los hombres.

Lo que se quiere decir en el texto de la locución es que, después de la general conversión a que debe conducirnos el Milagro, los hombres tendremos una nueva y mejor disposición hacia Jesús y Maria.)

–¿Vendrá el Castigo después? (Él no me contestó.)

–El Milagro, ¿va a ser como si yo fuera la que sola he visto a la Virgen?

Él me contestó:

–Por tus sacrificios, tus aguantes, te dejo ser intercesora ("Intercesora" en el sentido de que podía servir de instrumento para la realización del Milagro. De hecho ha servido para difundir su anuncio y expectación.) para hacer el milagro.

Y yo le dije: –¿No es mejor que sea con todas o, si no, que no pongas a ninguna por intercesora?

–No.

–¿Iré yo al cielo?

–Amarás mucho y rezarás a nuestros Corazones.

–¿Cuándo me das la cruz? (Él no me contestó.)

–¿Qué seré yo? (No me contestó; sólo me dijo que, en cualquier parte y en lo que sea, tendré que sufrir mucho.)

–Me voy a morir pronto?

–En la tierra tendrás que estar, para ayudar al mundo.

–Yo, poca cosa; no podré ayudar nada.

–Con tus oraciones y sufrimientos ayudarás al mundo (Esto que se dijo a Conchita vale para todas las almas de buena voluntad. Todos podemos, y debemos, hacer algo... ¡Misterio verdaderamente tremendo y que nunca se ponderará lo bastante!" –exclamaba Pío XII en su encíclica "Mystici Corporis"–: que la salvación de unas almas dependa de las oraciones y voluntarios sacrificios de otras.)

–Cuando se va al cielo, ¿se va muerto?

–Nunca se muere (del todo).

(Yo creía que no íbamos al cielo hasta resucitar) (La muerte, para un cristiano, no es el definitivo acabarse de todo, sino el quebrarse de la realidad presente, para entrar en otra muy distinta, que puede ser maravillosa o espantosa... El alma entra inmediatamente en la nueva realidad; el cuerpo habrá de aguardar a la resurrección.). Le pregunté si estaba San Pedro a la puerta del cielo para recibirnos, y me dijo que no (Conchita expresa ingenuamente la vulgar creencia –¡presente en tantos chistes!– de que San Pedro es el portero del Cielo. Dicha creencia no tiene más fundamento que una equivocada interpretación de las palabras dichas por Jesús a su apóstol cuando el episodio de Cesarea de Filipo (Mt 16, 19).

Leyendo el texto de esta locución se advierte bien la verdad de aquello que Conchita decía más tarde, el 17 de noviembre de 1966, a la Madre del colegio de Burgos:

 El Señor es muy serio, y cuando me hablaba parecía preocupado por todos. La Virgen, como más por mí... Pero no era tan diferente el estilo de la Virgen: Cuando nosotras le hablábamos de cosas demasiado personales, no nos contestaba; se preocupaba mucho de los demás (30 de abril de 1967).

Cuando yo estaba en esta conversación, en esta oración con Dios, me sentía fuera de la tierra.

Jesús también me ha dicho que ahora hay que amar (más) a su Corazón.

A mí, de los sacerdotes, me ha dicho que tenía que rezar mucho:

para que ellos sean santos y cumplan bien sus deberes;

para que hagan a otros mejores: "a los que no me conocen, que les hagan conocerme; a los que me conocen y no me aman, que hagan que me amen"."

Esta página de la historia de las "locuciones" en Garabandal es realmente admirable... ¡Cuánta materia de reflexión!

 

Carta de Loli al P. Retenaga

 

Pero si esta pagina de Conchita ya es bastante conocida, no así otra de Loli, que no le cede en interés y enseñanza, y que nos da nueva luz sobre ese fenómeno místico con que se favoreció a las "niñas" durante el año 1963. Se trata de una carta al P. Retenaga, fechada el 13 de octubre de dicho año, y cuyo texto me ha llegado a través de una copia hecha por doña María Herrero de Gallardo:

"Reverendo don Luis:

Para que vea que cumplo lo que le prometí, voy a decirle algunas cosas...

La Virgen me hace comprender cuándo un sacerdote está en pecado, dándome a entender que necesita mucha oración y sacrificio por él (Hay innumerables datos para demostrar que en Garabandal ha ocupado siempre un lugar destacadísimo la solicitud por los sacerdotes, en vísperas precisamente de que estallara la mayor crisis sacerdotal que ha conocido la Iglesia.).

También me da a entender la Crucifixión en la santa misa (También en vísperas de que se oscureciera, o se perdiera para muchos, una dimensión primerísima que tiene la misa católica, la de sacrificio –sacrificio de la Cruz–, venía la Virgen a reiterar esta lección.), porque yo comprenda la humildad, el sacrificio por el mundo.

Me hace reconocer también cuándo una persona necesita que se rece por ella; y una vez me dijo de una persona, que no rezaba el rosario, y la persona ésa me mandó que le dedicase una estampa, y yo en ella le puse que tenía que rezar el rosario, y ella entonces se echó a llorar y me dijo: "¿Quién te ha dicho que yo no rezo el rosario?", y luego me ha escrito y me ah dicho que desde aquel día ya no ha dejado de  rezarlo.

Bueno, Padre, otra vez le contaré más, porque ahora le escribo desde la cama, que mañana hay que ir a la yerba a un prado que es de todo el pueblo y hay que madrugar...

Ahora ya es otro día, y voy a ver si tengo más tiempo para escribir. Pues, una locución en que yo hablaba con la Virgen y le pedía que me diese una cruz para sufrir por los sacerdotes, Ella me dició (dijo) que llevaría todo con paciencia (Ya el santo cura de Ars solía decir que "una hora de paciencia vale ante Dios por varios días de penitencia".), y que sería humilde, que era lo que más le agradaba a Dios. Yo le decía: "¿Me voy a morir pronto?", y Ella me dijo: "No, tienes que quedarte en el mundo para sufrir; en cualquier parte que estés, sufriendo estarás".

Yo le decía:

 "¡Qué mis padres crean!" (Es cosa bien conocida que los padres de Loli, muy especialmente Ceferino, mantuvieron las mayores dudas sobre la "verdad" de lo que ocurría a su hija, y ésta encontró aquí una larga y pesadísima cruz.), y

Ella me decía:

"No creen, para que tú tengas más sufrimiento; súfrelo con paciencia."

Me decía también:

"Reza todos los días el rosario."

Me decía:

"Pide por los sacerdotes, que hay algunos que cada día necesitan de más sacrificios por ellos"

Yo le decía otra vez:

"¿Por qué mis padres no creen?",

y Ella me decía:

"Porque tienes que sufrir. Sí, tienes que sufrir mucho en este mundo."

Yo le decía:

 ¿Qué sacrificios tengo que hacer?.

y Ella me decía:

"Tienes que ser más obediente..."

Yo le decía

que una vez iba por un camino, y de pronto se me apareció un señor vestido de largo, con pelo largo, y me dijo: "Tengo hambre", y yo, que iba con la merienda en la mano, se la di, y de pronto desapareció, sin yo saber cómo, y quedé muy asustada;

y le dije:

 "¿Quién era aquel señor?"

Y Ella se sonrió y no me dijo nada.

No le pongo más: no dirá que le he puesto poco (Sí, esta carta es excepcionalmente larga; yo he visto muchas de las escritas por las niñas de Garabandal, y atestiguo que casi todas constan de poquísimas líneas.). Se despide de usted María Dolores Mazón."

Esta carta no necesita de estudiados comentarios, pero sí hay que releerla.

Cualquiera puede apreciar que todo parecido entre la formación que daba la Virgen a sus "niñas" de Garabandal y la que ahora ofrecen a tantos niños y niñas bastantes de nuestros "educadores de la fe", es pura y rarísima coincidencia.

A nadie puede extrañar. Ahora, lo que cuenta es la "educación para la libertad", y en la escuela de María parece que se ha puesto siempre la primordial atención en eso tan viejo de la "entrega a Dios" y la "abnegación de uno mismo".

Acertar es lo que importa; pero, ¿cuántos valientes hay, siempre dispuestos a poner lo acertado por encima de lo actual?

 

* * *

 

El dicho fenómeno de las locuciones llenó, por así decirlo, el tercer año de Garabandal, 1963; pero hubo algo que dejó este año marcado más llamativamente hacia fuera: el anuncio inequívoco, desmesurado, de que

 

Ya sólo quedan tres Papas

 

Al empezar el mes de junio, todo el mundo –no sólo el llamado "mundo católico"– estaba pendiente de lo que fuera a pasar en la alcoba papal del Vaticano.

Allí luchaba con sus postreras agonías quien se había captado, más rápida y ampliamente que nadie, la admiración de casi todos, el afecto de muchísimos.

El último crepúsculo estaba cayendo inexorablemente sobre el hombre Angelo Giusseppe Roncalli, Papa Juan XXIII...

Y el mundo venía siguiendo, conmovido, desde hacía bastantes fechas, aquel doloroso extinguirse.

Fue el día 3 de junio, cuando a todos llegó la noticia, ultrarrápida, de que al fin se había apagado definitivamente la llama. ¡El Papa ha muerto!

También las pobres campanas de la parroquia de San Sebastián de Garabandal tocaron a muerto por él. Como las de tantísimos otros lugares...

Pero bajo el son de aquellas pobres y altas campanas de Garabandal hubo algo que no se dio en ningún otro sitio...

 

* * *

 

No llegan ruidos a la pobre cocina donde la viuda Aniceta González y su hija Conchita pasan la tarde. No están ellas mano sobre mano: las apremiadas mujeres de aldea saben tan poco de ociosidad como de diversiones.

–"Escuche: ¡Tocan las campana! –exclama de pronto la hija.

–Será por el Papa –dice la madre.

–Seguramente... Pues, ¡ya no quedan más que tres!

Aniceta levanta sorprendida la cabeza:

–¿Qué es lo que estás diciendo?

–Lo que oye. Que ya sólo quedan tres Papas.

–¿Y de dónde sacas tú eso?

–No lo he sacado yo; me lo ha dicho la Virgen.

Puede ser que la Virgen le hablara de esto en varias ocasiones; pero sabemos, gracias a las notas de don Francisco Clapes Maymó, que fue en la madrugada del 20 de diciembre de 1962, cuando por primera vez se le oyó a Conchita este sorprendente anuncio (véase el cap. X de la 2.ª Parte, al final).

(Al revisar las cartas de Maximina que últimamente me han llegado, veo que también ella da  testimonio de la profecía. Escribe así el 20 de diciembre a la familia Pifarré:

"Hoy dijo (Conchita), que ya no habría nada más que otros tres Papas. Traía un diálogo con la Virgen, se veía que precioso. Dijo también, no recuerdo en qué planetas o astros, que había gente; me parece que dijo en dos").

Aniceta reacciona con lógica:

–Entonces, ¿quiere decir que viene ya el fin del mundo?

La Virgen no me dijo "fin del mundo", sino "fin de los tiempos".

–¿No es lo mismo?

–Pues no lo sé"

(Maximina, tía y madrina de Conchita, estuvo presente en la escena, a juzgar por una carta suya que he visto en la colección Pifarré; es del 5 de junio:

"El día que murió el Santo Padre, cuando se dijo aquí que se murió, estaba yo con Conchita, y va y dice:

¡Ay, ya no faltan más que otros tres!

Y su madre le dijo así, un poco enfadada.

¿Qué sabes tú?

Y ella le contestó muy asegurada (muy segura):

Pues lo sé; porque me lo dijo la Virgen. A su madre no le gusta que diga así las cosas, porque, aunque se ve que cree, ya sabes, siempre está con miedo de que no sea cierto...")

Por aquellos días estaba en el pueblo la señora del doctor Ortiz, Paquina de la Roza Velarde. Una mañana se iba a tener en la parroquia misa de funeral por el Papa fallecido, y las campanas empezaron a tocar a buena hora.

Doña Paquina, Maximina, otra mujer y Conchita, después de haber rezado el rosario en la Calleja –¡qué encanto el de aquellos rosarios en el silencio y el frescor de la mañana!– se dirigen a la iglesia; y por el camino van hablando de la noticia del día...

–Quizá con la muerte del Papa se acabe también el Concilio (El Vaticano II, convocado e inaugurado por el fallecido Juan XXIII, sólo había tenido una etapa, de octubre a diciembre de 1962, y durante ella había tomado un rumbo, que no ciertamente el que sus organizadores habían imaginado... El Concilio casi no había hecho más que empezar, y se contaba con su continuación; pero todo dependía de lo que decidiese el nuevo Papa.), pues...

Conchita: Otro Papa vendrá y el Concilio seguirá.

–Bueno, que venga otro papa no se discute; pero en cuanto al Concilio... Quizá el Papa que venga no piense como Juan XXIII.

–Otro Papa vendrá y el Concilio seguirá.

–Muy segura pareces estar de eso; pero yo no lo veo tan seguro, bien puede ocurrir de otra manera.

–Os digo y repito, que otro Papa vendrá y el Concilio seguirá; y os digo también que ya sólo quedan tres Papas...

La señora de Ortiz se repuso pronto de la sorpresa y replicó a Conchita:

–Bueno, eso lo dices por la profecía de San Malaquías...

–¿San Malaquías? A mí fue la Virgen quien me lo dijo: "Después de este Papa (Juan XXIII), ya sólo quedan tres; y después, el fin de los tiempos."

–¿Quieres decir que viene ya el fin del mundo?

–A mí la Virgen me dijo "fin de los tiempos".

–¿No es lo mismo?

–Pues no lo sé.

La anécdota es rigurosamente histórica (De esto mismo de los Papas que quedaban y del fin de los tiempos volvió a hablarse en casa de Maximina, durante la comida de primera comunión de su hijo Pepe Luis, a la que estaba invitada la señora de Ortiz. Conchita repetía siempre lo mismo, sin poder dar las explicaciones que anhelaba la curiosidad de sus oyentes.); y no se puede tomar lo dicho por Conchita como una simple salida u ocurrencia de ocasión, pues lo ha repetido ella posteriormente con toda seriedad y con las mismas palabras.

Una vez, al eminente profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, P. Lucio Rodrigo (Ya falleció: el 30 de marzo de 1973. En su lecho de muerte declaró haber recibido del Cielo una prueba inequívoca de la "verdad" de Garabandal.).

Este Padre, con ocasión de una visita de Conchita y su madre (Durante algún tiempo las dos se desplazaban regularmente a la Universidad Pontificia –aprovechando el coche e amigos o conocidos– para confesarse con dicho Padre.

El P. Rodrigo escribía al P. Andreu el 13 de noviembre de 1965:

 "El jueves hace quince días, el señor cura de Barro me trajo a Aniceta y Conchita... A solas yo con Conchita, ella me confirmó que la Virgen le dijo a la muerte de Juan XXIII, que sólo faltaban ya tres Papas (contando el actual) para el "fin de los tiempos"."

En esta misma carta hay otra cosa curiosa:

 "Me dijo también (Conchita): como se hablaba de los viajes a los espacios, yo le pregunté a la Virgen si había por allí habitantes, y ella me contestó: "Sí"; pero no añadió más."),

preguntó a la joven si de verdad había dicho lo que se le atribuía; y Conchita le dijo:

 Sí, Padre, es verdad. Me lo dijo la Virgen, que después de Juan XXIII ya sólo quedaban tres Papas, y éste (estaba ya Pablo VI) es el primero de los tres.

En octubre de 1966, Conchita ingresaba como interna en el colegio que las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza tienen en Burgos; el día 1 de noviembre, fiesta de Todos los Santos, ella hablaba confidencialmente con la directora del centro M. Nieves García, y entre otras cosas le dijo esto, que la religiosa anotó con todo cuidado:

Yo le dije un día a la Virgen:

"¿Será dentro del tiempo de esos acontecimientos el final del mundo?"

Y Ella me dijo:

"No, el final de los tiempos." Los Papas, después de Pablo VI, no serán más que dos; y después, ya viene el final de los tiempos."

Si no puede admitirse honradamente que Conchita inventase un anuncio tan concreto y tan comprometedor, tampoco puede temerse que la mencionada profecía de San Malaquías la llevara a autogestionarse. Primero, porque ella la desconocía en absoluto; y segundo, porque dicha profecía y su anuncio no concuerdan.

La hoy tan célebre profecía sobre los Papas salió a la luz en los últimos años del siglo XVI, concretamente el año 1595. El belga Arnold de Wion, monje benedictino, publicó entonces una valiosa obra con el título de "Lignum Vitae",, especie de biografía general de los grandes personajes de su Orden; y en esa obra metió una serie de ciento once divisas o lemas en latín, que él da como procedentes de un santo irlandés del siglo XII, San Malaquías, arzobispo de Armagh. Tales divisas tendrían que ir correspondiendo, una a una, a los Papas que vinieran después de Inocencio II, que murió en 1143.

La autenticidad de esa enorme profecía ha sido discutida sin cesar; autenticidad en un doble sentido: en el de que verdaderamente se deba al santo que se dice, y en el de que realmente haya sido inspirada por el cielo. Dudo de que la cuestión llegue a quedar algún día satisfactoriamente resuelta. Pero hay algo que salta a los ojos: la sorprendente verdad con que muchas de esas "divisas" se han venido ajustando a los Papas a quines correspondían.

Pues bien, según esta profecía de San Malaquías, después de Juan XXIII tiene que haber aún cinco Papas, ya que detrás de su divisa vienen aún otras cuatro y luego el nombre del último sucesor de San Pedro. Conchita, en cambio, ha hablado sólo de tres... La discrepancia no sería más que aparente, si, como piensan algunos, llegaran a producirse próximos cismas en la Iglesia, con la elevación de Antipapas, a quienes corresponderían algunas de esas últimas divisas que aparecen en la serie (Las cuatro divisas que siguen a la de Juan XXIII son:

Flos florum = Flor de las flores.
De medietate lunae = De la mitad de la luna.
De labore solis = Del trabajo del sol.
De gloria olivae = De la gloria del olivo.

He detectado no poco desconcierto entre los que tratan de ver cómo puede cuadrar a Pablo VI la divisa "Flos florum". Yo me pregunto si no le corresponderá por algo que ocurra durante su pontificado en relación con la Santísima Virgen, la única y verdadera "Flor de las flores". Ya su viaje-peregrinación a Fátima fue en este sentido algo de verdad excepcional.), tendríamos así: por un lado, al Papa legítimo; por otro, al falso, al Antipapa.

El nombre del último Pontífice se da en estas palabras, que de ser auténticas, resultan impresionantes por su densa sobriedad:

In persecutione extrema Sanctae Romanae Ecclesiae, sedebit Petrus Romanus, qui pascet oves in multis tribulationibus; quibus transactis, civitas septicollis diruetur, et Judex tremendus jadicabit populam suum. Finis.

 

* * *

 

Visita de Clemente XV a Garabandal

 

Estrechamente relacionado con todo esto de la sucesión de Juan XXIII y la posibilidad de Antipapas, está un episodio del que, curiosamente, no hay rastro alguno, ni en las notas de don Valentín, ni en los relatos de los más conocidos testigos de Garabandal.

Por indicación del señor cura de Barro, que tuvo su parte en el episodio, me puse al habla, por escrito, con la señorita Margarita Huerta (Madrid), pidiéndole detalles. Ella me contestó el 18 de junio de 1973:

"Si, estuve en Garabandal cuando la visita del falso Papa Clemente XV. Pero no puedo recordar la fecha: posiblemente haya sido en el año 1963, como usted supone, o quizá en el 64; lo que sí recuerdo es que fue durante mis vacaciones de verano, entre julio y agosto."

(Sobre la fecha, ya no hay lugar a dudas. Tengo ante mis ojos el número 112 de "La Verité" –órgano periodístico de Clemente XV–, correspondiente a noviembre de 1972, que trae una larga entrevista del pseudo Papa con cierta periodista de Amsterdam, el 17 de octubre anterior, y él mismo dice a su interlocutora:

"Yo fui a Garabandal el 2 de agosto de 1963."

(Seguramente esto de "2 de agosto", que aparece en la publicación de Clemente XV, es una errata de imprenta, en vez de 22 de agosto; me hace pensar así la siguiente carta de Conchita, dirigida al P. Laffineur:

"San Sebastián de Garabandal, 23-8-63:

Sólo dos palabras para decirle que ayer ha subido al pueblo en coche un cierto señor que venía acompañado de otros dos. Vestía de blanco y llevaba una gran cruz sobre el pecho, también solideo y anillo. Era francés.

Venía diciendo que él era el Papa escogido por Dios, que Pablo VI está elegido sólo por los cardenales. También decía que desde hace 35 años él ve a la Virgen y también a Dios, que es quien le ha dicho de venir aquí...") En consecuencias, dos meses después de morir el Papa Juan.)

"Se presentó en el pueblo con un gran cochazo, acompañado de dos jóvenes seglares: de veintitantos años uno, y el otro como de treinta y tantos; éste, al parecer, casado."

(Según don José Ramón, tales acompañantes vestían unos llamativos uniformes.)

"El venía con una impecable sotana blanca, solideo también blanco en la cabeza, un anillo como el que llevan los obispos, y sobre el pecho una gran cruz, colgando de larga cadena. Al verlo, la gente que andaba por allí se arremolinó en seguida en torno suyo, creyéndole, como era natural, un gran personaje; él daba a besar el anillo, y todos le mirábamos con muchísimo respeto."

(Quizá esta acogida, bien explicable, fue la base para que él se creyera... lo que dice a la periodista de Amsterdam::

"Reconocido como verdadero Papa, yo fui llevado por la gente del pueblo a los lugares de las apariciones: aquello era el hosanna triunfal. Como yo no conocía a las videntes ni sus mensajes, me sentía verdaderamente sorprendido de tal entusiasmo."

Debió de creerse, el pobre hombre, que el cielo había hablado allí a su favor... Aunque no le duró mucho el éxtasis.)

"Como ni él ni sus acompañantes hablaban más que francés, una amiga (Fuencisla Fernández-Pacheco) y yo empezamos a servir de intermediarios. Me dijo que venía a visitar Garabandal por encargo del fallecido Juan XXIII, quien le había confiado la misión de investigar los hechos ocurridos allí... Yo, entonces, logré dejarle por unos momentos y me fui donde estaba, apartado del barullo de la gente, el cura de Barro, don José Ramón García de la Riva; le transmití aquellas declaraciones, y él me dijo:

"Vaya y pídale que muestre el documento que seguramente traerá de Roma".

"Cuando se lo pedí, él me contestó:

"No, no traigo ningún documento; la orden me la dio Juan XXIII en forma verbal."

 Fui a comunicárselo a don José Ramón, y él me dijo:

"Esto me da mala espina: ¡sabe Dios quién será este tipo! Yo, desde luego, no quiero saber nada de este asunto; no quiero líos." Y se largó de allí."

Entretanto, la gente que llegaba para ver al curioso personaje, iba en aumento, y todos creían estar ante una importante figura de la Iglesia... El manifestó entonces su deseo o propósito de celebrar misa para todos ellos allá arriba, en los Pinos, pues llevaba altar portátil y tenía atribuciones para celebrar en cualquier sitio. Pero Margarita Huerta le disuadió, haciéndole ver que aquello no causaría buena impresión en el pueblo, pues todos sabían de las prohibiciones del obispado de Santander... El hombre quedó bastante desconcertado, y se disculpó con que personalmente ignoraba tales  prohibiciones, "aunque a él no le obligaban de ningún modo".

Margarita no podía conocer lo que en aquellos momentos, en conversación aparte, le estaban diciendo a su amiga Fuencisla los dos acompañantes del personaje: que "él era el auténtico Papa, el Papa "Flos florum" anunciado por la profecía de San Malaquías para después de Juan XXIII, y que era a él, Clemente XV, y no al falso Pablo VI, a quien había que acatar".

Fracasado lo de la misa, "Clemente XV" manifestó a Margarita otro deseo: verse con las niñas de las apariciones. En seguida fue alguien a buscarlas; pero éstas, por lo que fuera, porque alguien las hubiera ya advertido de lo sospechoso del personaje, no quisieron acudir.

El quedó no poco contrariado, y entonces Margarita trato de suavizar la situación:

"Tenga usted en cuenta que el obispo de Santander ha prohibido que suban aquí sacerdotes y religiosos sin licencia por escrito, y como usted no trae ningún papel, ni suyo, ni de Roma, la gente ya ha empezado a mirarle con desconfianza."

"Entonces me rogó que le buscase una casa donde poder cenar y dormir. Les llevé a casa de Tiva, y me invitaron a que les acompañara en la cena; acepté la invitación... Antes de acabar, todavía Clemente XV insistió en su deseo de verse con las niñas; le dijo al acompañante de más edad:

"¿Por qué no vas con esta señorita a casa de Conchita, y le dices que venga aquí?"

Él contestó sin demasiados miramiento:

"¿Yo? ¿Por qué voy a ir? ¡De ningún modo, yo no voy!"

Clemente XV se quedó sin decir palabra.

"En fin se fueron a dormir. Y a la mañana siguiente, muy de madrugada, en su gran coche, abandonaron el pueblo."

Aquella marcha precipitada tuvo su explicación. La tarde precedente, tan pronto como llegaron a oídos de don José Ramón los rumores de que aquel tipo quería hacerse pasar nada menos que por el auténtico Papa, él se fue donde Ceferino, que era el alcalde del pueblo, para decirle que la estancia allí de tal sujeto iba a traer no pocos líos y disgustos a todos... Entonces Ceferino se presentó ante Clemente XV para hacerle saber que, si no salía inmediatamente del pueblo, daría parte al comandante de la Guardia Civil de Puente Nansa.

El aviso surtió efecto. Clemente XV, sin ningún aire pontifical, le rogó que no hiciera nada, que marcharían en seguida, que les permitiera sólo descansar allí aquella noche...

 

* * *

 

¿Quién es Clemente XV?

 

Esta es la verídica historia del episodio que un día vivió Garabandal y que nueve años más tarde, en Amsterdam, ante una periodista, resumió su protagonista con las palabras que ya vimos:

 "Reconocido como verdadero Papa, yo fui llevado por la gente del pueblo a los lugares de las apariciones: aquello era el hosanna triunfal... Me sentía verdaderamente sorprendido de tal entusiasmo."

¿Cómo es posible autosugestionarse así? O tal vez no se trate precisamente de autosugestión...

Ya he dado a conocer en otro lugar el desahogo de Conchita con la Madre del colegio de Burgos, la tarde del 12 de noviembre de 1966:

 "¿Conoce usted al P. Collin? Ahora se hace pasar por Papa. Estuvo en mi pueblo. Quiso verse conmigo, pero mi madre no le dejó. Acabaron echándolo del pueblo... Pues bien, cuando estuve en Roma (enero de 1966), me enseñaron la foto de un periódico, en la que yo aparecía al lado de él, y se decía allí que él había estado conmigo, y muchas otras mentiras..."

Evidentemente, Clemente XV ha querido explotar a su favor los sucesos de Garabandal, como trata siempre de hacer creer que estaba a favor suyo el famoso Secreto de Fátima.

 "Nuestra Señora –le dijo a la periodista en Amsterdam dio en Fátima su mensaje al mundo, con relación a Clemente XV. Su Secreto, que debía publicarse en 1960, sigue todavía guardado. Y esto ha traído todo un período de calamidades."

Pero, ¿quién es este personaje?

Se llama Miguel Collin, es francés y ex sacerdote católico.

Los momentos más importantes de su vida los resumió él mismo en la entrevista ya mencionada:

"Fui bautizado en Béchy, donde nací. Me ordenó sacerdote el cardenal Liénart, en Lille. El 28 de abril de 1935 fui consagrado obispo por Nuestro Señor en Vaux-le-Metz. Y finalmente, Papa, por Dios mismo, en Sorrento (Italia), el 7 de octubre de 1950."

Intervenciones tan directas del cielo para "promocionarle" no podrán extrañarnos, si tenemos en cuenta su trayectoria de "elegido", tal como él la resume:

"Desde mi tierna infancia, el Señor me ha hecho saber que yo debía socorrer al mundo y salvarlo.

"Y a mis siete años, Él me ha confiado claramente la misión de "salvar la Iglesia". Cuando hice mi primera comunión, privada, Jesús me dijo: Miguel, tú serás sacerdote un día; después, obispo; finalmente, Papa...

"Desde aquellos años, el Señor se me viene apareciendo, y también la Virgen. Cuando yo era todavía pequeño, creía que todos les veían como yo...

"He estado dudando mucho tiempo. Pero ahora que he visto a la Santísima Virgen, vestida de negro, derramando lágrimas y pidiéndome que cumpliera mi misión, ya he dejado a un lado todas mis dudas. Combatiré, hasta el día en que Dios reinará sobre la tierra como en el cielo...

"En 1950, Dios mismo me consagró Papa en Sorrento (Italia). Era el 7 de octubre, fiesta del Santísimo Rosario. Desde las cuatro hasta las ocho de la mañana, yo estuve en comunicación con Él... Yo desciendo de San Pedro en línea directa espiritual, por Pío XII...

"Salvar al mundo de un inmenso diluvio, moral y material, y enderezar a la Iglesia, que marcha hacia el abismo: he aquí la razón y el fin de mi vida. Así daremos respuesta al Secreto de Fátima, que anunciaba un "Papa milagroso" para llevar a cabo esa misión."

¿Quién se ha interpuesto, entonces, para que todo esto no se realice?

Miguel-Clemente XV lo dice sin rodeos:

"Pablo VI, amigo de Satán... A la muerte de Juan XXIII, él mismo declaró: "Yo no quiero ser Papa; es un francés quien está ya designado." Conocía el Secreto de Fátima, por haberle hablado de él Pío XII. Pero luego prefirió ser un usurpador, y con su lamentable pasado..."

Así de fácil es la explicación de nuestra desgracia. Porque ésta, que ya no es precisamente ligera, se va a agravar alarmantemente:

"Las naciones serán destruidas por una guerra atómica sin precedentes, si Clemente XV no toma oficialmente la dirección de la Iglesia."

Lo ha dicho él.

 

* * *

 

Fin del mundo, el fin de los tiempos,

¿que diferencia puede haber?

 

Hemos visto cómo Conchita repite que ella no oyó que detrás del último Papa viniera el "fin del mundo", sino "el fin de los tiempos". ¿Qué diferencia puede haber?

Cuestión difícil, que exigiría para su esclarecimiento demasiadas páginas. Hagamos aquí sólo unas breves reflexiones, para que el asunto no quede demasiado a oscuras.

Hablar del fin del mundo es referirse a aquel punto ultimo de la Historia en que la realidad que circunda al hombre, dejara de ser como es, para cambiarse en otra muy distinta y mucho mejor:

"Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra ya pasaron.. No existirá muerte, ni llanto, ni dolor, ni fatiga, porque las cosas primeras están ya acabada. Y  dijo el que estaba sentado en el trono: "He aquí que hago nuevas todas las cosas" " (Ap 21, 1-5).

Tan sustancial cambio habrá de comportar, ciertamente, una impresionante serie de convulsiones y de ruinas, pues a causa del hombre, obrador de iniquidad (Mt 13, 41), el paso de lo caduco a lo definitivo no será precisamente suave:

"Los cielos y la tierra de ahora están reservados para el fuego, en el día del juicio y de la destrucción de los impíos... Ese día, Día del Señor, llegará como un ladrón. En él estos cielos desaparecerán con estrépito, los elementos se disolverán abrasados por el fuego, y así quedará al descubierto la tierra con todas las obras que hay en ella." (2.ª Pet 3, 7-10).

A todo esto nos referimos cuando hablamos del fin del mundo. Si la expresión "fin de los tiempos" no significa lo mismo, entonces tiene que apuntar a algo previo y de excepcional envergadura. ¿A qué? Esta es la cuestión.

EL TIEMPO, ciertamente, no acabará hasta que no acabe la realidad presente, que es transitoria, sujeta a sucesión y cambio; por eso, el fin del TIEMPO coincidirá con "el fin del mundo".

Pero "Los tiempos" bien pueden no ser lo mismo que el tiempo...

Jesús, en su discurso escatológico (Se llama así porque habla de los últimos acontecimientos, de lo referente a la consumación final de la marcha histórica del hombre. El tratado teológico que estudia esas postrimerías del mundo recibe le nombre de "Escatología".), según la versión de San Lucas (21, 24), dice a propósito de la próxima ruina del pueblo judío:

 Jerusalén será hollada por los gentiles (Para los judíos, "gentiles", "gentes",eran todo los demás hombres, todos los otros pueblos; es decir, los no descendientes de Abraham, el gran elegido de Dios.

Ellos, los israelitas, hijos y herederos de la Promesa, constituían un pueblo que a una actitud o profesión religiosa, apuntaba a una condición racial de "masa".) hasta que se cumplan los tiempos de las naciones.

Es decir, el primer pueblo elegido, Israel, quedará como desechado, y su capital, la Ciudad Santa, abandonada de Dios, al igual que durante el gran cautiverio de Babilonia; los gentiles que abracen la fe, reemplazarán entonces como pueblo de Dios al pueblo judío infiel... Tal situación durará largamente:

serán "los tiempos de las naciones".

Estos "tiempos" se cumplirán cuando llegue de nuevo la hora de Israel, por una conversión en masa al cristianismo. Los efectos de semejante conversión tendrán un alcance enorme, según San Pablo (Rm 11, 11-15):

La caída de los judíos ha traído la salvación a los gentiles... Y si su caída ha sido una riqueza para el mundo, y su menoscabo, una fortuna para las gentes, ¿qué no será su restauración o plenitud?... Será como un resucitar de los muertos.

La Historia tendrá entonces un giro espectacular, imprevisible y maravilloso. Habrá, verdaderamente, "tiempos nuevos".

El "fin de los tiempos", que se anuncia para después del tercer sucesor de Juan XXIII, ¿es precisamente la "consumación de los tiempos de las naciones", que dará paso a la nueva y grande hora de Israel, al servicio de Dios y de la Humanidad?

Es muy sugestivo decir que sí (Quizá el mismo hecho de presentarse la Virgen en Garabandal como Virgen de Monte Carmelo, aparte de su "intención" teológico-espiritual (recuérdese la "Subida al Monte Carmelo" de San Juan de la Cruz), tenga también su misteriosa referencia a esta próxima escatología.

El Monte Carmelo está muy ligado al culto de la Virgen desde tiempos remotísimos; pero también está muy ligado a la historia de Israel (en horas decisivas para la Alianza) y a la actuación del gran profeta del Antiguo Testamento, Elías Tesbita.

Al revalidar la Virgen, en esta hora novísima del mundo, su viejo título de Señora del Monte Carmelo,

¿No querrá indicar una próxima y decisiva intervención suya para que se realice cuanto antes lo que está pendiente desde hace casi dos milenios:

la conversión global de Israel, cumplidos ya "los tiempos de las naciones"?

¿No podría apuntar a la inminencia de una hora prefinal, en que, a tenor del Apocalipsis (11, 3-6), el hombre del Carmelo, Elías, emprenda su última actuación de vocero y testigo del Señor?

Hay veces en que creo incluso descubrir un cierto parentesco eufónico entre el nombre de Garabandal y el nombre hebreo o árabe del Carmelo. Casi para pensar en dos Carmelos: el de Oriente y el de Occidente; el de Israel según la Carne, que ahora se prolonga en el del "Israel de Dios", que es la Iglesia; ambos escogidos como lugares de salvadoras teofanías... con presencia de la Virgen.);

 y yo lo diría, si no fuese por una grave dificultad:

el anuncio de que el tercer sucesor de Juan XXIII será el último Papa. No se comprende cómo la Iglesia pueda subsistir sin su Fundamente y Cabeza, que es el sucesor de Pedro... Si falta él, ¿no tendrá que presentarse abiertamente entre nosotros el Señor, para rematar con esa su Segunda Venida la OBRA que inauguró o puso en marcha con la Primera? En tal "Parusía" ("Parusía" es un término bíblico y teológico que designa la solemne manifestación del Señor.),

o precederá Él ya a la gran consumación que supone el Juicio Universal y Final (con lo que el "fin de los tiempos" será prácticamente lo mismo que el "fin del mundo")...

o se limitará de forma inmediata a cambiar la marcha de las cosas, de modo que entren en la recta final hacia la gran Consumación... (tal vez a esto se refiera San Pablo cuando dice: Es preciso que Él (Cristo) reine, hasta poner a todos los enemigos bajo sus pies... Cuando le estén ya sometidas todas las cosas, entonces Él mismo se ofrecerá en sumisión a Aquel que ha querido someterle todo, y así, por fin, Dios será todo en todos (1.ª Cor. 15, 25-28).

Cabe también otra posibilidad:

 la de que al hablar de los tres últimos Papas, se apunte a su condición de estar asentados en Roma, como todos sus predecesores; sólo en esto serían los últimos, porque tal vez siguieran después algunos Pontífices extrarromanos... ¿Cabe ortodoxamente tal posibilidad?

Cuanto más lo pienso, más verosímil encuentro esta última hipótesis.

La Iglesia empezó en Jerusalén; allí tuvo San Pedro su primera sede. Luego, por la defección de Israel, que después de llevar a la muerte al Mesías Salvador, rechazaba violentamente su Obra, ésta tuvo que buscar asentamiento entre las "Gentes", las naciones gentiles; y su capitalidad se instaló en Roma, cabeza entonces indiscutible del mundo gentílico.

La sucesión de San Pedro se fue perpetuando así en quines le continuaban en la Seda episcopal romana. Obispo de Roma y Papa de la Iglesia, Cabeza del Colegio Apostólico-Episcopal, fueron desde entonces realidades que se fundían en una misma persona.

Pero si Roma perece o desaparece –con lo que deja de tener sentido el que haya obispos de ella–, y Jerusalén empieza a ser de verdad, en un Israel convertido, o cristiano, lo que tanto han anunciado las profecías bíblicas:

"Ciudad Santa", "Ciudad del Gran Rey", de la que "saldrá para todos los pueblos la Ley y la Palabra del Señor"...,

¿dónde tiene su lugar propio el Sucesor de San Pedro, el Vicario de Cristo, a no ser que el mismo Cristo se presente en persona?

La Iglesia volvería a tener su Centro en el mismo lugar de donde partió.

A Roma se la llama "Babilonia" en pasajes del Nuevo Testamento (1.ª Pe 5, 13), y sobre su destino hay no pocas cosas en los capítulos 17-19 del Apocalipsis...

Más conciso y explícito es el final de esa célebre profecía de Malaquías sobre los Papas:

"En la última persecución de la Santa Iglesia Romana, ocupará su Sede Pedro Romano, que habrá de apacentar sus ovejas en medio de grandes tribulaciones. Acabadas éstas, la "Ciudad de las Siete Colinas" será arrasada, y el Juez tremendo tomará cuentas a su Pueblo."

En fin, ¡misterios, misterios, misterios!

Lo que ya no debemos ignorar es que en Garabandal, a partir de estas fechas de 1963, se nos ha dejado advertidos de que entramos en horas decisivas, las últimas que tal vez vayan a marcar las manecillas del gran reloj de la Historia.

Sin perder de vista el Milagro.

Una grande y previa oportunidad para todos, en el confín de las grandes horas, será ese milagro que se va anunciando en forma creciente.

Don Luis López Retenaga, al redactar su segundo informe –abril de 1963–, resume así lo que ha recogido sobre el tema:

"Conchita afirma:

– Que conoce el milagro desde octubre de 1961;

– Que la Virgen, primero, se lo comunicó sólo a ella; pero que ella, luego, se lo fue diciendo a las otras tres;

– Que será un jueves, a las 8, 30 de la tarde, y tendrá de duración como un cuarto de hora;

– Que ese día habrá un acontecimiento eclesiástico, y el milagro vendrá después de tal acontecimiento, el mismo día;

– Que presenciarán el milagro, además de los que estén en el pueblo, el Papa y el P. Pío ( Por este anuncio de Conchita, la muerte de este famosísimo capuchino, P. Pío de Pietrelcina, en septiembre de 1968, produjo un gran desconcierto entre los garabandalistas, pues todos contaban con que estaría vivo y presente el día del milagro. Se han dado varias explicaciones, tratando de concordar el anuncio de Conchita con el hecho de su muerte.

Ahora ya tenemos informes fidedignos sobre este punto oscuro.

También Conchita quedó desconcertada con la noticia de la muerte del P. Pío, que debía "ver el Milagro"... Pero unas semanas más tarde, el 16 de octubre de 1968, casi al anochecer, llegó a Garabandal un telegrama, que procedía de Lourdes y llevaba el nombre de una señora de Roma, a quien Conchita conocía; el telegrama urgía a ésta a ponerse inmediatamente en camino, para recibir algo de parte del P. Pío...

Por fortuna, aquel día estaba en Garabandal el sacerdote francés A. Combe, párroco de Chazay d'Azergues, diócesis de Lyon, y gran promotor de la causa de Garabandal; también estaba su inseparable colaborador B. L. Ellos tomaron en su coche a Conchita y Aniceta y aquella misma noche partieron para Lourdes. Allí, en la mañana del día 17, Conchita recibió, "de parte del P. Pío", un breve mensaje escrito y un buen trozo del velo con que se le había cubierto el rostro después de muerto. Llevaba tales dones el franciscano-capuchino italiano Padre B. (seguramente el P. Bernardino Cennamo, muy relacionado con el P. Pío y también con el que había sido su secretario y ayudante, P. Pellegrino; éste era quien firmaba el mensaje, transmitido oralmente por el P. Pío un mes antes de morir: en el mensaje aparece la fecha "22-Ag.-68").

Conchita aprovechó aquel encuentro para preguntar:

 "¿Cómo es que la Virgen me dijo que el P. Pío había de ver el Milagro?

Padre B.– "El P. Pío lo vio antes de morir. Él mismo nos lo dijo."

Estos y otros detalles sobre el asunto Conchita-P. Pío pueden verse en el folleto francés "Conchita parle du P. Pío", que ha editado el mencionado sacerdote A. Combe.); la Virgen no le dijo qué Papa en concreto;

– Que sanarán los enfermos que esté allí, incluso los pecadores, porque, según la Virgen, "también son hijos suyos"."

* * *

Hay una cinta magnetofónica, grabada por don Plácido Ruiloba en Garabandal el 16 de enero de 1963; se le pregunta a Conchita por una carta que la niña decía haber escrito al obispo:

–¿Le ponías la fecha del milagro?

–No, porque entonces no la sabía.

–¿Y desde cuándo la sabes, desde la semana pasada?

–No, desde ésta (En una carta de Maximina a la familia Pifarré acabo de descubrir este dato (la carta es del 15 de enero):

"Mira, Asunción, no se lo digas a nadie; pero hoy me dijo Conchita, viene donde mí y me dice:

 Mira, tita, no se lo digas  ni a mi mamá; pero hoy me dijo ya el Ángel la fecha del milagro. Lo sabe ella y el hermano mayor nada más.").

Yo al obispo, le dije en qué va a consistir, no la fecha, y otras cosas...

(Sinceramente, confieso que no sé qué alcance exacto tiene en boca de Conchita esto de "saber ya la fecha":

 juzgue el lector, por otro pasaje de la conversación grabada):

–Y a todo esto, ¿qué dice tu hermano Serafín?

–Me dice que si no es cierto lo del milagro, que diga claramente la verdad, que él me saca de aquí y me lleva donde yo quiera. Pero ¿por qué Serafín puede pensar así, si ayer mismo le dije la fecha?

–Bueno –replica el aludido–, tanto como la fecha, no me has dicho; me has dicho una cosa, un acontecimiento, que si sucede, ya sé que viene el milagro.

El mismo Serafín, después de leer todo esto en la 1.ª edición, quiso darme algunas aclaraciones; nos vimos en su casa-mesón, en mayo de 1976.

Por enero de 1963 (al estallar la crisis de que hemos hablado en el capítulo X de la 2.ª parte, y ante las negaciones de las otras niñas), él creyó que debía intervenir resueltamente cerca de Conchita, como hermano mayor y "el hombre" de la casa. Una noche, estando en familia en la cocina de la casa, le dijo a Conchita:

 "Tienes que decirnos de una vez lo que hay en todo esto; no podemos seguir así. Y no temas por lo que vaya a suceder... Yo estoy dispuesto a sacarte del pueblo y llevarte donde tú quieras; y si quieres estudiar, también nos arreglaremos... Pero necesitamos saber la verdad. Todo esto de las apariciones:

¿es verdad, o es cosa que habéis inventado vosotras?"

Conchita replicó que era verdad que veía a la Virgen, que no era invención de ellas, y que no tenía por qué marchar del pueblo...

La cosa quedó así aquella noche.

Pero al día siguiente, en un rato en que Serafín estaba en la cocina, mientras su hermana andaba arriba, en su habitación, oyó de pronto que ella le llamaba:

"Serafín, sube un momento".

Me dice el hombre que sintió como si el corazón le diera un vuelco y que pensó: Ya está; por fin se ha decidido; lo ha debido de pensar bien durante la noche y va a decirme que todo ha sido un engaño...

–Bien, ¿qué me quieres? –preguntó él al llegar arriba.

–Para que veas que todo ha sido verdad, la Virgen me ha dicho que yo te diga esto...

Y le habló del Milagro, y le explicó en qué va a consistir (Conchita se lo puso luego brevemente por escrito, al dorso de una estampa del Niño Jesús, que él conserva y nadie de la familia conoce)... Y le dijo que ocurrirá cuando se produzca un determinado acontecimiento en la Iglesia, que también le explicó. Sólo en este sentido sabe Serafín la fecha del Milagro.

Comentamos después lo que ha escrito el doctor Puncernau en su folleto ya varias veces citado, página 15:

"En una de mis excursiones a la braña, quedé solo con Serafín y comimos en la cabaña de las vacas. Después de comer, intenté tirarle de la lengua, pues se decía que sabía por Conchita cuándo sería el Aviso.

Saqué la conclusión de que si lo sabía, no lo quería decir. Lo único que saqué en claro fue que iría precedido de un especial acontecimiento en la Iglesia, que, después de muchas preguntas y deducciones, me pareció sacar en claro, por lo que él me dijo un tanto oscuramente, que sería algo parecido a un cisma. O yo lo entendí así."

–¿Y qué me dices sobre esta opinión del doctor barcelonés? –pregunté yo.

–Que es muy libre de opinar como quiera; pero yo creo que no le di motivos para tales suposiciones.

–Pero el tal "acontecimiento" ¿será efectivamente un Cisma en la Iglesia?

–Yo no digo nada.

Hablando con María, la madre de Jacinta, en esos mismos días de mayo de 1976, me confesó ella haber oído repetidamente

 a su hija que las cosas se iban a poner muy mal en la Iglesia..., que cada vez se daría menos importancia a la Eucaristía..., que muchos sacerdotes irían de mal en peor... y que el mal acabaría reventando por alguna parte...

Observemos que en su relato el doctor Puncernau no habla del Milagro, sino del Aviso. ¿Se trata sólo de una confusión? Pudiera ocurrir que no.

 

Todavía una aparición

 

El año 1963 se cierra en Garabandal con una nueva visita de la Madre del Cielo. Otra vez se deja ver; pero sólo de Conchita.

La cosa ocurrió el día 8 de diciembre: gran día para España, donde tan solemnemente se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción, y gran día para Conchita, por celebrar en él su fiesta onomástica.

Mucho antes de que se insinuara sobre los fríos montes la primera claridad del día, un misterioso desasosiego –o tal vez, una santa emoción– despertó a la jovenzuela. Se levantó y llamó a su madre. No mucho después, ambas se echaban a la calle, camino de la iglesia. El silencio y la oscuridad gravitaban plenamente sobre el pueblo; nadie se movía, nada se oía...

 Eran las 5,30 de la madrugada.

Ante las puertas cerradas del templo, Conchita cae de rodillas en éxtasis. La temperatura es glacial, nada a propósito para arrojar fervores; pero la vidente ha sido sustraída a su "circunstancia"... Sólo Aniceta está allí de testigo. Ve que la hija dialoga; pero no es posible, de momento, entender aquel diálogo.

Algo de lo que en él hubo, se supo después, cuando Conchita se decidió a hablar:

La Virgen empezó felicitándome por el día de mi santo. Y al desearme felicidad, me dijo: "No vas a ser dichosa en la tierra; pero ya lo serás en el cielo."

Después que la Virgen venía desde tiempo atrás con este plan de comunicaciones misteriosas, pues hay una carta de Maximina, del 10 de noviembre anterior, en que ella dice a doña Eloísa de la Roza:

"Conchita me habló de la última locución que tuvo hace diez o quince días, ya no recuerdo fijo qué día fue; me dijo que era una locución de la que no le podía decir nada a nadie; me dijo que ni al confesor. Yo le pregunté que si era cosa buena, y ella me dijo que la Virgen nunca dice cosas malas..."

* * *

Así, entre anuncios, misterios y esperanzas, fue transcurriendo el año de gracia de 1963, tercer año de Garabandal.

Había empezado con una gran turbación, que a muchos desconcertó, y a otros purificó...

Siguieron luego meses de serenidad y espera...

Se cerraron sus días con palabras envueltas en misterio...

aunque para todos quedaban unas bien claras: NO ES POSIBLE SER PLENAMENTE DICHOSOS EN LA TIERRA; ESO, SOLO SE CONSEGUIRÁ EN EL CIELO.

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A. M. D. G.